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FERNANDO GARCÍA

SOY UN ACTOR FESTIVO, COMUNITARIO

Por Cristóbal Peláez G.

Todo el mundo lo conoce como El Gordo, y eso ya es hablar de barrio, de comparsa, de comuna, de fiesta. Ha sido un pionero en el carnaval y en todo aquello que tenga vocación de jolgorio. Suyos son los colores, los bailes y los ritmos. Las calles lo saludan porque ha sido un hombre que siempre ha vivido en ellas, sin muros y sin puertas. A él le palpita adentro un barrio en forma de corazón.

EL NIÑO DE LAS CAMELIAS

Ya de niño era cachetoncito, tal vez por culpa de unas empanadas inmensas de frijoles con carne que me comía mientras mi papá y mi mamá bailaban tango. A mí me tocó nacer donde ahora queda el parque Explora. Moravia entonces eran vegas muy arenosas llenas de cebollas y tomates donde vivían un par de viejitos que lloraban todo el día de pelar cebollas, a mí me aterraba eso. Mi padre, albañil, cuidaba un taller gigante del municipio lleno de volquetas. Mi madre era "Anita la modista de las Camelias", nuestra casita estaba cerca de la estación Sevilla. Niños habíamos pocos, en la familia mi hermanita y yo, después fuimos once. Soy hijo nativo del Bosque la Independencia.

Mi infancia está llena de cantinas y borrachos, de ver miseria y dolor, de ver esas mujeres de las Camelias llevando del bulto, porque eran muy lindas en la noche y muy desgraciadas en el día. Mis amiguitos eran los hijos de todas esas prostitutas. Mi mamá los motilaba, los cuidaba, hacía de enfermera, de partera era una líder. Y mis juguetes eran las volquetas del municipio. A los 8 años las manejaba. Después el Jardín Botánico se convirtió en un espacio al que van las escuelas y terminé siendo recreacionista. Recibía cien o doscientos niños a cambio de un refrigerio. Lo hacía por diversión.

EL PRIMER ZANQUERO

Allá conocí al primer zanquero. Su imagen es muy poderosa. Todos los sábados llegaba un señor, se ponía unos zancos muy altos, un pantalón negro, un corbatín, un sombrero, unos guantes y se maquillaba como un mimo. Empezaba a armar unas saeticas donde echaba cofio y minisigüí. Yo madrugaba para verlo vestir y nos volvimos amigos.

ME VOLVÍ LIBRERO

Llegué a librero porque contiguo al espacio en que mi padre cuidaba la infraestructura del municipio, que era con la que estaban haciendo el estadio, había una oficina de unos judíos de apellido Lerner, que le dieron trabajo a un primo mío. Yo, de once años, me iba a ayudarle a raticos. Fui creciendo al lado de los judíos y ellos me llevaron después a una librería que abrieron, la Avi Lerner , donde me quedé como hasta los diecisiete años. De allí pasé a la Oveja Negra , seguí en La Alegría de leer y terminé instalando la Continental. Pero de tanto subir y bajar acomodando libros, seleccionando, clasificando, me gané un desgarre en la columna y empecé a sufrir de migraña. Era tanta la tensión que tuve que renunciar.

ESE MEDELLÍN EFERVESCENTE

Me tocó vivir todo ese Medellín de los años setenta con sus escaramuzas estudiantiles, en medio de manifestaciones y piedra. Las librerías eran los espacios por donde circulaba el Medellín pensante, estudiantes, revolucionarios, teatreros, poetas, escritores, locos.

NACE EL FOTÓGRAFO

Lo otro era que desde muy niño tenía afición a la fotografía. Me hice a una Canon F1 y registré los lugares que me gustaban. De pronto conocí el Pequeño Teatro en Villa Hermosa e hice fotos de los ensayos de Macbeth y me engomé con el teatro de la ciudad. Empecé a perseguir a Juan Guillermo Rúa. Tengo fotos del primer día internacional del teatro en Medellín. Entonces mientras trabajaba en la librería tomaba fotos a los teatreros que nunca tenían con qué pagar una foto, yo se las regalaba.

EL TEATRO TALLER DE COLOMBIA

En el 83 vino El Taller de Colombia a Medellín con La cabeza de Gukup, en esa memorable función de la Avenida Oriental , y alguien me presentó a Jorge Vargas para hacerles las fotos. De ahí me fui a vivir a Bogotá. Me tocó acompañar al Odin Theatre en toda su gira.

DE VUELTA A MEDELLÍN

Mucho tiempo después regresé a vivir a Manrique y empecé con los pelaos del barrio a montar zancos y a tocar música. Ahí nació A recreo teatro. Planeamos Barrio Comparsa, para la zona nororiental, donde confluimos 56 grupos. 10 días por todos esos barrios en medio de la guerra, la gente aterrada nos miraba por las ventanas, sin atreverse a salir. Barrio Comparsa se hizo famoso en ocho días y al décimo salimos desde Nuestra Gente hasta Palos Verdes pasando por delante de las bandas más duras. Cuando llegamos a Comfama de la 45, estaba María Emma Mejía, como consejera presidencial, haciendo el primer foro de la comuna nororiental, y me la presentaron. Cómo le parece, Medellín en guerra y nosotros por allá brincando.

SU ILUSTRÍSIMA EL DOCTOR JUAN GÓMEZ MARTÍNEZ

No intentábamos cualificarnos como un producto estético para ir a Estados Unidos o a Barcelona, sino que estábamos en el barrio. La idea era lo informal, pero también lo formativo, ya no nos preocupábamos por las comparsas que nacían, sino por su fortalecimiento. Eso nos ayudó a descargar peso. Hubo un desfile de mitos y leyendas en el que salieron 520 pelaos, y partimos el desfile en dos, el doctor Juan Gómez Martínez se emputó y a mí me suspendieron tres años de los desfiles, porque eran 30 y terminamos como 120 porque todo mundo se filó ahí, todos se sentían de Barrio Comparsa, para mí era como la revolución de los pelaos. Durante la administración del doctor Juan Gómez Martínez, me tocó encerrarme.

ALLENDE LAS MONTAÑAS

María Emma Mejía marcó un punto importante en el trabajo con las comunas. Un día nos mandó al Iberoamericano de Bogotá y nos tomamos la calle séptima. Eso fue un golazo, cuarenta y ocho pelaos con música y zancos. Puede que aquí no haya teatro callejero, pero ya la ciudad tiene una estructura para montarlo, porque siempre ha sido la comparsa que es mucho más libre, más expresiva, más festiva que una estructura dramática. Mejor dicho, lo que hizo Barrio Comparsa fue pulir veintidós manes para hacer el teatro callejero de aquí. Estamos a punto de estar en una cosa muy fuerte.

EL OJO DEL HURACÁN

Nosotros desde Barrio Comparsa generamos un movimiento. Tenemos unos niveles de competencia que no nos permiten movernos tanto como hace cinco años, cuando vendíamos dos o tres funciones mensuales, ahora vendemos cuatro o cinco al año. La cosa se volvió alternativa para todos esos pelaos. Entonces ya se ven de Castilla, con buenos vestuarios, con chirimías, con imágenes, la copia bien hechecita.

MIS HIJOS

Yo soy más juguetón que músico, pero sí toco percusión. Y mis hijos Sebastián, Juan Fernando, Nicolás y Catalina son músicos y actores, pero no tengo sólo cuatro sino como cuarenta porque están los hijos de otros que están aquí porque esto se les convirtió en una alternativa. Mi hija Catalina me escribe desde Guatemala y me cuenta todos los goles que hace y yo me siento feliz como si yo estuviera allá. Es que la memoria que hay en Centroamérica sobre esto es impresionante.

BARRIO COMPARSA ES GENERACIÓN

Realmente lo que generó fue un espacio sensible, donde se pueden fusionar muchos sueños y muchas cosas. Nos hemos preocupado por mantener ese espacio, tanto con el taller como yendo a los espacios de las comunidades en donde está esa misma mirada, fortaleciendo eso. Es que la cultura en América ha sido eso, los espacios, los lugares donde se encuentra la gente, las tertulias o el ambiente del conocimiento, de la fantasía o de la alucinación. Algunos me dicen que soy el chamán de los pelaos, otros que el líder.

Y AHORA EL MIEDO A LA MUERTE

Ahora sí le cogí mucho miedo a la pelona. Yo realmente no le he tenido miedo a la muerte y además he sido muy arriesgado de meterme en tanta cosa al tiempo, pero después de esta crisis de salud, cuando paso por esas urgencias y veo que ese aparato empieza a marcar y a sacar muertos, me sentí en la fila. Le cogí fobia a ese pitico de la máquina que estaba ahí controlándonos la temperatura y la circulación. Eso para mí no existía. Yo nunca había estado en una clínica de urgencias, había estado en microcirugías, pero en nada que me mandara a la cama y que yo viera todo morado. B ien alegre, bien tranquilo que he sido y de pronto esa sensación de escuchar mi propio corazón que se va apagando, cuando siempre ha sido hiperactivo. Que se le baje a uno la presión, que se va apagando el suiche, sentía un sudor, una tembladera. Empecé a tenerle miedo a quedarme dormido porque escuché a una enfermera decir: "no se puede quedar dormido porque se nos va". ¡Cómo escucho eso! Le dije a la compañera que me pusiera salsa para no quedarme dormido y cuando sonó el aparato mío, me pegué una asustada, sonaba el de los otros y los sacaban fríos, y cuando sonó el mío se asomó la enfermera: "doctor le bajó, le bajó". A la hora estaba descansando en una pieza. ¡Me salvé hijueputa!

LOS MOMENTOS MÁS TERRIBLES DE MI VIDA

El primer momento fue a los ocho años, un día que nos llevaron a cine en la escuela. Éramos como cien estudiantes en filita, cogidos de la mano para entrar a la película. Entramos al teatro Laika, que tenía una entrada estrecha con unas escaleras muy largas y quedamos en las últimas sillas, y el teatro lleno de niños de todo Aranjuez. Empezó la película y yo estaba en la última silla que era larga, larga, en el último puesto. La película se llamaba Los cinco halcones , y de pronto salieron esos caballos y dando bala. Yo sentí que se me venían encima todos esos caballos y eso mismo sintió todo el mundo. Cuando menos pensé vi niños corriendo hacia ese embudo de las escalas, y como yo estaba de primero, salí de por esas escaleras para abajo, pero me quedé en un tubo metálico, el que controlaba la entrada con la registradora, todos los niños pasaron por encima de mí. Esa fue mi primera muerte. Perdí el sentido, se me salió la sangre por la nariz, por los oídos, por todas partes y tenía el diafragma cerrado. Llegué a la casa con los ojos brotados, echando sangre por todas partes y cuando mi mamá me vio nos fuimos para la clínica. Le cogí pavor a los espectáculos masivos y qué paradoja, trabajo en espectáculos masivos.

MI SEGUNDA MUERTE

Estaba en un teléfono público en la carretera a Santa Elena, como en el 94, y se bajaron unos sicarios tusos y gordos de un Renault 12, señalándome, vi a uno disparándome y lo que estaba diciendo era que me había visto en Aranjuez con Barrio Comparsa. Fue tanto el susto que me morí fusilado.

MI TERCERA MUERTE

Estaba en una comparsa en Riosucio y alguien me dio un ron o una tapetusa que me envenenó en tres minutos, me tiró a la clínica. Yo recuerdo que me estaba cayendo y hay un fotógrafo, pero era un médico de la universidad que me vio caer y me aplicó una inyección que me salvó la vida. Me habían envenenado, no sé si a propósito, creo que esa chicha tenía borrachero y de todo. Con el tiempo me di cuenta de que en ese Carnaval del diablo estaban envenenando a la gente. No sé si fue por bronca o qué.

LA CIUDAD

Me gusta abrir espacios de encuentro porque esa es la dificultad que tiene la gente: encontrar espacios. La ciudad ahora tiene bibliotecas, lugares muy mágicos pero también son necesarios espacios donde la gente tenga más tranquilidad, más confianza, más diálogo. Las reuniones, la alegría, la danza, son parte de la curación colectiva, donde se socializa la cosmovisión de la vida.
Eso se está recuperando, aunque vivimos entre mucho conflicto. La gente ha entrado en más confianza, hace diez años vos no podías estar en una esquina tranquilo, ahora los pelaos propician esos encuentros.

AUTORRETRATO

Yo soy muy bailarín, me gusta el baile y la rumba, pero no tomo, sino que gozo más con la danza.
Me la paso entreteniendo borrachos y les cocino, genero el ambiente, pero no soy tan rumbero.
Me llama mucho la atención lo creativo: la puesta en escena, los colores, la caja negra. Mi madre me decía: "Usted va a ser un inventor". A mí la fotografía me transforma todo.
Alguna vez pensé en hacer teatro y construí escenografías. El Teatro Negro de Praga me marcó mucho, lo vi muy sardino.
Yo no he realizado lo que podía haber hecho. Sí desde el punto de vista de la sensibilidad, pero estéticamente no he podido elaborar lo que yo quisiera. Hacer una buena escuela de teatro callejero, sería lo ideal para mí.

Corregiría una cosa que me he quitado mucho tiempo: tanta prueba. Me concentraría más en la idea porque me he pasado mucho tiempo en lo social-comunitario. Solamente en los últimos años me he metido más en lo estético, en la construcción, he tenido mucho oído para afuera. Sobre todo la violencia en este hijueputa país me ha dejado mucho en lo social.

Mi existencia ha sido muy tranquila, las tres mujeres que he tenido en mi vida han sido muy lindas todas. La que me dio los hijos, la que sufrió Barrio Comparsa y la que ahora me está apoyando. Eso ha sido muy bonito.

Yo soy un ciudadano común y corriente que quiere estar alegre en una ciudad alegre, corrida, loca, como sea. Yo veo el ambiente de la comunidad en la fiesta. Yo soy un "actor festivo comunitario", esa es la definición mía.

Mi vocación es de gentes, es una vaina de la cultura.

Lo que persigo es no perder la alegría y el compartir, la solidaridad, el ambiente de la tranquilidad. En Manrique nunca cerraba la puerta de la casa y me dolió mucho cuando tuve que cerrarla por huir de las balas, porque a mi casa entraban los pelaos a prestar cosas, a que les leyera cuentos, y como toda la vida tuve biblioteca o librería, era feliz leyéndoles poemas o montados en la película, como dicen los pelaos.

Viví toda la vida entre delincuentes, por eso no soy delincuente. Nunca he cogido un fierro, he tenido los pelaos al lado, aconsejándolos, hablando con ellos, jugando fútbol con ellos. muchos se han muerto.

A mí me ha gustado el cine, los teatros, pero siempre que entro al teatro miro puertas por si hay que salir corriendo.

Después de lo que me ocurrió en el Laika me quedé como diez años sin ver cine, le tenía pánico.

Entrevista tomada de la edición No. 14 del periódico de Medellín en Escena