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Perspectivas ulteriores

Por: Sandro Romero Rey

Debo justificarme diciendo que, para mi vocación de espectador, cualquier puesta en escena del Teatro Matacandelas de Medellín se convierte en un acontecimiento, en el sentido más peligroso del término.

Acabo de ver la nueva versión que dirigió Diego Sánchez de la obra titulada "Perspectivas ulteriores" y allí comenzó el problema, el feliz problema. Sin dilaciones: a los 10 minutos, en una obra que duraba 52, se salieron 2 espectadores, taconeando, arrogantes. De inmediato pensé: "si alguien sólo oye reggaetón y lo invitan a un concierto de la Orquesta Sinfónica de Berlín, el espectador se sale, víctima de la física jartera".

"Perspectivas ulteriores" es un dispositivo de alto riesgo que a mí me gustaría llamar, en el buen sentido del término, "brechtiano". La actriz se distancia, sin expresar nada, salvo lo que los textos le indican, como en una partitura implacable.

Los alemanes (como el autor, Franz Xaver Kroetz) ya no tienen sentimientos sino que los sentimientos son tal cual los expresan los grandes actores del Matacandelas: sobreactuándose hasta la exasperación, reivindicando sus acentos, así sus obras sean de alemanes, caleños o habitantes del cementerio de Père Lachaise.

Es decir, distanciándose. A donde quiero llegar es que "Perspectivas ulteriores", a pesar de ser una "apuesta", como se dice ahora, es una obra no hiperrealista. Pertenece a esa hermosa galería de seres teatrales que conforma el repertorio de un grupo irrepetible como el Teatro Matacandelas de Medellín. Y allí hay toda una historia, como la de Brecht, como la del Teatro La Candelaria. Ellos no están solos: sus obras forman parte de una historia.

La actriz Margarita Betancur Franco, sin saberlo, está inaugurando una nueva manera de no ser sobre la escena. Y eso no lo entienden los espectadores que se salieron a los 10 minutos. Lo entenderemos, mucho después, los privilegiados testigos que, en medio del aguacero, le ayudamos a la actriz a estar tan tranquila en su viaje al ancianato que, en el fondo, hasta nos hubiera gustado quedarnos a vivir con ella para siempre.

Esa tarde, en medio de la función, un huracán anunciado desde el Caribe, cayó sin clemencia sobre el monólogo citado. Nadie se extrañó. Todos pensamos que formaba parte de la obra.