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¿Qué pasaría si desapareciera el teatro?

Por: Cristóbal Peláez G.

El teatro puede ser hecho por cualquiera,
incluso hasta por actores.
El teatro puede ser representado en cualquier lugar,
incluso hasta en escenarios.
Augusto Boal.

Tranquilicémonos, no va a desaparecer.
El teatro es inevitable, está a todas horas en todos los lugares,
en los escenarios con puestas en escena hechas adrede por profesionales o aficionados,
en las formas fugaces del performance,
en el mendigo que descompone magistralmente su rostro de desgracia para recabar monedas,
en el amante que afirma más amor del que siente,
en la promesa que de antemano se sabe nunca se cumplirá,
en el que argumenta calamidades para evadir una deuda,
en la cara serena del que sufre una afrenta,
en el que habla ante una audiencia y dice palabras que simulan sabiduría,
en el que sonríe al enemigo y le desea buenos días,
en la pataleta del niño,
en la cordial bienvenida,
en la afable atención del mesero cuyo deseo más íntimo sería quebrarnos la botella en la testa,
en la azafata que sufre una pérdida amorosa y no obstante nos desea un feliz vuelo,
en aquel que nos habla de un dios que todo lo perdona y está planeando matar a su esposa,
en aquel que tiene abierto un libro al revés y hace de lector,
en la cajera del supermercado que conserva su inmutabilidad ante el reclamo airado del cliente,
en el cliente que toma para sí el papel de justiciero,
en las pulidas formas de tomar trinchete y tenedor y masticar,
en el que juega con los niños y verifica que todos a su alrededor lo observen y piensen “cómo ama a los niños”,
en los niños que con un cartón sucio construyen palacios encantados,
en la niña que durante todo el día vive imaginariamente en el bosque y es una hada,
en el niño que amaneció Supermán,
en el lápiz labial que repone en el rostro de las mujeres las insuficiencias de la naturaleza,
en los tatuajes, en los piercings, en los aretes, en los peinados, en la ropa,
en la sombras de los ojos y las pestañas postizas,
en las pasarelas,
en el fingimiento de la caricia y el orgasmo,
en los simulacros de naufragio o tragedia,
en los desfiles militares,
en las procesiones religiosas,
en la frase “te amaré siempre”,
en los perfumes,
en las medias de seda y las prendas eróticas,
en las barbas, en los bigotes, en las crestas punk,
en los velorios, magnífico escenario para exhibir la peor congoja,
en el ritual seductor que nos disfraza para la conquista amorosa.
El teatro no solo es inevitable, es necesario,
nos aprisiona, nos arroja a diario a la calle a practicarlo con los otros.
Nuestro afecto por la soledad es un deseo de escapar a la obligación cruel del teatro cotidiano.
El afán de ese lapso donde podemos encontrarnos a solas con nosotros mismos y tratar de entender cuál es nuestra verdadera máscara.

Publicado en: El informador No: 382, un publicación de COMFAMA - Medellín, marzo del 2013