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Mujer entre libros.

Se hacen todos los esfuerzos para que a la gente no le guste leer

Una conversación con Gloria Rodríguez, directora de la Biblioteca de Comfenalco

(Artículo publicado en la Revista Vía Pública Número 6. Agosto 1990)

Por Cristóbal Peláez González

Hace 11 años Comfenalco abrió su biblioteca para uso de sus afiliados, sin embargo, contemplando el deficiente servicio de bibliotecas públicas en el medio, las directivas optaron por abrir sus puertas a toda la comunidad lectora de Medellín. Cuenta con una lista de 30.000 volúmenes, de los cuales la mitad reposa en la Biblioteca Central de La Playa y la otra repartida en las bibliotecas satélites de Guayabal, Don Matías, Itagüí y Castilla, sitios donde se ha privilegiado el hábito de la lectura en los infantes, quienes además pueden gozar de otros servicios, entre ellos: programas artísticos y talleres de capacitación.

Cuando Comfenalco decidió proyectar su servicio bibliotecario, encomendó la tarea de realizar todo el montaje a una joven recién graduada en bibliotecología en la Universidad de Antioquia, Gloria Rodríguez. Ella había transitado ya en experiencias con la UPB, Comfama y la BPP, y sobre todo poseía un gran amor por los libros que le venía desde la infancia: “Crecí en una familia que gustaba de los libros, a ellos está ligado el recuerdo de mi niñez. Creo que los libros implican una parte afectiva muy importante. Es mucho más fácil darle a un niño un atari o ponerlo a ver televisión. Cuando se le regala un libro existe el compromiso de ayudarlo a formar en la lectura, de leerle tal vez, de dedicarle un tiempo”.

La orientación profesional de Gloria Rodríguez ha convertido a la entidad en una biblioteca eficiente, prestigiosa, que no obstante la poca capacidad de ejemplares, posee, a ojos de buen lector, una selección variada y actual.
Saltando una pared de obstáculos logró que el Consejo Británico le otorgara una beca (y Comfenalco la licencia) para recibir durante dos años, en Inglaterra, una especialización en bibliotecas públicas.
Hace un año está aquí, con el título de master, reasumiendo su cargo y cumpliendo mejor que siempre en las tareas de su oficio.

El lector libertino

Una de las características de la Biblioteca Central de Comfenalco es la amplitud en el horario, su acceso todos los días del año y ofreciendo, al ocioso lector dominguero, una posibilidad de esparcimiento que le niegan museos, galerías y teatros.

VP: ¿Sí responde la ciudad a ese ofrecimiento de domingos y festivos?

GR: Sí, hay una gran respuesta. En un día normal de semana llegan, en promedio 1.300 visitantes, en domingo pueden ser 500. En días laborales la gran mayoría son estudiantes, vienen en busca de tareas. El lector dominguero disfruta más porque viene a relajarse en el placer de la lectura. De hecho es una concurrencia más estática.

VP:Ahí ésta el buen lector, el libertino, aquel que no tiene otro compromiso que su propia gana.

GR: Exactamente, y esa es una de las polémicas respecto a las bibliotecas públicas, que no deben restringirse sólo a los colegiales, deben tener una cobertura más amplia, quiero decir, que puedan tener interés para el ama de casa, el carpintero, el empleado, con un servicio bibliográfico que cobije el espectro más amplio de la población, con sus diversos oficios. Pero aquí las bibliotecas se han quedado mucho en el colegial. De ahí que la gente piense que son sitios aburridores, con estantes llenos de textos de química, física y cálculo. Se entiende que los colegiales, en sus centros, deben disponer de sus propias bibliotecas, pero ¿qué son aquí las bibliotecas colegiales?

VP:Una tabla que sostiene El túnel, Fuenteovejuna, y el álgebra de Baldor.

GR: Tenemos un concepto muy estrecho de la biblioteca pública.

Por puro placer

En un país que recién empieza a salir del analfabetismo, es apenas natural que la pasión de la lectura sea una novedad, un invento que nos llegó tarde, junto a muchos otros, y que en los años cincuenta todavía el buen libro fuese un patrimonio de algunas minorías ilustradas, mientras los de abajo sólo se movían entre un mar de novelas europeas de aventuras y -en la gama más amplia de difusión- los tomos de pistoleros de Marcial Lafuente Stefanía con su saga de colosos vaqueros del Far West. Ahora somos testigos de un país que está naciendo a la modernidad y a los servicios de la inevitable universalización de la cultura, por fortuna.

VP: ¿Hay preocupación por impartir una formación, una actitud cultural frente al libro?

GR: Reina, con sus grandes excepciones, una ignorancia del pedagogo frente al libro. Y tiene su lógica, él nunca tuvo un contacto auténtico, libre, así mucho menos tendrá la capacidad de transmitirlo a su alumno. Uno ve las tareas que los estudiantes hacen en la biblioteca, son absurdas, casi siempre se trata de ir a copiar páginas, son copiadores no investigadores. Basta mirar las enormes filas de gente en todas las bibliotecas que entra obligada a copiar textos.

VP: ¿Eso quiere decir que no hay estímulo por la lectura? Una adecuada lectura, se entiende.

GR: Es lo contrario al estímulo. Se hacen todos los esfuerzos para que a la gente no le guste leer, los profesores hacen lo que sea para que los estudiantes detesten leer. Te cogen un libro ameno, un autor interesante y te ordenan sacar personajes, tramas, situaciones, analizarlo de una manera académica so pena de una calificación, y el alumno se ve enfrentado no a un autor sino a un enemigo. La lectura debe ir ligada al placer, el desinterés. En eso hemos venido insistiendo.

Tenemos un bajo nivel de exigencia

A Comfenalco le importa su biblioteca hasta el punto de destinarle una gran parte del presupuesto asignado a servicios. Se piensa además en una ampliación bibliográfica y espacial que cumpla con las urgencias de la creciente oleada de usuarios. La Biblioteca Pública Piloto que es, en ley, la única de la ciudad, se quedó enmarañada en un Medellín de los 60. Trató en sus inicios de ser una experiencia piloto para América Latina, con excelentes programas de extensión cultural y una modalidad se servicios únicos en el país.

VP: ¿Qué ha ocurrido con la Biblioteca Pública Piloto?

GR: El gobierno abandonó la biblioteca, ya no tiene tampoco los auxilios que recibía de organismos internacionales y, de otro lado, superando varias crisis que la han tenido al borde del cierre, la biblioteca ha venido poniendo más énfasis en otro tipo de actividades, olvidando la parte bibliográfica que es su esencia. La prueba es que uno nunca va a la Piloto a buscar un libro de actualidad, sabe que no lo encontrará. Tal vez porque las otras cosas que realiza le aportan más imagen. También hay otro factor que creo lo ha perjudicado mucho y es el traslado para el sitio donde está. Yo considero que la biblioteca de la ciudad debería estar en su centro, ojala en Junín con La Playa, donde la gente se tropiece con ella.

VP: A usted, que ha tenido oportunidad de apreciar las bibliotecas de Londres, Estocolmo y otros puntos importantes de Europa, ¿no le parece un poco irrisorio nuestro panorama?

GR: Lo que ocurre es que allí la gente tiene conciencia del libro, convive con él, no es un objeto de lujo, y es consciente de utilizar un servicio público como lo es el hospital, o el alcantarillado o el supermercado. Por un número determinado de habitantes hay una biblioteca y ésta es un centro donde gravita el barrio, te buscan cualquier libro porque funcionan en red, te presta herramientas, juegos de salón, cuadros para tu casa. Yo he querido que aquí en Comfenalco exista un servicio muy abierto, muy actual, muy útil. A veces encuentro señoras que se asoman y quedan sorprendidas porque ven en los estantes un libro de decoración, de arreglos florales, “¿Cómo -exclama- y es que de esto también hay aquí?”

VP: Sí, un albañil nunca se imaginaría allí textos de su interés, por otra parte hasta se podría sentir incómodo entre tanta muchachada.

GR: La gente en otras partes lleva sus libros como puede portar su bolsa de alimentos, gente de todas las edades.

Aquí somos muy resignados en todo. El nivel de exigencia en muy bajo. Los usuarios de bibliotecas muchas veces llegan, miran y salen sin encontrar lo que buscan y se conforman con decir “aquí no hay nada”, en lugar de exigir el libro.

Cual bárbaros Atilas

“¿Libros? Pudieron acaso los libros detener el terremoto de San Francisco? Yo tengo un negocio de aguardiente, ese sí es un oficio honorable”.
(Personaje de un drama de Bertolt Brecht).

VP:¿Se le da por parte de los visitantes un buen manejo al libro?

GR: Hay que partir de una premisa, el libro es un objeto para manipular, por lo tanto merece un aprendizaje. Aquí se presentan numerosos casos de libros rayados, rasgados, mutilados. Eso cuando no se los roban. Es algo que produce mucho dolor, sobre todo cuando al colocarle un libro nuevo se descubre, al otro día, que ya está estropeado. Eso ocurre bastante con los libros de sexo, se ensañan en agregar palabras y frases, superponer líneas o dibujos. Obvio en una sociedad tan mojigata. A los niños les ponen de tarea llevar las fotos de presidentes u otros y eso es fijo que llegan a arrancar las láminas. En lugar de ponerlos a dibujar lo cual resultaría más creativo.

VP: ¿Y de hurtos cómo vamos?

GR: No es demasiado, un promedio de 60 libros al año, pero también un caso hermoso como el de alguien que compró un libro hurtado en reventa y me lo llevó diciendo: “Lo compré por 300 pesos y lo he traído porque a mí me duele que hagan esto con una biblioteca que me ha colaborado en mucho”. Son esas pequeñas, diminutas cosas que la resucitan a una.

VP: ¿Los libros robados siguen alguna línea especial?

GR: Va con las modas. Hace 10 años se robaban los libros de Lenin y estaban cebados con Los bienes terrenales del hombre, de Leo Huberman, cuantas veces lo colocáramos en los estantes tantas veces lo hurtaban. Después dejaron quieto a Huberman y siguieron con Federico Nietzsche, lo dejaron en paz y ahora siguen con André Bretón y los surrealistas.

VP: Por los robos se rastrean las veleidades de los lectores.

GR: Con Van Gogh no se detiene, lo mismo con Artaud y están engolosinados con Los cantos de Maldoror de Lautremont. Vamos a ver cuánto les dura esta moda.

Todo empezó con la risa de los niños y terminará con ella

Hay que ser optimistas, por comodidad, por convicción. Calatrava, en Itagüí está remontado en esas alturas donde la hierba trata de olvidar las hediondeces de la quebrada doña María, es un barrio de viviendas nuevas y matrimonios jóvenes, que ofrece a la alegría de los ojos una nube ampulosa, girante y bullosa de chiquillos. Allí está una de las cuatro filiales de la biblioteca, llamada La Aldea, y donde siempre que se observe flota una marea de niños. Ahí vive Brueghel.

VP: Es notorio el acento que ustedes ponen en los niños, plausible siempre.

GR: Estoy convencida, con la fiebre que tengo por los libros, por la lectura, que esos niños a los que se les brinda esa oportunidad, mañana van a ser distintos. Estoy convencida de la lectura como algo transformador. Más que un culto por los libros lo que tengo es un culto por el acto de leer.

Y para cerrar estas líneas, las pocas palabras de una historia que entenderán los insaciables de los libros, aquellas almas atormentadas de las páginas, idólatras sensuales que han vislumbrado el paraíso transformado en biblioteca. Cuenta la leyenda que el doctor Menéndez y Pelayo, poco antes de morir, lanzó una melancólica mirada a los estantes de su biblioteca (48.000 volúmenes), bajó la cabeza y dijo: “¡Qué lástima morirse cuando me queda tanto por leer!”.