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CUADERNO DE APUNTES SOBRE LA COSA TEATRAL

Cristóbal Peláez González.

Publicado por el periódico ¨EL MUNDO¨. 1998

Está claro que nuestra sociedad precolombina no conoció el teatro entendido al modo occidental. Hubo sí REPRESENTACION por medio de la danza, del canto, del coro. Nuestro híbrido étnico actual se encuentra como en una encrucijada histórica. Las minorías en este país son mayoría, pero nos da vergüenza admitirlo. Nuestra expresión está en proceso. Se dice que nuestra tragedia proviene de una sociedad donde la clase alta se cree inglesa, la media norteamericana y el pueblo raso se cree mexicano.

Los africanos en su expresión negra han realizado magnificas representaciones de Shakespeare. Un shakespeare traducido a unas condiciones especificas. Lo que provoca risa es ver a un Shakespeare hecho aquí por actores con cara de indios tratando de hacernos creer que son rubios ingleses. Filtro rubio para tabaco negro.

Representar a Shakespeare "tal cual es" no existe, es además un pretensíón estúpida. Ningún dramaturgo es "tal cual", el texto como partitura es sólo un indicio, una pista, una sospecha. La puesta en escena es una verificación, un intento de descubrir, una buena corazonada de un buen sabueso.

El director de escena toma el texto como quien se divierte indagando un crimen. Va con lupa y olfatea, verifica, borra, reescribe. El santo patrón de los directores de escena debería ser Sherlock Holmes.

A menudo los jóvenes actores preguntan si es del todo necesario indagar sobre la vida del dramaturgo, si es necesario conocer su obra total. Sí. Hay que ir hasta el extremo, si es posible conocer que color de calcetines era el suyo. Que me perdone Roland Barthes.

El arte de la representación en el siglo pasado en Europa era el arte del Histrión, del arquitecto y del pintor. Al actor se le exigía seducción, al director espectáculo, a la compañía versatilidad. Hoy al actor, al director y a la compañía se le exige dominio del signo. Nuestro teatro es menos interpretativo pero más expresivo. Nuestro teatro está cambiando porque también se han transformado las condiciones para hacer teatro, el edificio teatral es menos solemne y más práctico. El avance tecnológico está transgrediendo el concepto mismo de la teatralidad, de la misma forma que se transforman los conceptos de tiempo, ritmo, distancia. Ayer hacíamos en meses lo que hoy sólo nos toma una cuantas horas. Algún día el Teatro llegó a ser el mayor espectáculo del mundo y fue desplazado por el circo y a este lo desplazó el cine y al cine el futbol y al futbol la TV.

La televisión liberó al teatro de su tarea de contar historias y entretener. Ahora el teatro libre de este fardo quedó como espacio de reflexión. Entramos al teatro a divertirnos con una historia (el teatro jamás dejará de contar historias, así su historia sea no contar una historia) pero puesta en escena desde la perspectiva de un arte total.

En escena el actor es siempre su parte más expresiva, el signo más denso y variado, pero no el único. La puesta en escena es darle expresión a una poderosa maquinaria de signos: objetos, fondos, colores, formas, volúmenes, espacios, sonidos, luces, oscuridades, penumbras, texturas, contrastes, líneas.

Se ha definido el drama como la representación de un conflicto de voluntades. La puesta en escena es así mismo el dar cuerpo a una variada gama de conflictos: conflicto de voces, conflicto de volúmenes, conflicto de formas, conflicto de colores, conflicto de sonidos, conflicto de espacios, conflicto de gestos, conflicto de ritmo, conflicto de líneas, conflicto de luces...un gran número de conflictos para producir LA ARMONIA global.

Como todo verdadero arte el teatro tiende a parecerse a la música, nuestras puestas en escena tienden a regirse por los caminos de las grandes sinfonías. Se escucha a Bartok o a Bach y por ese camino se aprieta el ritmo. Se crea la proporción.

El teatro no es un arte enseñable. He conocido aspirantes a actores que podrían estar mil años en las tablas y nunca alcanzarían a comprender cuál es la magia del actor. En cine hay ejemplos patéticos, Antony Quayle nunca aprendió a mirar ni a hacer un gesto natural, todo en el delata a un hombre que no sabe de que va el asunto, igual pasa con Gerard Depardieu, siempre me ha dado la impresión de que es un recogedor de algodón. Tom Cruise hubiera sido un magnifico extra de videos universitarios.

Cuando vi la película española LA BELLE EPOQUE me dio una extraña sed y tuve que apurarme tres coca-colas. Casi no logro comprender el motivo: el protagonista tiene cara de mesero de heladería barata. El inconsciente es quien lo arrastra a uno.

El "yo no digo, sugiero" delata a un José Asunción Silva que exigía un lector artista.

Nuestros eximios intelectuales presumen de no gustarles el teatro, lo consideran un arte de plebeyos, llaman historia del arte a la historia de la pintura. Bogotá perdió el liderazgo teatral cuando los ricos contagiaron a nuestros intelectuales. Las señoras capitalinas presumen de clásicas con la música, las exposiciones y los toros.

La televisión absorbió el mejor talento teatral. Nuestros mejores actores deambulan con hojas de vida por los sets de televisión. El concepto de grupo se tornó anticuado, nadie en el país quiere comprometerse con nada ni con nadie. La paga soluciona todo. Da la impresión de que no hay actores defendiendo el arte teatral. Da la impresión de que los que siguen en teatro es "porque todavía no los han llamado de la televisión".

El drama también ha caído bajo. Los actores manifiestan que el publico sólo quiere reír y olvidarse de problemas,. Que hay que hacer humor, que no hay que ser trascendentales, que es un desatino cobrar boleto para hacer sufrir. Es así como nuestro arte se ha llenado de modelos y gente muy graciosa. El arte del actor es anticuado. Malos tiempos, si señor.

El teatro Matacandelas ha tratado de aguantar el chaparrón de bataclanas y musculosos con una modesta fe de carbonero: un teatrito de cámara, rigurosidad, drama, intimidad.

No se me va a olvidar nunca la imagen y las palabras de Santiago García a la una de la mañana en la puerta del Teatro La Candelaria: "estamos indefensos mi hermano, el arte es una cosa muy débil, el teatro es un arte indefenso, somos unos derrotados... ¿y qué?".

Hay una gran debilidad en el actor colombiano que se acentúa demasiado en el actor paisa. Somos un pueblo demasiado expresivo, ilustramos con boca, ojos, cejas manos y cuerpo nuestras conversaciones. Graficamos excesivamente. Está en nuestra cultura, en nuestro entorno. El expresionismo, esa realidad que se resalta, ha nacido con nosotros. Esto llevado a la escena tiene sus ventajas pero, a que negarlo, se contradice a cada paso. Echarle expresión a la expresividad es endulzar el arequipe. Nos desgastamos en los primeros parlamentos. A este propósito hay que recordar a Lawrence Oliver durante cinco horas representando Hamlet, él decía que descansaba en los monólogos.

EL actor demasiado expresivo satura. Se come cualquier ritmo.

Mi ideal es un actor que trabaja con telepronter.

Hichtckoc soñaba con una IBM a la cual por un lado se le metiera el guión y por el otro saliera la película.

En el teatro no deseo ni progresar ni escalar. Sólo experimentar.

Hay en nuestro medio muchas razones por las cuales uno decide ser actor: (señale con una X)

Los dioses juegan, mientras los hombres trabajan. De acuerdo Octavio Paz, de acuerdo.

Después de 18 años con el Teatro Matacandelas y más de 3.000 representaciones para el público se logra comprender mejor la frase de Cesare Pavese: "he justificado mi paso por la tierra, he cantado, he compartido el dolor de los demás".

Una dama dama de alta cuna de baja cama hizo un comentario airado contra el teatro Matacandelas: "Es un teatro Underground, un teatro de alcantarilla". Quiso ofendernos y lo que hizo fue trazarnos un derrotero, un programa completo de trabajo.

De todos modos underground en nuestro país son muchas cosas: La justicia por ejemplo, la honestidad, por ejemplo, los buenos modos, por ejemplo, la tolerancia y el respeto por el otro, por ejemplo....