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No soy capaz de montar
Los ciegos
de Maeterlinck

Por Cristóbal Peláez González

Escrito en 1997 y publicado en la revista Gestos.

* El orden del pensamiento no es consecutivo, viene en ráfagas. La vida también, pues la continuidad de la vivencia nos destruiría. La conciencia se ve asaltada a intervalos. Cuando nos proponemos llevar un texto a escena el análisis no deja de ser metódico y exhaustivo si falta la consecutividad.

* Hay que leer el texto dramático una y mil veces y tomar distancia. Olvidarse incluso de él. Las imágenes y los sonidos nos perseguirán contra nuestra voluntad. Es inútil pretender escapar.

* Esas imágenes (y sonidos) primerizas e involuntarias nos toman a la fuerza. Pero nosotros debemos propiciar el juego: Si tratan de escapar las perseguimos, si se detienen las hostigamos, si nos persiguen las enfrentamos. Es una verdadera guerra de guerrillas. Esto quiere decir: más lecturas.

* Poner en escena significa matar un deseo, liberarnos de una belleza que nos perturba, verificar un relieve que en el pensamiento funciona. Hay textos que pierden su belleza en la materialidad de un escenario. Hay personajes que no funcionan sino en la imaginación; en la caparazón de un actor -por excelente que sea- pierden su encanto, se desvanecen.

* La poesía es esa cosa alada y neumática. Como los ángeles: un rayo de luz les desgarra las alas. Dicho por Alfonso Reyes.

* A veces un buen golpe intuitivo vale por diez análisis de mesa. Todavía más en el actor donde su forma de entender es sentir. ¡Qué gran parecido hay entre el actor y el clásico sabueso que husmea y se deja guiar por las corazonadas!

* ¿Es cierto lo anterior? "Una verdad en arte es aquella cuya proposición contradictoria también es verdadera". (Oscar Wilde)

* Lo dijo Vilar y hay que insistir por su importancia: El actor (y director) nunca leerá bastante el texto. Leer y leer y releer. Nuestra psiquis quedará de hinojos ante "el sentido

oculto" de la obra.

* La lectura de Los ciegos me dejó una palabra bailando en el cerebro: Humedad.

* A menudo de un concepto, a veces hasta de una sola palabra nace la atmósfera y la misma puesta en escena.

* Nuestro teatro no le ha dado demasiada importancia a la atmósfera, incluso la confunde con ambientación. Y se le deja el trabajo a los “decoradores”. Hay demasiado énfasis en la expresión corporal, cierto culto a Atlas, demasiada gesticulación, demasiada pelvis, mucha danza teatro, demasiada exhibición de taparrabo. Mucha puta mucho remero. Mucha lentejuela. Mucha escenografía que brilla como puerta de burdel.

* Una noche Sanchis Sinisterra y yo hicimos un pacto de caballeros, nos juramos mano a mano que nunca en la vida montaríamos obras de teatro donde salieran tres actores haciendo el mismo personaje, que nunca haríamos llover sobre el escenario y nunca permitiríamos un personaje que grite un patético ¡Basta! al terminar una escena de tortura.

* Podría definir muy bien todos los montajes del Teatro Matacandelas a partir de una palabra.
Los últimos títulos a modo de ejemplo:

* Estos conceptos se dan en el orden de un automatismo psíquico y anteceden al montaje, a veces pueden ser posteriores.

* Cada vez asocio más el Teatro con la palabra Dolor.

* (Toda la pelea, la verdadera pelea de un actor debe ser convertirse en un animal de la escena).

* El director que sea capaz de producir en el espectáculo vivo una impresión más fuerte que la lectura del texto que propone Maeterlinck para la entrada de Los ciegos, más que director teatral es un verdadero mago:

 "Antiquísimo bosque septentrional, de aspecto eterno, bajo un cielo profundamente estrellado. En medio, hacia el fondo de la noche, está sentado un sacerdote muy anciano, envuelto en ancha capa negra. El busto y la cabeza, ligeramente inclinados y mortalmente inmóviles, se apoyan contra el tronco de una encina enorme y cavernosa. El rostro es de inmutable lividez de cera, y en él se entreabren los labios violeta. Los ojos, mudos y fijos, no miran ya del lado visible de la eternidad, y parecen ensangrentados bajo un gran número de dolores inmemoriales y de lágrimas. Los cabellos, de blancura muy grave, caen en mechones rígidos y escasos sobre el rostro, más iluminado y más cansado que todo cuanto le rodea en el silencio atento del hosco bosque. Las manos, enflaquecidas, están rígidamente juntas sobre los muslos. A la derecha, seis ancianos, están sentados sobre piedras, troncos y hojas secas. A la izquierda, y separadas de ellos por un árbol descuajado y pedazos de roca, seis mujeres, también ciegas, están sentadas frente a los ancianos. Tres de ellas rezan y se lamentan con voz sorda y sin interrupción. Otra es muy vieja. La quinta, en actitud de muda demencia, tiene en las rodillas a un niño dormido. La sexta es deslumbradora de juventud, y su cabellera inunda todo su ser. Llevan, como los ancianos, vestiduras amplias, sombrías y uniformes. La mayor parte de ellos esperan, con los codos sobre las rodillas y el rostro entre las manos; y todos parecen haber perdido la costumbre del gesto inútil y no vuelven ya la cabeza a los rumores ahogados e inquietos de la isla. Grandes árboles funerarios, sauces llorones, cipreses, les cubren con sus sombras fieles. Una mata de grandes asfódelos enfermizos florece, no lejos del sacerdote, en la noche. Está extraordinariamente oscuro, a pesar de la luz de la luna, que aquí y allá se esfuerza por apartar un momento las tinieblas de los follajes."

* El Teatro Matacandelas es una compañía demasiado limitada (plantilla actoral, recursos locativos) para emprender la puesta en escena de esta estampa que nos propone Maeterlinck.

* Los ciegos=terror=humedad=oscuridad=quietud.

* Los ciegos ¿teatro estático o pintura móvil?

* Si fuera pintor podría realizar una magnífica "puesta en escena" de Los ciegos, pero esa tela pediría movimiento.

* En 1993 le echamos la primera dentellada a la pieza. Pronto nos dimos cuenta de nuestra insensatez.

* La prosa poética de Maeterlinck es el germen para que Pessoa construya su O marinheiro. Eso quiere decir que Pessoa no inventó el teatro estático, lo llevó hasta sus últimas consecuencias. Mallarmé ya lo había sospechado: "El mayor espectáculo sería aquel en el que no sucediese absolutamente nada".

* A propósito de O marinheiro, dice Pessoa con jactancia, que nada hay más remoto en literatura, que la mejor nebulosidad y sutileza de Maeterlinck es grosera si se le compara.

* Le cuesta a Pessoa reconocer en Maeterlinck un gran pintor, al dramaturgo creador de los paisajes enfermos.

* Crear un paisaje nebuloso, surreal, tal vez no sea tan difícil, es cuestión de tener alguna destreza literaria, aquí lo difícil es que los personajes y la historia justifiquen ese entorno, sean su carne.

* Es lo que ocurre cuando de una obra decimos que vale por la escenografía, o por el vestuario o por la actuación o por la luz. Lo que se destaca a menudo es lo que no tiene relación con la puesta en escena global.

* Por ello Estanislao Zuleta afirma que nadie entiende más de pintura que un poeta.

* Una de las causas -entre las muchas- de por qué no se llevó a cabo Los ciegos es que actores jóvenes, por debajo de la edad de los personajes, despojarían a la obra de todo su terror. Sería demasiado "teatro". Esa teatralidad (¿Qué es eso de la teatralidad?) en la pieza es la impostura que nos hace meter en la sala a morirnos de terror, no a aplaudir una buena voz y una buena expresión.

* Necesitamos un teatro que abra sus manos y nos aprisione, que nos aprisione en la risa, en el dolor, en la desesperación o en lo que sea, pero que nos sacuda. El teatro es un espacio para sacudirnos.

* Un teatro no puede realizar para su estética un estudio de factibilidad ni consultar cuáles son las tendencias y preferencias del público. El teatro arrastra esa tendencia, lleva al público, se impone, es un tirano del gusto. El arte viaja en automóvil, el público en autobús.

* El gusto del público retrasó en 30 años el estreno de Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, el verdadero inventor del Teatro del Absurdo.

* El montaje de Los ciegos sería una buena puesta en escena póstuma para muchos directores. Qué bello testamento.

* Sin embargo estoy intentando pensar en una puesta en escena con oscuro total de principio a fin, obvio que habría que pactar de antemano con el espectador el sufrir el tormento de esa negrura, de ese limbo.

* Recordar el relato aquel: un hombre se mutila la lengua, los ojos, las orejas, las piernas y las manos para que el espectáculo de la realidad no lo distraiga.

* O: Era maravilloso, no pasaba nada.

* O: Cuando todo nos parece quieto es que hay algo inmóvil en nuestro cerebro.

* El terror no funciona sino en la oscuridad.

* El terror es la conciencia del misterio de la existencia.

* Estamos distraídos. El misterio es el gran asunto que tenemos por resolver. Marx tenía razón. El arte esculca el misterio. El teatro se esfuerza en vano por esa incógnita.

* ¿Cuando fue que empezó aquello de que la taquilla orientara el arte teatral? El teatro es la maquinaria física de un propósito filosófico.

* Volviendo a la oscuridad total: mejor que una pintura desdibujada un buen espacio sonoro. Al espectador le tocaría aportar su imaginación, realizar "su" puesta en escena. De todos modos siempre lo hace sin saberlo.

* Me pregunto si nuestro espectador estaría en capacidad de resistir una hora a total oscuridad.

* Sobre todo porque nos han insistido en la mentira "una imagen vale mil palabras", nosotros hemos comprobado que es a la inversa.

* ¿Y si ensayáramos con grupos pequeños de 10 espectadores confortablemente situados?

* Para el asistente sería una delicia escuchar y no ver. Estos textos que extraigo son para oírlos, no necesitan imágenes:

Ciego segundo: ¿Es aún de día?

Ciego cuarto: Debe ser de noche. Cuando hace sol veo una línea azul bajo los párpados. Antes la vi pero ahora ya no veo nada.

Ciego primero: Yo sé que es tarde cuando tengo hambre.

Ciego tercero: Levantemos la cabeza: puede que divisemos algo en el cielo."


Ciego cuarto: No sé si estamos bajo el cielo.

Ciego primero: La voz resuena como si estuviéramos en una gruta.

Ciego cuarto: Creo más bien que resuena así porque es de noche.

Ciega joven: Me parece que siento en mis manos la luz de la luna.

Ciega vieja: Creo que hay estrellas, las oigo.


Ciega joven: Tengo cerrados los párpados pero siento vida en mis ojos.

Ciego primero: Yo tengo los párpados abiertos.

Ciego segundo: Yo duermo con los ojos abiertos.


Ciego cuarto: Dicen que eres hermosa como una de esas mujeres que vienen de lejos.

Ciega joven: No sé, no me he visto nunca.

Ciego cuarto: Jamás nos hemos visto los unos a los otros. Nos preguntamos y nos respondemos; vivimos juntos, estamos siempre juntos, pero no sabemos lo que somos... es inútil palparnos mutuamente... los ojos saben más que las manos yo... a veces... creo ver sombras cuando estáis al sol. No hemos visto nunca la casa en que vivimos. ¡Por mucho que toquemos los muros y las ventanas no sabemos donde vivimos!


Ciega joven: Hace años que vivimos juntos y nunca nos hemos visto. Siempre estamos solos.  Es menester ver para quererse...

Ciega vieja: Yo algunas veces sueño que veo.

Ciego cuarto: Yo, solamente veo cuando sueño.

* El ojo y el oído son los órganos de la estética por excelencia. Podemos y tenemos derecho a experimentar con los otros sentidos -piel, olfato, gusto- pero siempre la estética volverá a su principio: oír, ver.

* ¿Mi memoria es más visual que auditiva o más auditiva que visual? He ahí una pregunta que actores y directores deben hacerse para reconocer su fortaleza y desarrollarla o por el contrario suplir su debilidad y compensarla.

* Todo montaje depende en todo caso de la impresión que yo quiero producir en el espectador.

* La lectura del texto debe arrojar antes que nada esta pregunta: ¿Qué quiero expresar?

* El mal de muchos actores y directores colombianos es justificar su oficio en asuntos ajenos al teatro: fama, reconocimiento, hoja de vida, mejores perspectivas económicas.

* La voracidad de la bolsa ya metió su hocico en nuestros escenarios.

* El teatro debe seguir siendo un arte de la derrota. Estamos perdiendo en todas partes. Las bombas de Chirac nos han derrotado. El globo se va a morir. Está perdida la relación Yo y Alrededor. La humanidad es lo peor que le ocurrió al planeta. El arte es -debe ser- un intento de vivir en la ilusión de no creer que somos este pandemónium.

* Los ciegos es ese tipo de teatro para uno mismo y unos cuantos alrededor. Un sentido emana de su contenido: LA FATALIDAD. Pone al teatro en lo esencial, en su principio: HOMBRE versus FATUM.

* Si algún día fuera capaz de hacer esta puesta en escena pondría a la entrada del teatro, resaltada, la frase de Éluard: "Hay otros mundos pero están en este". Maeterlinck sí que lo sabía.

Boceto los ciegos

Boceto para Los ciegos de Maurice Maeterlinck.