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CUADERNO DE REFLEXIONES SOBRE LA COSA TEATRAL

PUBLICO, COMERCIO, SOCIEDAD Y OTRAS INTENCIONES OCULTAS.

(A propósito del Día Internacional del Teatro)

Por Cristóbal Peláez González

Publicado por el periódico EL MUNDO. 1999

Hay públicos de públicos. En nuestra sala pocos son parecidos los unos con los otros. Los hay alegres y entusiastas, demasiado perceptivos, agudos, críticos, emocionales, sensitivos, racionales y también los hay apagados, secos, aletargados, insípidos. Hay días en que nos tocan esos públicos pequeños y como cansados que entraron por un raro accidente a la sala: son parcos en el aplauso, tan parcos que al terminar la función aún no han caído en la cuenta de que acabaron de presenciar una obra de teatro, o que casi no les importa, público que durante hora y media no se dio cuenta de cuál era el cuento. Esto no ocurre nunca con un público infantil.


El público conformado por estudiantes masculinos de bachillerato es un hecho alarmante en este país, sobre todo en Medellín, pues la mujeres ante el teatro guardan una compostura y una actitud ejemplares. En los jóvenes colegiales el fenómeno cobra dimensiones de horda. Cada cual entra a saco al teatro, hay carreras, silbidos, voces, constantes comentarios en voz alta a las acciones que presenta el escenario y que provocan la risa y el estruendo. Nuestros colegiales interfieren directamente con los actores a través de chistes que buscan la hilaridad entre sus compañeros y el pobre actor se siente humillado, como un pobre payaso venido a menos, sujeto a la burla popular, obviamente no siempre la culpa la tienen los estudiantes pues a veces los profesores les han obligado a soportar extensos ladrillos clásicos bajo el pretexto de "culturizarlos" y donde los alumnos se ven sometidos no a gozar del teatro sino a tratar de estar atentos para responder posteriormente a un largo test donde se preguntan las mismas imbecilidades académicas: de cuántos personajes consta la obra, de qué trata, cuál es el tema, cuál es el mensaje. No es difícil distinguir en la oscuridad de la sala los afanados estudiantes con la cabeza clavada sudando, "corchados", tristisimos.


En cualquier parte puede existir aunque mínimo, un rescoldo de hechicería, menos en las academias.


Un profesor es la muerte de cualquier magia.


El hombre nace creativo, pero siempre habrá un profesor para castrarlo.


Aún así en Colombia hay grupos de teatro especializados en hacer montajes que vayan de acuerdo a un Pensum, arrogándose la misión patriótica y sorcalcuteña de colonizar a nuestros jóvenes para que en el futuro sean "espectadores de teatro". Son grupos que se han anquilosado en los eternos caballitos de batalla clásicos montando un teatro digerible y pedagógico. Teatro para coadyuvar al horror académico.


Detestamos la famosa frase de que es importante el teatro infantil porque los niños van a ser los espectadores del futuro. Niños habrá siempre y así, niños, son magníficos participes de la fiesta teatral.


"Todos nos caemos de la infancia". (Cocteau)


Se necesita ahondar demasiado en la gran complejidad de la vida para llegar a la sencillez. Por eso el Teatro para niños es más sencillo, o sea, más difícil. Las nociones de tiempo y de espacio en el niño son distintas puesto que su imaginación es más atlética, más rápida, más poderosa.


No sé a quien se le ocurrió destinar las mañanas para el teatro infantil. La noche opera su magia mejor en nuestros primeros años.


El público ideal -otra "salida" de Cocteau- es un público fresco que debe reunir la mentalidad de un niño de 12 años.


¿Le aporta el arte algún sentido a la existencia? El hombre esta rodeado del misterio, la nada amenaza su existencia, el hombre necesita un contexto significativo para tratar de explicarse y justificarse a sí mismo (intención inútil), el hombre necesita que este sea un viaje entretenido, necesita relacionarse, quiere cumplir con su instinto de transfiguración, necesita construirse un pretexto para su discurrir. El arte aporta un refinamiento, un gusto, pues sentido estético necesitamos hasta para pintar la fachada de nuestra casa.


Refinar nuestros sentidos, lo he dicho bien, aún más en nuestra sociedad que va de prisa, urgida de la utilidad material, viviendo a las zancadas. El arte es el delirio de nuestros sentidos y de nuestra inteligencia. En el arte somos gusanos coqueteando a las estrellas.


El teatro está instaurado en todos los seres humanos, todos nos transformamos con una finalidad, con un objetivo práctico. Todos nos transfiguramos, a través del vestido, del peinado, de los gestos, para aparentar, para expresar, para alcanzar. La base de toda teatralidad es la mentira, la negación de una condición, la nueva envoltura. Ser mentiroso es ser imaginativo, fantasioso.


A los jóvenes que quieren dedicar su vida al teatro los mayores siempre le reclaman con una frase: "¿Y es que el teatro te va servir para algo en la vida?". Estos mayores consideran, por ejemplo, que hacerme médico y millonario a costa del dolor de los demás, es una profesión honorable.


Un médico, un ingeniero, un arquitecto se pueden hacer muy, muy fácil, en 10 años ¿En cuanto un Peter Brook?


El día en que en Colombia haya más médicos en el Chocó que en el Chicó es porque Colombia está cambiando. De Estanislao Zuleta.


A veces contemplo los ojos de la gente y veo en ellos el brillo de máquinas registradoras.


En los ojos de los niños aún se ve hechicería.


Las gentes importantes, es decir, los gerentes, los políticos, los comerciantes, los que no tienen tiempo, o ya lo tienen vendido, nos miran a quienes hacemos teatro como a unos ciudadanos de tercera categoría, en nosotros parece concentrarse el desprecio por la pobreza, nos miran con desconfianza porque mostramos desinterés por el becerro de oro, nos consideran unos retorcidos que no sabemos el valor de las cosas. Para ellos el valor de la vida es trasladarse en un Toyota cromado, preocuparse por el perro o el marrano y lucir un buen trapo en la próxima reunión. Sus cuerpos viajan en clase ejecutiva, pero sus espíritus son arrastrados por carros de rodillos.


La sociedad capitalista es el compendio de la miseria.


El mundo de la apariencia es un mundo de sujetos tristes.


El teatro no puede ser un mundo fashionable, una cultura dietética. Bajar, desclasarse, vivir la anónima decadencia, aconsejaba Andrés Caicedo, contra un mundo de reptadores y oportunistas.


La empresa privada dice que el teatro en este país no cuenta, en su lenguaje esto quiere decir: El teatro no nos ayuda a vender más gaseosas, no nos ayuda a vender más jabones, no nos ayuda a vender más licor.


Nuestras universidades se han convertido en fábricas de técnicos. Hace muchos siglos la universidad quedó en manos del marketing, se volvió la catedral de los mercadotécnicos, en el criadero de los futuros vendedores. La Universidad perdió su concepto de universo, de donde deriva su nombre.


A los comerciantes les gusta Vicente Fernández y Dario Gómez a partir de que descubrieron que ese vocinglerío empuja sociológicamente a la piara a engullir licor.


Alguien dijo que la burguesía le tenía pánico a la revolución a partir de las multitudes que muestran las películas de Cecil B. De Mille. Eso ha cambiado. Hoy nuestros comerciantes ven las películas de Cecil B. De Mille y se relamen de ganas de ganas de ver allí las vallas de sus productos.


La publicidad es un oficio tenazmente extraño. Hay hombres que desgastan allí toda su existencia convenciendo a la humanidad para que engulla coca-cola. Oficio misterioso.


Cuando un actor me dice que lo siente mucho, que lastimosamente tuvo que dedicarse a la televisión por la precariedad económica, le doy la razón, pero no dejo de pensar para mi interior que hubiera pasado si James Joyce en lugar de dedicar su vida al Ulysses y a Finnegans Wake se hubiera dedicado a sobrevivir. La historia del arte universal es la historia de los grandes propósitos, de los grandes conflictos, de la penuria, del fracaso, de la injusticia, de los rebeldes, es a la vez la historia de los renunciamientos. !Una aventura!


El problema de Gandhi, no se hubiera resuelto con un trabajo en un parqueadero de Londres, lo suyo era algo más. Filosofía.


GENERAL: (A LAS TROPAS) !Al Ataque!

ASISTENTE: General, si yo fuera usted, no atacaría.

GENERAL: Si yo fuera usted, tampoco. !Al Ataque!


Al mundo del teatro y del arte también lo está afectando esa carcoma social del dinero fácil. Nuestros actores hoy se empiezan a fatigar con dos funciones diarias. Hasta conozco a muchos que hablan de excesivo trabajo. Actúan 10 minutos y exclaman "estoy como chupo de guardería".


Nuestras escuelas de teatro - que apenas alcanzan los 20 años - no están graduando actores, escenógrafos, ni directores sino muchachos cuya máxima aspiración es regresar a la escuela como profesores a esperar la jubilación. Jóvenes soñando a viejos y a un futurito asegurado.

Una receta ideal para ellos sería atormentarlos con novelas de aventuras, pues el mundo es más amplio que un puestecito.


He ahí porque están naciendo tan pocos proyectos, los grupos son de composición pequeña, pocos quieren arriesgar, se tienen sueños y pesadillas con la televisión.


En los pasillos de las escuelas se exhala un olor a sueños de amparo Grisales y a Vedette masculina (musculosos de gimnasio). Un aroma a sueños de popularidad con tufo a lotería.


El arte no es ni una enseñanza ni un conocimiento, es una provocación. No soñamos un arte para la sociedad, sino con una sociedad artista, una sociedad estremecida en lo estético.


La palabra Creativo aparece como error en el Windos 95.


El arte no es un impulso que ofrecemos a la sociedad para redimirla, pues no pretendemos poseer la verdad. Es una manera de comportarnos, es un revulsivo contra lo que esa misma sociedad nos ofrece.


Existen todavía en abundancia hombres de teatro que temen perder su audiencia y se dedican a atraer por medio de la complacencia. Bajan a la galería y preguntan que tipo de oferta quiere la demanda, no temen introducir el mal gusto y la chabacanería en el escenario a cuenta de un público masivo, son bufones que ríen y lloran con su rey para agradar, carecen por completo de una personalidad propia, su filosofía es el aplauso, la fama, el reconocimiento. Saber estar en minoría es otro arte.


¿Han ido los medios de comunicación un poco más allá de su papel de agentes transmisores de publicidad? Muy poco. Uno de sus slogan preferidos es "la cultura no vende", dicha por sesudos expertos estressados en el ring de la competitividad y empujados por los ratings. Los noticieros de televisión -uno y todos son lo mismo- son inventarios de catástrofes, un largo rosario de masacres inundaciones o seguías y enredos políticos. Son como aves de mal aguero portadores de siniestros. "Pero eso vende", dice con llaneza benedictina el experto en ratings. Es tan terrible esta concepción que ha llevado a otra peor, noticieros cuya "filosofía" es contar lo bueno, mirar "la cara amable" del país, entonces se enredan en un sartal de chistes, monerías, bisutería de lo gracioso, chismes de farándula. Caen en la monotonía de lo ágil y ameno.


Ahora que se cumplen sus 100 años de nacimiento:


Bertolt Brecht se movió entre dos guerras mundiales, conoció la persecución, el éxodo, el hambre ("cambiábamos de país como de zapatos"), fue testigo de los grandes cambios políticos, bolchevismo, socialismo, víctima y observador de retrocesos sociales, amigo y colaborador de grandes pintores, músicos, escenógrafos, y dramaturgos, se movió al vaivén de expresiones estéticas decisivas: futurismo, expresionismo, surrealismo, Dadaimo, realismo, naturalismo, teatro del absurdo, teatro épico. Brecht fue amamantado por la dificultad, el horror, la dialéctica, la zozobra. Así transcurrió el tiempo que le fue concedido en la tierra.


Nosotros, en cambio, hemos sido amamantados por Animalandia y el Show de Jorge Barón TV. Qué vergüenza dios mío.