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CUADERNO DE REFLEXIONES SOBRE LA COSA TEATRAL

CULTURA Y CONVIVENCIA

Por: Cristóbal Peláez González

Ponencia presentada el 25 de Febrero durante el FORO MUNICIPAL DE CULTURA

Por una ocasión más nos encontramos reunidos algunos representantes de la actividad artística y cultural de la ciudad de Medellín, para intercambiar opiniones sobre el tema de la cultura y la convivencia ciudadana. Estos foros de entrada provocan pereza y apatía, por la sencilla razón de que ya hemos cabalgado demasiado en diagnosticología y en reclamología.

¿Repetir una vez más el slogan simple: ¨ La cultura es muy importante¨? ¿Nos lo vamos a decir a nosotros mismos que ya lo sabemos? ¿Decirlo a quien? Mientras el Plan Estratégico para Medellín a 15 años asesina por olvido e ignorancia toda la actividad y la propuesta estética de la ciudad, se nos convoca entonces a un foro de palabra muerta. Estamos de antemano, y por 15 años, hablando para el vacío, discutiendo para no decir nada o lo que es peor para decir lo mismo. La oficialidad de Medellín ha rubricado literariamente, en este plan estratégico, nuestra defunción. Somos hoy aquí voces de ultratumba.

Medellín va para los trescientos treinta años de fundación y casi trescientos veinte años después se realiza, que tengamos noticia, un primer foro sobre la cultura, año 1994. Allí se evaluó, se diagnosticó, hubo golpes de pecho, se designaron comisiones, todo fue muy bonito y después otra vez retornó a tranquilizar la atmósfera la más colombiana de nuestras enfermedades, el mal de Alzhaimer.

Si diez mil millones de micos teclearan durante diez mil millones de años en diez mil millones de maquinas de escribir, acaso terminarían escribiendo por puro azar ¨El discurso del método¨. Por azar en un plazo semejante quizá el hombre comprenderá y pondrá en ejecución asuntos prácticos para su convivencia. El arte lo entendió desde un principio, pero al fin y al cabo, el arte es un producto genuino del hombre y arrastra sus mismas limitaciones.

¿Influye demasiado en nuestro raquítico desarrollo social y cultural el hecho de ser un territorio colonial de los EE.UU? ¿Estamos gobernados por un estamento de finqueros? ¿Es la Feria de la Flores, por ejemplo, representativa de la sensibilidad y la inteligencia de la ciudad? ¿O se trata de un simple jolgorio de caballos, machetes y aguardiente? ¿Aparte de Rap, parches y lenguaje socialbacano hay alguna propuesta sólida para la juventud? ¿Están en la planeación futura de la ciudad los más capaces, los más lúcidos, los más honestos? ¿Están los medios masivos, radio, prensa, televisión creando a largo plazo, lentamente, soterradamente, una sociedad de zombies?

Ayer nada más la cultura del medellinense común era ir al aeropuerto Olaya Herrera a presenciar el aterrizaje de aviones, de vez en cuando acudir a un teatro –eso ya era demasiada dosis cultural- a ver como unos actores realizaban la grabación de una radionovela, mientras los oligarcas paseaban sus jumentos por Junín y bailaban con la orquesta de Lucho Bermúdez, en el Club Unión.

Hoy la cultura de ese Medellinense común es mercar en el Exito (cuando puede) o dar un paseo sinfín en el Metro. Los ricos abandonaron el centro que se lo tomó la pobrería (dicen que hay que recuperarlo) y se remontaron para las fincas. Son unos guascas que se vuelven 50% urbanos cuando bajan a hacer política y negocios. Política y negocios. Perdonen el pleonasmo.

Entre estos y aquellos existe un nuevo Medellín, pequeño, insignificante, ignorado, es un rescoldo de adolescentes que llega inquieto a demandar y provocar otras tentativas. No son una multitud sino un núcleo de algunos miles que intervienen la ciudad reclamando lectura, poesía, música, teatro, danza, visitando bibliotecas y museos, reinventando la ciudad, leyendo la vida en otra dirección. Esa generación que es prácticamente la primera generación urbana viene ya vacunada –quisiéramos creer- contra la demagogia, contra el esplendor del poder, contra las poses intelectualistas, buscando una alternativa

que esté más allá del facilismo contestatario de la guerrilla o de las seducciones burocráticas. Estanislao Zuleta, Gonzalo Arango, Fernando González, Andrés Caicedo, esos profetas del mal ejemplo, se han constituido para ellos en una contracultura, en un revulsivo. Hoy más que nunca es actual el grito nadaista: ¨La sociedad somos nosotros, los rebeldes son ustedes¨.

El promedio de vida de un Medellinense es de 35 años, a esa edad ya se han muerto las ilusiones, se han perdido todos los propósitos y cualquier clase de inquietud de conocimiento o participación cultural (según las estadísticas este pueblo lee 1 libro al año, de 100 espectadores de teatro 1 es mayor de 35) y este muerto en vida transcurre su existencia en la tarea de levantar hijos o en la pasividad consumista del televisor, o en el esquema futbolístico o en la ludopatía.

Tiene cierta lógica. En el otro extremo esta la pobreza, condición económica, porque la miseria es una condición cultural. Ya sabemos que un estómago con hambre no distingue las formas y la renta per capita de un ciudadano colombiano de bajo nivel en un año es equivalente a la manutención de una vaca Hölstein en Suiza o la manutención de un marrano en Inglaterra.

Pero estamos hablando de convivencia: tal como es nuestra realidad, tal como es nuestra condición uno no se sorprende que aquí hayan más de cuatro o cinco mil muertos al año, que tengamos un récord en homicidios infantiles, que exista cualquier cantidad de delitos contra la propiedad y la integridad física, lo que uno se sorprende es que esa barbarie no exista en proporciones mayores. Si la violencia y la anarquía social fueran directamente proporcionales al autoritarismo y al despojo, el río Medellín en lugar de esos lodos arrastraría sangre.

Un pensador, de cuyo nombre desearía acordarme, afirmó que hasta una criada puede intervenir en la conducción del estado a condición de no convertir el estado en una cocina, ahora y desde hace mucho el asunto es que nuestros políticos han convertido el Estado en una finca. Ese estado, que se gasta miles de millones advirtiendo sobre el uso del condón o sobre los peligros de fumar, se muestra pusilánime para invertir en los derechos más elementales del ciudadano. Los europeos que ya pasaron por momentos peores aprendieron la lección y ahora saben que es más eficiente y más barato brindar bienestar que perseguir delincuentes.

Hace poco más de cien años un indio el gran Jefe Seathle en Norteamérica en carta al presidente de los Estados Unidos le advertía que el hombre blanco iba a terminar revolcándose en su propio estiércol. Nosotros hemos construido un país que es un infierno para los pobres, pero donde también los ricos alcanzan sus horribles resplandores. Los Fernandos Boteros y los García Márquez hablan como hablan porque no viven en el degolladero.

Medellín se ha planificado y gobernado como si fuera una aldea de cien mil habitantes (Centro y el Poblado), cuando la mirada se eleva observamos sorprendidos que las montañas se han superpoblado y que ahora somos casi dos millones que también reclaman su derecho a sentirse Medellín.

¿Aparte de los programitas culturales - léase sancochos comunitarios -, tallercitos, bingos bailables, orquestas improvisadas, reuniones matutinas con la tercera edad, paseos en zancos y hacinados eventos recreativos, hay alguna propuesta de la ciudad para los barrios y comunas? ¿Que cultura y qué proyecto cultural van a proponer unos funcionarios de ruana y poncho y cuyos prototipos artísticos y poéticos son Darío Gómez, Vicente Fernandez, Marbell, Ivan y sus Bam Bam, Natalia París, Ramón Vásquez, las trovas de fonda caminera y pare de contar?. ¿Qué cultura y qué proyecto cultural va a proponer a la ciudad un gobierno de gente prepotente y discriminatoria? ¿Qué cultura y qué proyecto va a proponer una clase dirigente que no conoce la ciudad más allá de las transversales del poblado? ¿Qué cultura va a proponer una clase dirigente cuyo imaginario cultural es Disney World? ¿Qué cultura y qué proyecto cultural para la ciudad, por el amor de Dios, va a proponer un conglomerado de comerciantes cuya aspiración vital está centrada en el pesito de ganancia? ¿Qué cultura y qué proyecto cultural va a proponer a la ciudad un sector público que representa, así de tajo la esfera más atrasada intelectualmente?

La improvisación sin planeación conlleva siempre a esperar pasivamente las contingencias y las desgracias para apurar algunos pasos en su solución o conservar ¨la estabilidad del problema¨. Política de parchar huecos. La solución de lo urgente relegando lo importante.

Si la cultura es el AÑADIDO del hombre a la naturaleza nosotros en medio de los feroces tiempos que afrontamos, en un país pletórico de bandidos, de tumbis y de usura, no nos preguntamos qué podemos AÑADIR, sino qué podemos RESTAR para que la flor de la poesía se levante entre el estiércol.

¿Seremos unos utópicos y unos moralistas si pensamos en la posible ciudad futura como una urbe poética, como un espacio de conversación, de confrontación dialéctica, un espacio de cuestionamiento, de transformaciones, un espacio de fiesta para los sentidos y la inteligencia?

No soñamos con una ciudad bucólica, instalada en el pasado, plena de armonía, paz, prosperidad y feliz año nuevo. Sabemos que habitamos en un entorno difícil, conflictivo, erizado, lacerado, instancias que nos proponen un trabajo proporcional, en otras dimensiones.

Uno que se ha pasado casi toda la vida metido en la oscuridad de los escenarios hurgando fantasmas y persiguiendo infancias, mal podría hoy hablar a nombre de gremios o configurarnos como expertos o representantes de la cultura. Pero las pasiones son aptas de una defensa y el amor inequívoco por ese arte modesto y hermoso que practicaron los abuelos Shakespeare, Esquilo y Brecht, nos apartan de la generalidad cultural para hablar sobre lo particular: La preocupación por grupos teatrales que han representado una opción para la ciudad y que hoy especulan con la posibilidad de seguir existiendo.

No somos optimistas, previamente nos hundimos en la reververación estética sabiendo que jugabamos una partida contra el fascismo y llevabamos todas las de perder. Nuestra suerte no es singular ni sorprendente: formamos parte del gran ejército de indeseables de este país, o sea, casi 30 millones de habitantes.

El reconocimiento de la historia, su reflexión, nos vuelve escépticos, por ello cuando la información nos satura sobre los urgentes propósitos de paz y convivencia, se nos viene en remolino el aforismo poético de Bertolt brecht:

¨Cuando los de arriba
hablan de paz,
el pueblo llano debe prepararse
para la guerra
,

¨Los de arriba se han reunido.
Hombre pequeño,
Prepara tu testamento¨.

Medellín. Febrero 23 de 1.999.