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Crónica De La Semana
El Teatro Matacandelas: La Metafísica Está Aquí Mismo…

“Recuerdo mucho allá: lo que quería ser, lo que soy, lo que me gusta, lo que desprecio” continúa explicando Josué otro día en la calle, “allí veo la belleza que en teoría le hacen detestar a uno los profes, y que ahí no se la explican al que llega, sino que se vive, se respira…”.

Y ciertamente, creo que Josué no se equivoca, porque compruebo con mis propios ojos que Cristóbal es un ser todo bonito: es un sabio, un hombre de certezas, un presocrático en el sentido que Cortázar lo define, que se conjuga perfectamente con el entorno creativo de este lugar; “Yo amo esta pequeña Grecia medellinita, en especial a ese hombre calvo [se refiere a Cristóbal] que nos hace gozar intensamente todos los meses del año con tanta ocurrencia”, nos advierte Mariana Rivas Niño, asistente periódica de las funciones del grupo.

Tal entorno específico tampoco me es indiferente, debido a que antes de una función empieza a hablar Federico Medina Campuzano, otro asistente y viejo lobo de mar del mismo teatro, quien me hace apreciar sus palabras como mías: “aquí siento que el color azul me traspasa las entrañas, dialogo un poco con ese pasado que me aprieta las tuercas cada mañana. Ahora es el verde, los cuentos, las historias bacanas que le dicen a uno cosas de su propia vida y la de los demás”, esa afirmación que comparto, me pone en un lugar incómodo, pues registro tal aseveración como si alguien la hubiese desnudado de mis propios pensamientos.

“Amo la antropología filosófica de las noches de acá, el hastío que eso produce, la estética que hace a este teatro tan así” me responde evasivamente alguien cuando le insinúo algo sobre aspectos negativos del colectivo. Seguramente es una manera de devolver bien por mal, me digo en ese instante.

El Hombre. Cassirer necesitó un libro para decirlo. Este teatro lo da en una imagen, en un gesto o en ambos; hasta en el tintico de cortesía. Esto es una maravilla revuelta. Me convenzo instintivamente del asunto.

Todo mundo lo conmina a uno a obedecer, hasta para venir aquí fue obedeciendo instrucciones, pero esa es la vida. En este sitio, en la función, también antes y después de ella, me investigo para efectos del informe presente: ¿Qué veo aquí?, ¿Qué siento aquí? Y encuentro una libre respuesta: que preguntarse eso vale la pena solamente para no responderlo, para anarquizar la conciencia; pero de todas maneras uno puede decir que allí se ven: mujeres - hombres - licor - libros en las mesas – cortejos – cervecitas – aguardienticos – desprevenidos – inteligentes – tristes - felices personas.

Pinturas, carteles, poemas. Los de antes, los de ahora. Los que ya no están. Lo que ya no está. El teatro es reflejo de lo que uno lleva y le falta por dentro. Lo que ansía uno pero que de una u otra manera disfraza para expresarlo con saco y corbata, siendo tan sencillo: serenidad, sabiduría, Cristobalito por ahí andando.

La consigna del mentecato: vencer el orgullo de sí mismo, aunque eso mismo signifique sacar el orgullo a pasear en un texto para entregar. Uno puede resultarse muy ocioso a sí mismo, y lo bueno del “mata” es que uno puede o no darse cuenta, y de las dos formas sentirse tranquilo. Por eso: digo con ellos, y con el fardo a cuestas o al lado: Afortunado el que entra, se amaña y persevera en su existencia aquí.

Algunos años del proceso Creativo del Teatro Matacandelas que decidí indagar se pueden abreviar en una intuición que atraviesa uno que otro espacio de creación en el mundo de las artes y las letras, asunto que resalta lo maravilloso: La experimentación continua y la exploración de nuevos lenguajes, la trasgresión, incluso de la transgresión misma. Ello es lo que ha hecho tan locuaz y vigoroso el hacer matacandelezco durante tantos años incesantes.

Jarry, Séneca, Beckett, Pessoa, Cocteau, Bretch, Poe, Maeterlinck, Sylvia Plath, Tardieu, Andrés Caicedo, Federico García Lorca, Eduardo Zalamea Borda (sin contar con las producciones colectivas propias); son algunos de los entes y guiones más conocidos que ha trabajado el teatro, con un hilo conductor que lleva a que su público se cuestione y replantee infatigablemente, tanto es así que dos funciones del mismo guión, son eminentemente distintas en los detalles; que desde la entrada hasta la salida se siente algo que se cumple en un ritual que a pocos resulta inadvertido.

Todo se relaciona para que el espectador salga subvertido en el amplio sentido del término. Aunque ahí no acaba la cosa. El teatro ha formulado momentos de cine, de teatro infantil, ha tenido temporadas en giras internacionales, funciones musicales, todo en un mismo eje estructurante: celebrar y distribuir una metafísica del aquí y del ahora, una metafísica que sale del hombre y regresa a él, una manera que permite indagar y entender esto que nos traspasa, que nos pone a llorar o reír: la vida misma, el hombre mismo.

Cine, literatura y música son tres constantes que destacan al teatro, en ello también fija su proceso creativo. Como plantea el director, “El teatro tuvo que darse cuenta de que el cine estaba tomando lenguajes que eran posibles retomar. Cada vez que el teatro trata de robarle al cine su exhuberancia, pierde. Pero hay lenguajes cinematográficos que son interesantes. Por ejemplo, antes del cine no existía el flash back, ni el flash forward en el teatro…”, comenta ahincadamente. En cuanto al tema de la música en los múltiples montajes del Matacandelas, puede enfatizarse tranquilamente que ésta siempre ha intervenido en las puestas en escena y en las veladas que ha ofrecido el teatro, instituyéndose como parte inajenable del círculo creativo que impulsa la dramaturgia colectiva o la asimilación de algunos de los guiones que se interpretan. La música le otorga un toque bien especial a la marcha del teatro, bien sea en su puesta en escena o en una lisonja propia o con invitados.

Podemos establecer públicamente, que todos estos años de tesón e intensa dramaturgia, confirman una estética que radica en lo sublime y en lo misterioso, en la invitación no a saberlo todo sino a disfrutar del misterio al que invoca el proceso creativo del teatro... entendiéndose por proceso creativo la gestación, dirección y ejecución de los montajes, que resultan de una intervención colectiva, que pasa por el actor, el director, el sonidista, la improvisación, la interpretación múltiple del texto, la indagación profunda y multidimensional del texto.

Para terminar, podemos citar textualmente algunas de las palabras de Cristóbal Peláez, donde se nos explicita ese sentimiento de ciudad que vive el Matacandelas, un teatro que se deshizo de la Medellín idealizada que muchos intentan ofrecer: “Los habitantes de esta urbe suelen hablar muy bien de su ciudad, un fervor de buena voluntad y con una mirada piadosa se refieren a ella como la bella villa, la tacita de plata, la eterna primavera. El optimismo la quiere ver como el mejor vividero del orbe y diez kilómetros a la redonda. En exagerado delirio se la apostrofa como el lugar donde vive la gente más verraca del universo, no ha faltado quien la tilde de Ciudad cultural del continente. En un contexto más amplio es la capital de Antioquia, la grande, la altanera, la mejor esquina de América Latina, epicentro de la industria, gente sensible, honrada, trabajadora, noble, solidaria. Todos los adjetivos, sustantivos y proverbios se hacen mezquinos para describir esta ciudad fenómeno del universo que aparece subrayado por un círculo en el mapa intergaláctico.”, prosigue comentando: “Al referirnos orgullosamente a nuestra cultura (toda Colombia incluida) ¿de qué estamos hablando? ¿Cuál es nuestra cultura? Es un quiste: bandidos por naturaleza. Somos literalmente (excepciones habrá) gente que anda con una esponja en la mano para robarse un mojado.”

Vemos cómo se erige una posición fuerte y un tanto radical en la visión de ciudad y de cultura en el teatro Matacandelas, visión que han venido trabajando y que empieza a formular sus frutos: “Toda verdadera cultura, si la es, tiene que ser, en rigor, una contracultura, quiere decir un desmesurado trabajo del espíritu y del cuerpo para sacarnos de adentro este estigma centenario de pícaros y violentos; Toda verdadera cultura es una ardua pelea contra el instinto bestial, contra una tradición enfermiza que puso como paradigma todo aquello que de fondo nos está imposibilitando la vida. Para que la vida sea posible, tendrá que ser de otro modo. Enderezar es desaprender a caminar y marchar a la reversa. Una pugna contra lo que hemos sido y contra lo que unos pocos quieren que seamos”

Somos testigos pues así de una manera "otra" de entender el mundo, a través del arte, a través de la existencia misma, que nos propone una sentida mirada sobre lo que somos y la manera de expresarlo. Agradecemos a todos aquellos que hicieron posible este enredado escrito y que contribuyeron con su talento y sus palabras u opiniones a ayudarnos a establecer unas variables descriptivas sobre este fenomenal grupo de creación.

Fuente: http://www.plano-sur.org