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El legado de Andrés Caicedo.
La contracultura de una generación
que ha hecho eco

Por: Lina Isabel Castaño

Lina Castaño

Egresada de Filosofía de la Universidad de Antioquia con experiencia en producción cultural, relacionada con las artes y las humanidades. Actriz, guionista, comunicadora y productora de eventos artísticos y culturales en el Teatro Matacandelas. Ha participado en diversos proyectos editoriales como editora, correctora, escritora de textos y productora de contenidos, así como en la creación, ejecución de proyectos y estrategia de comunicación digital. Directora general y programadora cultural de la Fundación CasaTeatro El Poblado. Apasionada de la fotografía en escena y fuera de ella. Actualmente se desempeña como gestora cultural.

Este texto se hizo en el marco de la maestría de Humanidades: arte, literatura y cultura contemporáneas de la UOC.

UOC (Universitat Oberta de Catalunya).
Universidad Abierta de Cataluña

Andres sosteniendo una poker

Andrés Caicedo. Fotografía: Eduardo “La Rata” Carvajal

Morir y dejar obra

Hace 45 años, el 4 de marzo de 1977, aparecía publicada por primera vez, a través del Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), la novela ¡Que viva la música! de Andrés Caicedo. Ese mismo día, él decidía poner fin a su vida con 60 pastillas de Seconal. Siempre manifestó no querer vivir más allá de los 25 años, en una especie de conjuro contra el destino hosco de la adultez. Así que luego de recibir su obra, el último acto hacia su muerte, luego de dos intentos fallidos, se llevó a cabo en el pequeño apartamento en el Edificio Corkidi, que recién compartía con su novia Patricia Restrepo, en Cali. Sobre la máquina de escribir reposó su rostro para siempre y su obra creada con frenesí durante los últimos años, emergió como el testimonio de una época que instauró banderas de cambio y transformación. Andrés Caicedo se conservó joven para los jóvenes, para quienes escribió y a quienes hizo protagonistas de sus obras. No ha envejecido nunca, por el contrario, cada iniciado en su obra mantiene la llama de su legado.

Portada del libro ¡Que viva la música!

Andrés Caicedo fue un lector y escritor precoz que dedicó sus últimos diez años de vida a dejar una obra que incluye cuentos, relatos, obras de teatro, guiones, críticas de cine, así como la publicación de la revista Ojo al cine (1974-1976) y la creación del Cine Club de Cali (1972-1977), en el que logró establecer una pequeña comunidad de cinéfilos que al paso de los años se ha expandido junto a toda su obra y que dio pie al llamado grupo de Cali o Caliwood, un grupo de amantes del cine y creadores audiovisuales que dio gran impulso al séptimo arte en Colombia a lo largo de los años siguientes y hasta hoy, como Carlos Mayolo, Luis Ospina, Óscar Campo, entre otros.

“Si dejas obra muere tranquilo confiando en unos pocos buenos amigos”, es una de sus frases más representativas, y será el enunciado que nos sirva como eje conductor para mostrar cómo su obra ha logrado expandirse luego de su muerte a través de distintas generaciones, cómo ha influenciado a artistas, cómo los jóvenes hoy en día lo leen con avidez y hasta hace parte de los currículos escolares después de haber sido rechazada por la oficialidad y por lo establecido, cómo logró despertar el entusiasmo para la creación y para la formación de públicos, cómo sus amigos heredaron ese entusiasmo y también fueron atravesados por él en la creación de sus obras, en suma: cómo 45 años después la potencia de su obra ha configurado un hito importante en la cultura de Colombia que ha trascendido las fronteras, habiendo sido en primera instancia una fuerza que rompió los esquemas tradicionales y se gestó como contracultura para conseguir asentarse en la base de la cultura actual. Para ello nos serviremos de algunos de los casos más representativos, pues la onda ha sido tan extensa que no nos alcanzarían las palabras de este ensayo para hacer justicia a todos sus herederos.

El cine

En primera instancia, fueron precisamente sus amigos más cercanos quienes se encargaron de mantener su obra que trascendió a la pequeña comunidad de cinéfilos caleños que ya había logrado conformar durante el tiempo que duró el cine club del Teatro San Fernando, el lugar donde obraba como oficiante y que conformaba junto a sus grandes amigos Luis Ospina (1949-2019), Carlos Mayolo (1945-2007), Ramiro Arbeláez y Patricia Restrepo, la única mujer del grupo. Fue allí justamente donde el día de su muerte, ese grupo de jovencitos que se reunía cada sábado al mediodía o los viernes a la media noche, a escucharlo hablar sobre cada una de las películas, llegó a despedirlo y fue también el momento en que comenzó a expandirse la obra y la leyenda llamada Andrés Caicedo, inseparables para siempre como icono y motor.

Cine club de Cali

El cine consiguió convertirse en una pieza vital para generar una perspectiva nueva a la mirada común. A través de la gran pantalla se abrieron mundos desconocidos que contrastaban y daban nuevas herramientas para verse a sí mismos y a su ciudad. La oscuridad de la sala era el lugar para los desadaptados e inconformes, para los jóvenes llenos de preguntas y angustias que se encontraban allí para decantar sus pasiones y anhelos que difícilmente encontraban a plena luz del día en esa ciudad donde el sol es intenso, fue también lo que les permitió verse y leerse en nuevos lenguajes y manifestaciones. Muchos fueron los contagiados por la cinesífilis (1) en esa soledad compartida entre películas de horror y del oeste norteamericano, las películas de Bergman, de la nueva ola francesa y de Jerry Lewis, entre otras, sobre las que juiciosamente Andrés escribía y dejaba constancia, tal como hacía con cada uno de los libros que devoraba, tal como podemos encontrar en El Libro negro de Andrés Caicedo. La huella de un lector voraz (2008).

Luego de su suicidio comenzó el boom del cine en su ciudad natal. La pandilla creadora se entregó a una interminable carrera de rumba y producción. Se dedicaron a rodar y a crear como si no existiera más allá o como si rodar fuera la fiesta perpetua, y así a contagiar con el entusiasmo del séptimo arte a nuevos amigos. Entre el documental y la ficción, las temáticas pasaban por narrar su propia ciudad, sacar a la luz los personajes anodinos en ella que no habían tenido voz en otros espacios o expresiones, emergieron las historias de vampiros y con ellas todas las influencias y elementos del cine de terror y de la literatura gótica con elementos políticos. Una estética que permitía desde la fantasía denunciar relaciones de dominación y colonialismo, así como tipos de racismo y clasismo bastantes afincados y normalizados en la sociedad de la época, también a breves pinceladas los albores del largo capítulo del narcotráfico que apenas se iniciaba. Esta frenética combinación se dio en llamar Gótico Tropical y generó películas como Pura sangre (1982), Carne de tu carne (1983) y La mansión de Araucaima (1986). Todo ello en pleno boom de la literatura latinoamericana y del realismo mágico. El género Gótico Tropical surge de un reto lanzado por el director de cine Luis Buñuel quien afirmó que no era posible hacer un relato gótico en el trópico, a lo que Álvaro Mutis dio respuesta al escribir la novela La mansión de Araucaima en 1973 y que luego fue rodada por Carlos Mayolo.

Paralelo a la época del cine club, se creó en la ciudad un espacio que se llamó Ciudad Solar que resulta muy importante para la comprensión de la semilla que se estaba gestando en ese momento y que da génesis al movimiento del que hablaremos más adelante que se dio en llamar el grupo de Cali o Caliwood y que recogió, sostuvo y expandió el entusiasmo caicediano hasta nuestros días. Un espacio que también fue el origen de muchos grupos y festivales, sembró la simiente de revistas y centros culturales que comenzarían a aflorar en la ciudad y en el país. Allí se gestó una nueva manera de ver el mundo llena de entusiasmo y alegría, en contraposición a los esquemas académicos y de la alta cultura que ya comenzaban a quedar caducos. Ciudad Solar era una casa de dos pisos, quince habitaciones y dos patios, cedida por la familia de uno de los jóvenes entusiastas, Hernando Guerrero. Allí también convivió con otros artistas Andrés Caicedo, o Pepito Metralla, como lo llamaban sus amigos, por el ritmo de su máquina de escribir que se activaba sin pausa también en las noches o en medio de la rumba.

Ciudad Solar fue un polo de desarrollo cultural y juvenil que funcionó entre 1971 y 1978 en el barrio La Merced de Cali, y que tenía como propósito acoger e incentivar las artes. Fue un lugar de experimentación y colaboración donde artistas plásticos, escritores, fotógrafos y amantes del cine, podían llevar a cabo sus creaciones, exponerlas, e incluso vivir allí mismo con toda la fraternidad, las dificultades y alegrías de la convivencia. Allí mismo, como una extensión del Cine Club del Teatro San Fernando, se creó el Cine Club Subterráneo donde se exhibían películas en 16 mm.

En los términos de la época se podría considerar como una comuna hippie, que a la vez servía de lugar de encuentro y de exposición de obras, de una manera independiente, en muchos casos autodidacta, y por fuera de los espacios culturales canónicos e incluso universitarios dominados por unos esquemas que iban quedando estrechos a esta pulsión juvenil y que incitarían justamente que la academia y los esquemas artísticos y culturales se transformaran en los años venideros. Los habitantes de Ciudad Solar no pasaban de los 26 años, eran jóvenes que ya no se adaptaban a los viejos valores tradicionales en una ciudad donde afloraron constantes manifestaciones obreras y estudiantiles que manifestaban el inconformismo de la época en todo el mundo y para la que justamente la juventud se convirtió en protagonista de los cambios.

De esa manera, Ciudad Solar fue también un lugar de libertad y de experimentación de nuevas formas de relacionarse, de explorar la sexualidad sin tapujos, de cuestionar los roles tradicionales basados en el género, de hacer del arte un lugar de denuncia, de explorar su propia ciudad y de alzar la voz. Allí se formaron muchos talentos que fueron muy importantes para el arte, la crítica y la gestión en los años venideros en Colombia como Miguel González, director y curador del Museo la Tertulia de Cali y muy reconocido a nivel nacional por su trabajo; se llevó a cabo la primera exposición de Óscar Muñoz, ganador del Premio Internacional de Fotografía de la Fundación Hasselblad en el 2018, entre otros muchos reconocimientos a lo largo de su vida; también se presentó la primera exposición del fotógrafo Fernell Franco. A su vez, el artista plástico Ever Astudillo, el realizador audiovisual y docente universitario Óscar Campo, fueron algunos de los artistas que crecieron y se nutrieron de Ciudad Solar. Muchos de ellos después se formarían en otras ciudades o fuera del país y regresarían para seguir haciendo obra y trabajar en la academia o en instituciones culturales.

En Ciudad Solar se gestó también el grupo de Cali o Caliwood, como se le dio en llamar al paso de los años, incluso el espacio ayudó a producir varias de sus obras audiovisuales donde el cine se aprendía haciendo cine, con equipos limitados y todas las dificultades técnicas del momento. Sin embargo, la cinefilia estaba por encima de cualquier obstáculo, así que con el cine club, la publicación de la revista Ojo al Cine, ver todo el cine posible e intentar producirlo se convirtió en una obsesión y en una carrera casi mística que los conformó en pandilla creativa, lejos de todo lo que nos podamos imaginar ahora de división de roles, oficios y trabajo formal, y sobre todo de industria, en el desafío contante de abolir todas las leyes bartlebianas. “Yo siempre vi a Andrés como un misionero del cine, esa era su religión, y con esa fe ciega logró convertir a muchos caleños, la gente que asistía se empezó a fascinar por el cine de tal forma que esto fue creando una sensibilidad muy auténtica y ecléctica que más adelante sería determinante para la cultura caleña”, (2) señala Rosario Caicedo, hermana de Andrés y una de las principales guardianas y alentadoras de su obra.

portadas de la revista Ojo al cine

Es así, como dentro de la configuración del horizonte narrativo, es importante señalar también que en el año 1971 y como detonante a las nuevas perspectivas que traían los jóvenes llenos de preguntas e inquietudes, entre los cuales la ciudad se convirtió en protagonista, se dieron algunos hechos que impulsaron su trabajo creativo. Las diferencias entre la cultura ilustrada y la cultura popular se evidenciaron y sacaron sus púas como nunca antes.

El año 1971 fue un año muy importante también para la vida cultural de la ciudad de Cali que en ese entonces contaba con alrededor de 800.000 habitantes, se debatía entre la violencia bipartidista entre liberales y conservadores, recibía los ecos de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, además del influjo de Mayo del 68 y la Revolución cubana que propiciaban marchas estudiantiles y obreras difíciles de silenciar. En medio de esta atmósfera la realización de los Juegos Panamericanos y la Bienal Internacional de Artes Gráficas, fueron hechos que abrieron el camino a una ciudad a la modernidad con un plan de reordenamiento urbano y reforma arquitectónica que contempló la construcción de espacios deportivos y culturales, así como terminales de transporte a la altura de los visitantes pero que a su paso arrasó con un gran patrimonio arquitectónico que estos jóvenes tuvieron necesidad de documentar.

Además, justamente a los Juegos Panamericanos no fueron invitados gratos los habitantes de la ciudad, lo cual constituyó un detonante para que se gestara el documental Oiga vea como la cara no oficial del suceso. La película fue codirigida por Luis Ospina y Carlos Mayolo y se narra desde el punto de vista de los habitantes de la ciudad que no pudieron ingresar a los juegos y además fue el trabajo de grado de Luis Ospina de la carrera de Cine en la Universidad del Sur de California.

En el libro Palabras al viento, Luis Ospina rememora que fue Mayolo quien le presentó a Caicedo: “En él encontré un espíritu afín, un amigo desconocido. Habíamos compartido lugares comunes y vivido vidas paralelas que, sin nosotros saberlo, se habían cruzado; habíamos frecuentado las mismas películas, en los mismos teatros, sin nunca habernos conocido”.

Fotos de Andres y Mayolo

A partir de entonces vinieron claros intereses en sus temáticas donde el protagonismo de lo urbano cobra un valor primordial, y en ello el interés por lo marginal, lo extraño, los personajes nunca vistos de su ciudad que los llevó a un proceso de desclasamiento necesario para acceder a aquella población silenciada por el clasismo o por el racismo, con el fin hacerlos partícipes y protagonistas de sus historias que son las historias vivas de su contexto y que hasta el momento no habían sido narradas ni mucho menos vistas, dado que desde su posición burguesa no las habían vislumbrado más allá de las personas del servicio doméstico, de los choferes o los policías que en algunos casos trabajaban en sus casas. Se trata entonces de un trabajo profundo y creativo de reconocer al otro desde una poética de la calle donde emergen situaciones y personajes locales con toda la fuerza de sus sueños, condiciones y frustraciones. Es una manera también de mostrar su propia ciudad a sí mismos y al mundo, todo aquello que muchas veces desde la asepsia social y canónica de la alta cultura, no se da por ilustre ni ejemplar pero que constituye el corazón de un pueblo.

Otra de las producciones de la época fue el falso documental Agarrando pueblo, un acercamiento a lo marginal y a lo popular que tuvo como motivación la profusión de documentales que hacían concesiones para mostrar en Europa cómo se vivía la pobreza y la miseria en los países tercermundistas, conocido como cine de sobreprecio. Con Agarrando pueblo decidieron hacer una denuncia que estableciera la vulgarización en el tratamiento de los temas de su ciudad y de sus gentes, así como unos principios éticos para la realización audiovisual en la idea también de reconocer en el cine su capacidad de configurar la identidad de un país y la importancia que esto tiene para la construcción de memoria. Con el documental lanzaron su propio manifiesto:

Manifiesto de la pornomiseria

Hasta entonces las artes y la cultura en Colombia habían estado dominadas por las clases más acomodadas económicamente, en ese concepto de alta cultura que avala en primera instancia lo ajeno a lo propio y habían sido manejadas por las élites con una formación claramente eurocéntrica. Andrés Caicedo se enfrentó a las turbulencias de la adolescencia con un sentido muy universal, y al mismo tiempo puso su ojo sobre las diferencias económicas, sociales y los rasgos monstruosos que emergían de allí en unos y otros, reconociendo al mismo tiempo lo que implica estar en una sociedad tan excluyente, racista y clasista, llena de prejucios y dominada por la iglesia católica y la burguesía que imponían cánones estéticos y sociales, que en la medida en que son excluyentes y ciegos, se convierte en una bomba de tiempo que en algún momento debía detonarse. Es así que la cultura ilustrada y la cultura popular se entregaron a la batalla por su propia verdad, fue entonces la lucha entre las clases burguesas frente a las proletarias, el de la tradición y costumbres provincianas respecto a nuevas maneras de ver, expresar, narrar, representar y refutar las mismas tradiciones.

El teatro

Antes que el cine fue el teatro. Otra de las expresiones que Andrés Caicedo encontró para irse contra el mundo establecido estuvo en la dramaturgia, pero sobre todo en la adaptación de guiones y el trabajo de la puesta en escena como director, una actividad que tuvo más sinsabores que satisfacciones, muchas veces por la censura o las dificultades de realización. En 1966 incursionó en el Primer Festival Estudiantil y en 1968 ganó el premio a la mejor dirección por su obra La piel del otro héroe en la tercera versión del mismo festival. En su último año de colegio adaptó y dirigió Las Sillas de Eugene Ionesco (1969) y escribió y dirigió la obra de su autoría Recibiendo al nuevo alumno. De su época de colegio también encontramos las obras: Las curiosas conciencias, Los imbéciles están de testigo y El fin de las vacaciones.

En 1970 adaptó y dirigió la obra La noche de los asesinos de José Triana, obra que le permitió entrar en contacto con el Teatro Experimental de Cali (TEC), uno de los grupos icono del teatro en Colombia, en cabeza de Enrique Buenaventura. En el TEC tuvo la oportunidad de actuar en la obra Seis horas en la vida de Frank Kulak. Poco después escribió la obra Los héroes al principio basada en la novela La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. En 1972 estrenó la obra El Mar, que escribió y dirigió, basada en textos de Harold Pinter, Edgar Allan Poe y Herman Melville.

Según los designios del destino en la expansión de esos pocos buenos amigos, el Teatro Matacandelas de Medellín, lo acogería años después para hacer posible su extensión en el escenario con gran acogida de propios y extraños. Andrés Caicedo ha sido uno de los autores más queridos de este colectivo que ya suma 44 años de labor escénica con dos obras representativas del autor, Angelitos empantanados y Los Diplomas bajo la dirección y dramaturgia de Cristóbal Peláez. Es fácil encontrar su figura en afiches, cuadros, frases y fotografías por toda la sede del teatro como si fuera uno más de sus integrantes, como si al fin hubiera encontrado un grupo para hacer de las suyas en el escenario y encontrar a más y más jovencitos sedientos de conmoción.

Angelitos empantanados. Teatro Matacandelas.

Angelitos empantanados. Teatro Matacandelas.

En el año 1995 se estrenó la obra, y aún hace parte del repertorio, Angelitos empantanados de la novela del mismo nombre recoge tres relatos extensos: Historias para jovencitos, El tiempo de la ciénaga y Angelita y Miguel Ángel. La obra se desarrolla con una gran puesta en escena que nutre su dramaturgia a partir de un cuidadoso trabajo de vestuario, escenografía e iluminación que enriquecen el universo caicediano, nos ubican en los años sesenta y le da un lugar inolvidable a cada uno de los personajes con los que fácilmente el público se puede ver reflejado, no importa cuántos años han pasado desde la escritura de estos relatos. Es una obra que se vale además de elementos cinematográficos que reflejan las pasiones de su autor. La obra se ha convertido a su vez en un icono teatral en el país que de tanto en tanto se pone en temporada y ya cuenta con más de 600 funciones con un alcance de más de 70.000 espectadores a nivel nacional e internacional.

Es de notar que cada vez que se presenta la obra, la sala se llena de nuevos y viejos jóvenes que quieren ver la historia de Angelita y Miguel Ángel, un par de jóvenes burgueses de finales de los años sesenta que llevan una relación adolescente y dulzona como cualquier otra y sin mayores deslumbramientos, pero que nos sirve para ver a través de ellos las problemáticas familiares de sus vidas privilegiadas pero sombrías, donde el alcoholismo, la enfermedad, la tristeza, entre otros, evidencian una sociedad decadente que se sostiene en los viejos abolengos y en la pretensión de ser mejores por su condición social y económica, y que además les presta poca atención, pues las criadas, los choferes y celadores llevan a cabo gran parte de su cuidado diario.

Hay en ellos soledad y aburrimiento. Angelita sufre cada mañana con el sonido del despertador para ir al colegio, sus padres se pelean a cada momento, su hermano belfo jamás completará la serie de nadar, montar en bicicleta y a caballo y patinar, como la de cualquier otro de su clase, un día lo encontrará muerto debajo de su cama entre hojas secas; Miguel Ángel vive entre la sombra de su madre Irma, la dulce, que nunca se levanta de la cama y mucho menos desea abrir las cortinas de su habitación, pues una pena que no conocemos custodia su existencia. Las vidas de este par de angelitos se desenvuelven en el tedio cotidiano hacia el porvenir que de seguro repetirá lo que sus padres viven. Pero el desenlace se da en el encuentro con otros tan jóvenes como ellos pero del sur, la zona más pobre de la ciudad y ahí se evidencia el contraste de las diferencias abismales entre unos y otros que se desata en tragedia.

En Angelitos empantanados, también nos encontramos con el personaje de El Pretendiente, que halló su fatalidad al enamorarse de Angelita y entonces decidió pensarla para siempre, no volver nunca más al colegio y llamarla enloquecidamente a su casa con cualquier excusa: “Hiciera lo que hiciera, siempre estaría allí esa rabia para entorpecer cualquier acción, un examen final para el que no estudiaría jamás, una leción oral no dada. Entonces decidí convertir aquella rabia en pura tristeza, y la única manera era la de aceptar con despojamiento mi destino: el de romántico desgraciado”; Por otro lado, Miguel Ángel encuentra el inicio de su fatalidad en Berenice, la prostituta vampiresca, basada en el personaje del mismo nombre de Edgar Allan Poe, que comienza a frecuentar y de quien se enamora perdidamente. En general, los personajes cercanos a los angelitos empantanados pueblan la oscuridad, se encuentran en la sombra, como si estuvieran en una especie de limbo o de aislamiento, que no se quieren relacionar con nadie y mucho menos con los de clases bajas, con los otros. También por eso ponen rejas a sus casas y se cuidan de establecer cualquier relación y mucho menos vínculo con quienes no hacen parte de su círculo cercano u ostenta apellidos socialmente acreditados.

Texto Angelita

En la obra también se escucha la música de referencia de su autor, entonces no faltan las notas de los Rolling Stones, el candente Agúzate de Richie Ray, las referencias a Billy The Kid, Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft, entre otros, y por supuesto, esa oda a la juventud agobiada y a la vez festiva de toda su obra en la que suenan palabras como las dichas por Miguel Ángel:

Texto Miguel Angel

A esta obra aún llegan tantos angelitos empantanados que pueblan la sala con su desparpajo y afectación, propios de la juventud pero también de las preguntas por la existencia, de las vidas que apenas se forman y están llenas de preguntas e inconformidad porque eso no tiene época, es la irrupción de la existencia en todo su furor.

Andrés Caicedo alcanzó a rodar el corto inacabado de Angelita y Miguel Ángel con Carlos Mayolo, un material que fue rescatado por Luis Ospina, años después. Al respecto Carlos Mayolo dice que fue un corto que se hizo en un periodo donde aún no se había incursionado en la ficción, todo había sido documental hasta el momento, así que decidieron hacer un argumental moderno que retratara muchas de las situaciones de sus propias casas y familias, incluso Andrés Caicedo hace el personaje de policía. Se dice que no llegó a terminarse por las diferencias entre Mayolo y Caicedo sobre las decisiones acerca del rumbo final del filme. Caicedo quería que los personajes se perdieran en un lugar indeterminado con un énfasis más gótico, y Mayolo que se narrara más desde el contexto social.

Fotograma del corto Angelita y Miguel Ángel. Andrés Caicedo como policía

Fotograma del corto Angelita y Miguel Ángel. Andrés Caicedo como policía.

Por otro lado, la obra Los Diplomas llevada a escena también por el Teatro Matacandelas en 1997, está basada en distintos textos de Andrés Caicedo: Recibiendo al nuevo alumno, Maternidad y La estatua del soldadito de plomo, con dramaturgia de su director Cristóbal Peláez. En esta obra está la marca de la muerte en los jovencitos que están a punto de graduarse del colegio, en un contexto que no les deja mayores opciones ni alternativas de vida, algunos no ven perspectiva en medio de una educación represiva y acartonada, que aún persiste, otros aspiran trascender y ser seducidos por la esperanza en la alternativa de tener un hijo como si allí se pudiera afirmar la propia existencia, pero siempre la muerte y el desasosiego juvenil están presentes.

Augusto, “nombre victoria siempre contra los malos tiempos que vivimos”, es el nombre del recién nacido de Carlos Felipe, el protagonista que sobrevive a la oscuridad. Andrés Caicedo pasó por muchos colegios en su inconformismo juvenil, en Los Diplomas se evidencia de nuevo que escribe para los jovencitos insatisfechos frente a un mundo adulto con el que no encuentran comunicación ni perspectiva. La educación anacrónica, la doble moral, tampoco les brinda nuevas luces, por el contrario, el horror sacude las vidas de los cinco estudiantes: Manolín Camacho, Alfredo Campos, Diego A. Castro (Castrico), Ignacio Moreira y Pepito Torres.

Escena diez - Sueños Los Diplomas. Teatro Matacandelas.

Así pues, el Teatro Matacandelas se ha sumado también a esos pocos buenos amigos y a través de sus puestas en escena ha invocado a nuevos seguidores de la obra caicediana a quienes ha influenciado en la creación, en los referentes cinematográficos, pero, sobre todo, en una mirada y disposición ante la vida y en la formación de nuevas miradas sobre sí mismos y sobre el mundo con un criterio amplio y definido. Al respecto, Cristóbal Peláez, director del Teatro Matacandelas nos responde la experiencia de tener a Andrés Caicedo entre sus permanentes obras de repertorio, a lo largo de los años.

-¿Cómo ha devenido el público de Angelitos empantanados y de Los Diplomas al paso de los años?

-Cristóbal Peláez: Estrenadas, la primera en 1995 y la segunda en 1997, tuvieron desde un comienzo una recepción similar. Angelitos empantanados fue recibida con cierta desconfianza por parte de un público no tan joven que sabía del autor más por rumores que por lecturas. Predominaba el mito de un joven suicida, la leyenda macabra de un rebelde drogadicto y por lo tanto muchos se sorprendían de ver en escena una representación cruzada por lo poético y una línea narrativa de una gran solidez. Querían quedarse con la imagen caótica que habían heredado. Los muy jóvenes que sabían poco o nada del autor se volcaron efervescentes a aplaudir esa voz fresca que les transmitía la última generación de inclasificables. Con el tiempo y centenares de funciones, a hoy, 28 años de estar en escenarios de Colombia, se ha convertido en una obra de culto que sigue provocando pasión y admiración entre un público joven, jovencísimo, que se mantiene casi que inmodificable. La variación en los últimos años puede estar en que ha logrado atraer (convencer) a un público más adulto que ya reconoce en Andrés Caicedo un extraordinario escritor.

Los Diplomas, sin tener esa explosión admirativa de los Angelitos, fue acogida de inmediato por los más adolescentes, sobre todo por la población escolar de bachillerato que veía allí una semejanza con un sistema educativo desastroso del cual todavía son víctimas.

Andrés Caicedo, quien detestaba la adultez, se propuso siempre escribir historias para jovencitos. Ambos montajes en la práctica escénica han verificado la validez de ese propósito.

-¿Por qué cree que aún le habla a los jóvenes de hoy en día a pesar de la diferencia generacional?

-Cristóbal Peláez: A esta generación y a la nueva que comienza le seguirá hablando esa generación que indudablemente provocó una revolución intelectual y cultural en Colombia, una generación que rompió una Colombia feudal casi hasta 1950. La generación del rock, del cine, del teatro, del pop, de una nueva literatura, de la marihuana, del asfalto.

Andrés Caicedo, Gonzalo Arango, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Santiago García, Cepeda Samudio y tantos más, desde Cali, Bogotá, Medellín, Barranquilla, se lanzaron a ponerle un fórceps a una modernidad atascada por la curia y los finqueros y lo lograron, han puesto un legado de transmisión a nuevas generaciones: Lo que queda de esa generación pionera y no se perderá históricamente, es esa actitud de poesía, de arte, de rebeldía, de disrupción. Un país a la orden del día en lo intelectual sobrevolando una sociedad todavía, a hoy, arando con bueyes.

Andrés Caicedo se abrió un camino en el teatro también a partir de la adaptación de sus cuentos, pues a través de muchos de sus entusiastas lectores fue necesario que se manifestaran a viva voz. Es así como sus narraciones han tomado cuerpo en escenarios tan diversos como públicos ajenos y afines a través de los años. Es el caso del relato El Atravesado, interpretado por Julio Ardila, más conocido como Julio Pilas y su colectivo de un hombre solo, quien asumió este personaje desde 1986 y lo llevó a través de todo el país en algo más de mil funciones, mal contadas, pues poco importan los números cuando la furia caicediana se desata sin distingos estadísticos. El Atravesado, un personaje hecho a puño limpio, es uno más de La Tropa Brava, quien en la dureza de sus músculos y en su recia voz expone las vivencias propias de las pandillas juveniles en plena efervescencia de los años sesenta, y revela antecedentes de la violencia de los años cincuenta en el país de la guerra interminable.

Un paso más se ha dado en los años posteriores y como quien toma el testimonio en una carrera atlética e interminable, a través del Teatro Frastricida, con este relato en cuerpo e ímpetu de Edwin García, más conocido como El Molo, para que las palabras, el gesto y figura de El Atravesado siga convocando espectadores en cada función como el camaján pendenciero que aún vemos en las calles juveniles de otras épocas.

Cómo continúa su legado

Muchos son los que han intentado imitar a Andrés Caicedo, escribir como él, vestirse como él, comportarse como él, al creer que en el pelo largo, la pose o el figurín hallarán la luz de su creación, pero la escritura de Andrés Caicedo va mucho más allá de los consabidos estereotipos. Su fuerza no está en tratar sobre jóvenes y drogas, malandros o pandillas, sino en el gran dominio del lenguaje sobre el que se evidencia un gran conocimiento y en el estilo propio que creó a partir de la transfiguración del lenguaje coloquial en una forma de narrar y de expresarse acorde a las temáticas que lo obsesionaron, como si arrancara desde allí un nuevo verbo o paradigma que llevara al lector a recorrer y sobre todo a recabar en su propia mirada. Además, su potencia está justamente en la manera como se enfrentó a su propia angustia y al horror que le producía la existencia. Andrés Caicedo fue un ser consciente de sí y de las dificultades del mundo y del contexto que lo cercaba, y desde allí tuvo el valor y el arrojo de escribir para dejar su propio testimonio. Ahí desencadenó su verdadera rebeldía y trató de ser espejo de una juventud desorientada y decepcionada para armar una república propia y ajena a los mandatos adultos, una comunidad de jóvenes que aún perdura y resiste con voz propia.

Los libros

El legado y expansión de la obra de Andrés Caicedo ha continuado también en la labor editorial para los lectores de diferentes generaciones, dado que solamente alcanzó a ver publicada su novela ¡Que viva la música!, una autopublicación que le financió su madre de los relatos El Atravesado que incluía Maternidad, en 1975, bajo el sello Ediciones Pirata de Calidad, y algunos relatos y críticas de cine en periódicos locales como El Pueblo, El País y el Diario de Occidente y de las publicaciones de la revista Ojo al Cine. Sin embargo, desde 1966 se conocen sus primeros relatos: El hipócrita peso de los ideales; Lo que se odia, lo que se quiere y lo que se ama; El ambiente negro, las calles negras; Un periódico para mi angustia; Las lámparas.

La labor editorial ha tomado más fuerza al paso de los años, en la medida que su obra ha ganado más valor y reconocimiento pues al inicio muchas editoriales consideraban desde una interpretación muy superficial que se trataba de una literatura muy local por el lenguaje y los temas tratados. Sin embargo, en contraste frente a esta apreciación tenemos que la novela ¡Que viva la música! ha tenido más de treinta ediciones colombianas y ha sido traducida al italiano, al alemán, al francés, al inglés, al portugués y al finlandés. Cabe anotar que la primera versión de ¡Que viva la música! es uno de los libros de segunda más buscados entre sus seguidores y ha devenido en libro de culto.

Es importante anotar también que la publicación de ¡Que viva la música! marca el paso de la literatura rural o costumbrista a la literatura urbana, donde el campo y la naturaleza eran protagonistas, así como la apertura a temáticas hasta entonces inexistentes en la literatura tradicional dominadas por el mundo rural y el realismo mágico de Gabriel García Márquez, y el llamado boom latinoamericano, que tuvo exponentes como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, José Donoso, Mario Benedetti y Julio Cortázar, entre otros.

¡Que viva la música! está narrada por María del Carmen Huertas, una joven que va de rumba en rumba, de noche en noche, a través del rock, la salsa y las drogas. Andrés Caicedo escogió crear una obra realista que se involucraba en los problemas sociales y cotidianos de su contexto pese a la dominancia del realismo mágico del momento. Se inclinó hacia una escritura confesional, a reinventar su ciudad, a quitar máscaras y prejuicios, elementos que por supuesto, no calaban nada bien entre lo institucionalizado en su Calicalabozo.

Portadas de Que viva la música

Así comienza María del Carmen Huertas, su relato:

Texto Que viva la música

Tanto su familia como algunos de sus amigos y personas cercanas han tenido mucho que ver con que la obra de Andrés Caicedo haya salido a la luz y que aún hoy se sigan publicando las obras que permanecen inéditas. En principio, su padre tuvo a bien guardar y comenzar a clasificar su obra que ya estaba bien guardada por el propio Andrés, como si supiera que así facilitaría el trabajo después de su muerte. Más adelante la familia abrió las puertas a su amigo y cineasta Luis Ospina y a Sandro Romero Rey, quien a pesar de no haber sido su amigo, sí asistió en algunas ocasiones a su cine club. Sus hermanas también han jugado un papel preponderante, en especial Rosario Caicedo que atiende constantes y múltiples invitaciones para hablar sobre sus publicaciones y su vida.

Así que el trabajo editorial lleva también alrededor de 40 años en diversas editoriales que constantemente publican y reeditan su obra. En la actualidad Editorial Planeta se propone publicar de nuevo toda su obra, tanto como sacar del baúl escritos nuevos. Se han hecho antologías de sus cuentos, se han publicado todas sus críticas y comentarios sobre cine, incluso ha salido a la luz su correspondencia a familiares y amigos, un género en el que Andrés incursionó bastante y del que guardó una copia meticulosa, y que nos permite conocerlo en sus rasgos profundos, íntimos y cercanos, sin el artificio literario, tanto que se demoró en llevarse a cabo dados los desacuerdos que provocaba entre los miembros de su familia. A la par de sus libros, se cuentan cientos de estudios sobre el autor, traducciones a varios idiomas, así como documentales sobre su vida y obra, y hasta recorridos en su ciudad natal donde se pueden conocer muchos de los lugares referenciados en su obra.

Agrego a este capítulo sobre la edición de sus obras, el alcance que ha tenido también en proyectos como la Librería Danielito Bang en Bogotá, que toma el nombre de uno de los personajes insignia de la literatura caicediana para conformar un proyecto que se constituye como un punto de encuentro alrededor de la literatura joven e independiente de la ciudad. Allí además de encontrar los libros de los jóvenes que aún no suenan en los círculos literarios más reconocidos, se llevan a cabo talleres, presentaciones y conversaciones donde la juventud es protagonista.

Todo comenzó por el fin

Todo comenzó por el fin

En sus últimos años de vida y casi como epílogo personal, Luis Ospina decidió contar su propia historia sobre el grupo de Cali en un gran documental de 208 minutos que llamó Todo comenzó por el fin (2015), motivado por la mitificación, manipulación y sobre todo la tergiversación que se comenzaba a hacer frente al trabajo del grupo de Cali y sobre sus integrantes.

Al calor de un almuerzo en su casa que se prolonga hasta la noche y la ebriedad, en el documental se van revelando los testimonios de algunos de sus miembros o así también a través de las imágenes de archivo de los amigos ya idos, además de muchas imágenes de apoyo de la propia filmografía de Ospina durante los años anteriores. Cada integrante evoca su vivencia en las películas realizadas y, ante todo, lo que vemos es una gran fraternidad y cariño entre unos y otros.

El documental es un homenaje muy sentido al trabajo realizado, pero sobre todo al espíritu que animó su obra, a lo que lograron en términos de la apertura desde el cine a valores como la diversidad, la resistencia y sobre todo la esperanza, además de la capacidad de expresar con un lenguaje propio los pormenores de su época y de sus propias experiencias y problemáticas, a la par de los intereses en común, además del contexto, hasta haber incidido en una juventud que nunca termina de enfrentar horrores. Y todo ello desde el gozo creador, porque si hay algo que pueda ser el epicentro y estar por encima de sus logros, e incluso de sus fracasos y autodestrucción, es la capacidad de gozo frente a la creación y a la necesidad de expresarse con animosa honestidad, donde las líneas de trabajo y diversión prácticamente no existen.

Todo ello sin que se lo hubieran propuesto para ese fin, pero es tal el ánimo festivo y la agudeza de su mirada que es imposible que no se contagie y haga del entusiasmo la fuerza común y creadora, lo que justamente debe imitarse, o mejor, invocarse para mantener el legado. Luis Ospina nos dice que fue un período en el que: “No nos casamos, no tuvimos hijos, no asistimos a las reuniones familiares en el club. Se nos hacía una irresponsabilidad llenarnos de responsabilidades”. Aparentemente estuvieron de espaldas a muchos de los “grandes acontecimientos del país” y a seguir los convencionalismos y las tradiciones comunes, pero estaban más al tanto de sus propias vidas y, sobre todo, de lo que hasta entonces no había sido visto ni narrado y que por ello mismo ha tenido más trascendencia y sentido que muchas de las políticas, programas y acontecimientos de la época.

El contagio de una pasión

A nivel personal creo que mi historia es la de muchos otros que se han encontrado con la obra de Andrés Caicedo y de sus primeros pocos buenos amigos, pues he vivido también a través de esa generación que no es la mía pero que me recoge en muchos aspectos y me ha brindado una forma de relacionarme con el mundo desde nuevas perspectivas. Resalto una resonancia luminosa que me ha brindado muchos puntos de anclaje y sensaciones similares a través de sus creaciones, voces, imágenes y vértigos como si lograra encontrar en ella una comunidad que también siente, piensa y cavila sobre lo mismo, mientras el mundo va en otro ritmo y en otras preocupaciones.

He atravesado por sus diversas obras y textos, por sus acciones y películas, por sus rostros cada vez más agudos a través de los años en pantallas grandes y pequeñas, en los escenarios, he repetido sus líneas una y otra vez, he creído que Danielito Bang o Angelita Rodante son más reales que muchos que vi por las calles de mi juventud o que pasaron por mi vida.

Sé de antemano, que a la par del espanto de la época, hubo un grupo más valiente que los profetas de la guerra que creó su propio universo en el placer de perderse en unos pocos buenos amigos para no sucumbir al ruido devorador de la metralla, la explosión, el político de turno y el dinero fácil, y nos han dejado ese trozo inmenso de mundo que ha incitado a los jóvenes de los días después a persistir en las preguntas para agitarlas en las fuentes del arte que es eterno.

En suma

Andrés Caicedo fue un escritor joven que escribió para jóvenes sin saber, o quizá sí, que esos jóvenes no estarían solo en los de su edad cercana sino que ha perdurado en tantas otras hordas sucesivas que lo buscan, lo leen y lo admiran, convirtiéndolo en un escritor de culto muy cercano a sus vidas, pero que además ha tenido una gran incidencia en la vocación cultural y artística de un país. Esos jóvenes iniciados, durante estos cuarenta años, han participado en una gran transformación cultural, que evidencia que aún el adolescente del presente, lleno de estímulos nuevos y no poco absorbentes en tantas plataformas y redes, encuentra en su voz empatía y hermandad con la misma intensidad y pasión de su época, o incluso más, pues muchos de los rasgos que lo hicieron posible ya son más difíciles de encontrar en el ánimo mercantil del presente y por ello la vocación de muchos se puede ver más intensamente sacudida.

Esta gran incidencia no puede tener otra razón que el contagio de lo profundamente humano que nos conecta desde las fuerzas de la vida y de la muerte que en equilibrio producen la obra de arte, así como las pequeñas revoluciones que se van asentando en el espíritu de una época y de un país. Esa gran capacidad de enfrentar el dolor con la alegría del baile, la fiesta de la existencia sobre las termas del horror.

Andrés Caicedo es un joven que ha vivido más allá de los 72 años que ahora tendría, y por encima de la fama y de la gloria a través de múltiples eventos, homenajes y estudios sobre su obra, es ante todo un referente cultural que hace parte de la memoria colectiva del país, aun cuando lo conozcan o no. Su mirada nos ha enseñado a vernos a través de un lente, un escenario, a través de la palabra y la angustia, porque tuvo la habilidad de hacer de lo sombrío un poema a muchas voces, para que cada voz se reprodujera en su propio tono pero con el mismo espíritu de su pasión. En ese gran poema nos inspiramos para llevar la llama encendida de la creación y la mirada aguda que nos provee de intensidad y valor.

Andrés Caicedo. Fotografía: Eduardo La rata Carvajal

Andrés Caicedo. Fotografía: Eduardo La rata Carvajal

Filmografía del grupo de Cali

Cortometrajes, largometrajes, televisión

1971
Monserrate. Carlos Mayolo. Jorge Silva.
Oiga vea. Carlos Mayolo. Luis Ospina.
Angelita y Miguel Ángel. Luis Ospina. Andrés Caicedo.

1972
Cali: de película. Carlos Mayolo. Luis Ospina.

1975
Asunción. Carlos Mayolo. Luis Ospina.
Contaminación... Es. Carlos Mayolo.
Sin telón. Carlos Mayolo.
La Hamaca. Carlos Mayolo.

1976
Rodillanegra. Carlos Mayolo.
La otra cara “de la moneda”. Eduardo Carvajal.

1977
Agarrando pueblo. Carlos Mayolo. Luis Ospina.

1978
Bienvenida a Londres. Carlos Mayolo. María Emma Mejía.

1981
Pura sangre. Luis Ospina.

1982
Secretos delicados. Karen Lamassonne.

1983
Carne de tu carne. Carlos Mayolo.

1984
Ruido. Karen Lamassonne.
Cuentos de espanto. Carlos Mayolo.
La Madremonte. Carlos Mayolo. Raúl Held.
El Dorado. Carlos Mayolo. Raúl Held.

1985
En busca de María. Luis Ospina. Jorge Nieto.
Cali, cálido, calidoscopio. Carlos Mayolo.
Aquel 19. Carlos Mayolo.

1986
Andrés Caicedo: Unos pocos buenos amigos. Luis Ospina.
Valeria. Óscar Campo.
La mansión de Araucaima. Carlos Mayolo.

1987
Antonio María Valencia: música en cámara. Luis Ospina.
Suspenso 7:30. Carlos Mayolo.
Las andanzas de Juan Máximo Gris. Luis Ospina.

1988
Nadie es inocente. Sandro Romero. Elsa Vásquez.
Ojo y vista: peligra la vida del artista. Luis Ospina.
Pacífico negro. Óscar Campo.
Arte sano cuadra a cuadra. Luis Ospina.

1989
Slapstick. La comedia muda norteamericana. Luis Ospina.
Retratos tras la rejas. Óscar Campo.
El último campo del guerrero. Eduardo Carvajal. Elsa Vásquez.
El Cali que se fue. Óscar Campo. Beatriz Llano.
Colombians in Korea. Óscar Campo.

1990
Adiós a Cali. Luis Ospina.
Azúcar. Carlos Mayolo.
Laura, por favor. Carlos Mayolo.
Recuerdos de sangre. Óscar Campo. Astrid Muñoz.

1991
Cámara ardiente. Luis Ospina.
Al pie. Luis Ospina.
Al pelo. Luis Ospina.
A la carrera. Luis Ospina.

Bibliografía

Obras de Andrés Caicedo

-Caicedo, A. (2012) ¡Que viva la música! Bogotá. Alfaguara.
-Caicedo, A. (1984). Destinitos fatales. Bogotá. Oveja Negra.
-Caicedo, A. (1995). Angelitos empantanados o historias para jovencitos / A propósito
de Andrés Caicedo y su obra. Bogotá. Norma.
-Caicedo, A. (1999-2009). Ojo al cine. Bogotá. Norma.
-Caicedo, A. (2008). El libro negro. Bogotá. Norma.
-Caicedo, A. (2002). Noche sin fortuna / Antígona. Bogotá. Norma.

Otros libros

Ospina, L. (2007). Palabras al viento. Bogotá. Crítica.

Material audiovisual

-Banrepcultural. (2012, 14 de mayo). Lanzamiento de la exposición Andrés Caicedo: morir y dejar obra. [video en línea]. Youtube
https://www.youtube.com/watch?v=GHIL0-WJmhQ

-Banrepcultural. (2012, 24 de mayo). Rosario Caicedo: la máquina de escribir de mi hermano Andrés [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=Gu_BpJkkdBc

-Banrepcultural. (2012, 18 de julio). ¡Que viva la música! - Carolina Sanín, Antonio García y Juan Álvarez [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=EEtRCTKicsA

-Botina, Jhay. (2018). Agua'elulo en Cali, 1973 [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=xVHpczPoDFk

-Caicedo, A y Carvajal, Eduardo. (1976).
Angelitos empantanados [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=dpL5E4_FqCY

-Canal CaliTV. (2017). Biografía Andrés Caicedo – Homenaje a 40 años de su novela ¡Que viva la música! [video en línea]. Youtube
https://www.youtube.com/watch?v=plOJckDv25k

-Casa de América. (2018). Que viva Andrés Caicedo: la recuperación de un escritor [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=LOYWY_L-mPE

-El Tiempo. (2017). Andrés, el escritor que no dejó de ser niño | EL TIEMPO [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=exKZNBCE8wo

-Gironza, Indira. (2014, 19 de junio). La rebelión de los estudiantes [video en línea]. YouTube.
https://www.youtube.com/watch?v=b2PTHqXTvqo

-Las2orillas. (2017). Gardeazábal habla sobre Andrés Caicedo [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=hJpN8f0JZm4

-N SF [@nsf6637]. (2017, 15 de febrero). Noche sin fortuna, de Francisco Forbes y Alvaro Cifuentes [video en línea]. Youtube
https://www.youtube.com/watch?v=FNG6caY_OUI

-Navas, Jorge. (1997). Calicalabozo [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=7p3js7vkqoY

-Ospina, Luis. (2015). Todo comenzó por el fin [video en línea]. RTCV Play. https://www.rtvcplay.co/peliculas-documentales/todo-comenzo-por-el-fin

-Ospina, Luis. (2013). Serie Cali ayer, hoy y mañana - Capítulo 4 "Que viva la música" (1995) [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=Gxrs1rsgMiM

-Ospina, Luis. Mayolo, Carlos (2021). Agarrando pueblo 1978 [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=7ZYWKAdOc9Y

-Ospina, Luis (2008). Oiga Vea (1971) [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=6kdfNnkAots&list=PL6410A993ABBB6C72

-Ospina, Luis. (2008). Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos (1986) [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=2yE1kp1DQuA&t=3s

-Poetas del fin del mundo. (2014). Angelita y Miguel Ángel - Andrés Caicedo [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=25evwSvQyAA&t=218s

-RFI Español. (2016). Luis Ospina y el 'Grupo de Cali' [video en línea]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=sdWnK6A0mtI

-Roa, Karen. (2010, 7 de febrero). Entrevista Andrés Caicedo [video en línea]. YouTube.
https://www.youtube.com/watch?v=LGVI0dHjKZI

-ricardofanta. (2006). Andrés Caicedo (su ultimo dia de vida) [video en línea]. Youtube
https://www.youtube.com/watch?v=wCft8GzhcvY

-Señal memoria. (1999). Juan Gustavo Cobo y Luis Ospina - Parte 1) [video en línea]. RTVC Play.
https://www.rtvcplay.co/franja-memoria/en-blanco-y-negro/juan- gustavo-cobo-luis-ospina-parte-1

-Vice en español. (2016). VICE Meets: Luis Ospina [Video en línea]. Youtube
https://www.youtube.com/watch?v=ypq4SNZtPuI

Páginas web

-Academia.edu. (2021). 50 años de Ciudad Solar.
https://www.academia.edu/51726989/50_a%C3%B1os_de_Ciudad_Solar_1971_1977_a

-Balada para niños muertos. Trailer.
https://baladaparaninosmuertos.com/trailer/

-Banrepcultural. La red cultural del Banco de la República de Colombia. (2022). Andrés Caicedo – Archivo.
https://www.banrepcultural.org/coleccion- bibliografica/especiales/andres-caicedo

-Textos de Andrés Caicedo. (2022). Los cuentos de Caicedo
http://textosdeandrscaicedo.blogspot.com/

-Teatro Matacandelas. (2022). Angelitos empantanados.
https://www.matacandelas.com/angelitos.htm

-Teatro Matacandelas. (2022). Los Diplomas.
https://www.matacandelas.com/diplomas.htm

-Bermeo Gamboa, L. C. (2021). Se cumplieron 50 años del Cine Club de Cali creado por Andrés Caicedo, así fue su historia. El País.
https://www.elpais.com.co/cultura/gaceta/se-cumplieron-50-anos-del-cine-club- de-cali-creado-por-andres-caicedo-asi-fue-su-historia.html

Podcast

-RTVC Play. Hecho en Colombia Podcast. Biografías y personajes. Caliwood: Libertad y orden (primera parte).
https://www.rtvcplay.co/series-al-oido/hecho-en-colombia- podcast#playBar

-RTVC Play. Hecho en Colombia Podcast. Biografías y personajes. Caliwood: Libertad y orden (segunda parte).
https://www.rtvcplay.co/series-al-oido/hecho-en-colombia- podcast#playBar

Playlists

-georgenavinsky. Gótico tropical. Spotify
https://open.spotify.com/playlist/0I7QAsYmeQt6n2ztVZOTO1?si=0n_Dv42pQt- 03ywG30uZuQ&nd=1

-JDCorrea. Que viva la música. Spotify
https://open.spotify.com/playlist/5QDGVrPM47XrTwgeJcKMK9?si=H6GwHOC6S2CS 68bDN7qIwg&nd=1

-Sandro Romero Rey. Toda la música de Que viva la música. Spotify.
https://open.spotify.com/playlist/4kgIT8woS0WKVIHTuZtJZV?si=2H6ZRr3ZTECbrClssg25dQ&nd=1

Pie de pagina

1. Juego de palabras para denotar el amor por el cine como un contagio, muy usado entre los lectores de Andrés Caicedo.

2. Bermeo Gamboa, L. C. (2021). Se cumplieron 50 años del Cine Club de Cali creado por Andrés Caicedo, así fue su historia. El País. https://www.elpais.com.co/cultura/gaceta/se-cumplieron-50-anos-del-cine-club-de- cali-creado-por-andres-caicedo-asi-fue-su-historia.htm