El paisaje de la condición humana
Por: Diego Sánchez
Podríamos decir que Los bellos días fue una obra escrita por encargo. Cuentan que Suzanne Dechevaux-Dumesnil, con quien Beckett se casara en 1961 después de muchos años de convivencia, le sugirió que escribiera una obra optimista y el resultado fue este texto que ahora nos ocupa.
Una vez más Beckett nos ofrece personajes al borde del colapso, seres sin futuro, en condiciones extremas pero con una salida a la mano, salida que los personajes tendrán en cuenta pero por la que nunca optaran porque es ahí, en esas condiciones donde se encuentran a gusto, no resignados, por el contrario, agradecidos y en este caso particular, contentos.
Beckett ha creado un mundo propio, único y bastante parecido al nuestro, donde ahonda en el sentido del ser humano, proponiendo ciertas tesis propias y dedicándose a demostrarlas, tesis que han sido acogidas en muchos casos como desalentadoras lecturas de lo que es y ha logrado el ser humano, pesimismo trágico y mofa de la existencia, pero leídas en otros círculos como estudio preciso, alegoría y espejo -que no cóncavo como Valle Inclán- de nuestro mundo. “Es absurdo considerar a Beckett con las etiquetas de la negatividad o la desesperación. Beckett, simplemente, nos observa. Nos mira desde dentro y desde fuera. Desde arriba y desde abajo. Y lo hace activamente, compartiendo nuestra incertidumbre. Cuando acusamos a Beckett de pesimismo, nosotros mismos somos los personajes de Beckett en una obra de Beckett”, decía Peter Brook.
"Todos los hombres por naturaleza desean saber" Aristóteles
Esta puesta en escena de Los bellos días nace de la necesidad de entender. Hago pública confesión del sufrimiento de este mal. Después de múltiples lecturas del texto dramático a cuyo término saltaban mil preguntas sobre el sentido, la significación, el propósito y demás interrogantes de la razón, quedaba la única certeza de que había algo bastante atrayente y diciente pero que escapaba a la simple lectura y de ahí la necesidad creada de ponerla en 3D. Sin embargo, el resultado aún hoy años después del estreno, sigue siendo similar. ¿Qué pretende Beckett? ¿Por qué aparecen los personajes en semejantes condiciones? ¿Qué pretende significar? Pero también la evidencia de una pieza mágica, de un texto inconmensurable, de un alegre retrato de la circunstancia humana.
Beckett magno arquitecto de la escena
El texto de Los bellos días escrito a principios de los 60 es una prueba indiscutible del gran conocimiento de las leyes técnicas y dramáticas de la escena. Poblado de precisas acotaciones, citas constantes las más de ellas irreconocibles para el común de los mortales, juegos de palabras reiterativos que el espectador completará en aras de algún sentido; todo esto hace pensar que no es fácil fracasar al llevarlo a escena, basta seguirlo. El autor nos obliga a poner en escena justo lo que él ha escrito, su concepción escénica, estética. Queda a nosotros seguirle con la obediencia rítmica de un buen orfebre que sonríe mientras apuntala su herramienta.
Tenemos un excelente plano, poseemos un muy buen terreno, queda a prueba nuestro desempeño como ingenieros.