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Entrevista a Adhemar Bianchi

El arte no es la decoración de una torta,
es una necesidad y un derecho

Por: Cristóbal Peláez González

Transcripción y fotografía: Karen J. Crespo

Invitado en dos ocasiones al Encuentro Nacional Comunitario de Teatro Joven organizado por la Corporación Cultural Nuestra Gente, Adhemar Bianchi, ha dictado talleres y compartido su experiencia teatral comunitaria con la ciudad de Medellín.

Creador destacado en el ámbito latinoamericano, ahora como director del mítico Catalinas Sur de Buenos Aires, “donde nos hemos ganado el reconocimiento y todos los premios”, es el referente constante para todos aquellos que han seguido la línea de ponerle pueblo a los escenarios considerando que el teatro es un patrimonio de la sociedad y por lo tanto no debe ser una práctica exclusiva de excelsos artistas, hay que ponerlo al alcance de todos pues cada cual quiere, necesita y debe tener la posibilidad de expresarse a través de la representación.

Es ya un viejo lobo de mar. Su extenso historial se remonta a los tempranos tiempos en que emerge una gran efervescencia teatral entre argentina y Uruguay con los pioneros Grupo 65 y Circular de Montevideo, momento definitivo donde el arte escénico latinoamericano explora una identidad soltando amarras con la vieja tradición europea.

Adhemar es arrastrado por ese maelstron.

Imposibilitado a vivir exclusivamente en el oficio teatral deambula –y con éxito, que es lo peor– en otros menesteres, grumete, librero, editor, galerista, empresario. Un día cualquiera el azar le dio un empujón que lo acercaría al punto exacto donde estaba el espacio de su sino y que le abriría una puerta donde emergería el coloso: todo en un modesto barrio de La Boca de apenas diez mil habitantes.

Volverá a Medellín a comienzos de 2012 a dirigir junto a Mónica Rojas de Nuestra Gente una obra que recoge memorias barriales de Santa Cruz, celebrando de paso los 25 años de la corporación.

A los inquietos por conocer una dimensión más amplia de este hombre y su esplendorosa creación les recomendamos dar un click en www.catalinasur.com.ar se van a descrestar.


Durante la entrevista a Adhemar Bianchi

Somos un grupo de vecinos que vemos en el teatro la posibilidad de comunicarnos con otros vecinos. A través del teatro, la música, el circo, los títeres, intentamos recordar el valor de nuestras historias individuales y colectivas y recuperar la memoria que creyó y que cree en un mundo mejor.

Parece exagerado decir que el teatro puede cambiar la sociedad, pero un grupo de hombres y mujeres que hacen teatro puede llevar adelante un proyecto que no se encierre en las nuevas modas globalizadas y se apoye en las ricas tradiciones y la historia vital de lo popular.

Una hermosa tarde del mes marzo de 1983 hicimos el primer encuentro organizado por la mutual de padres de la escuela de nuestro barrio Catalinas Sur: la escuela Nro 8 “Carlos Della Penna”. A esta mutual pertenecían casi todos los primeros integrantes del grupo.

Una compañera nos habló del padre de dos alumnas de la escuela, un director uruguayo que quería hacer teatro... pero en las plazas! Escuchamos a Adhemar Bianchi (a la sazón "el director uruguayo que quería hacer teatro en las plazas") y temerosos... aceptamos

Veníamos de sufrir la dictadura mas sangrienta... no estábamos acostumbrados a utilizar las plazas... Además... todos teníamos nuestra profesión o trabajos...

"En la plaza???!!!", dijo Luis, ingeniero en computación y funcionario en Naciones Unidas... "En la plaza...???!!!" preguntamos todos... de alguna manera incrédulos...

El espíritu con forma de pañal

Soy como de una primera generación urbana, mi madre venía de lo rural, mi padre es de Canelones. Mi apellido, queridos amigos, se remonta a Italia. La historia cuenta que somos descendientes de un Bianchi bastardo de alta alcurnia, pues las chicas de la nobleza italiana solían retirarse a tener aventuras puntuales por unos meses en un convento que había por esos lados y dejaban después el espíritu, con forma de pañales y bien marcado, al servicio de un cura. La leyenda tiene dos puntos, la primera que el cura se llamaba Bianchi y la segunda que era Bianchinen de Rosa, (por el color del velo) Esa es la leyenda de mi apellido y de mi lejano origen, pero después de toda esa historia, debo decir que soy nieto del carpintero primer director del teatro del pueblito, Canelones, porque como ebanista hacía los muñecos de carnaval que era lo más cercano que tenían en lo antiguo del teatro, entonces lo hicieron director de un espectáculo. Pero mi familia es de gráficos, quiero decir linotipistas y tipógrafos.

El teatro como enfermedad venérea

¿Por qué llego al teatro? Es muy sencillo mi madre era actriz del Teatro Circular de Montevideo, allí me llevaba de niño todos los días, inclusive actué en una obra y este, bueno, imaginate yo ahí desde chiquito, después entré más que nada en la parte plástica. Digo que he adquirido el teatro como una enfermedad venérea, ¿por qué?, lo de mi madre obvio y luego estaba que me enamoraba de todas las actrices. Muy jovencito me fui para el Grupo 65, dirigido por José Truchs, un exiliado republicano, maestro estupendo, y conocí a mi mujer, una noche le hablé, le hablé, le hablé, la bombeé tanto que la chica se distrajo y se casó conmigo.

El teatro como celebración

Con el Grupo 65 recuerdo mucho Medoro, de Lope de Rueda, precursor del siglo de oro, que como se sabe era influenciado por los italianos y la comedia del arte. Salíamos de gira por todo Uruguay y hacíamos todo un paseo por los pueblos a caballo para promocionar el espectáculo, eran como entradas de murgas, luego en el teatro se servían vinos, comida y esas cosas que hacen parte de mi concepto estético actual del teatro como celebración. No puedo dejar olvidar que alguna vez me perdí recorriendo un balneario, vestido de pirata, llevando caballos, y la gente se burlaba, me gritaba de todo.

Teatro circular de Montevideo

Pero en el Circular hice mi escuela de arte dramático y además allí armé la asociación de estudiantes, protestaba contra la formación clásica, queríamos una renovación ¡hagamos otro teatro! ahí estaba Omar Grasso, que fue muy importante para mí y con el quilombo que armamos logramos traer profesores nuevos, pues teníamos, por ejemplo, un viejo maestro, de historia del arte, que ni siquiera podía subir las escaleras.

Argentina

Con la dictadura en Uruguay me marcho a Argentina y doy talleres, trabajo con una editorial de autores católicos, me hago vendedor de libros, publicista, hago teatro con mis compatriotas y de pronto me doy cuenta que estoy armando un ghetto, que el teatro que hago es muy lacrimógeno y me digo basta, este tipo de teatro no me gusta, no estoy para llorar lo que pasó, debo pensar hacia delante.

Un día voy calle abajo, Paseo Colón, y veo un auto con el baúl abierto y una parejita media desnuda, aterida, en su despedida de soltero y como no había gente tocaban la bocina y todo el mundo estaba aburrido y muerto de frío y me dije, puta, qué forma de festejar la unión de una pareja que en esta sociedad es el centro de la familia, ¡qué sociedad occidental y cristiana! ¡cómo se festeja con un acto de vejación!. Este suceso se me quedó en la cabeza y decidí hacer una obra sobre las despedidas de soltero, que se ha hecho mucho pero esta termina en una despedida de soltero en vejación y muerte. Como no tenía productor, me inventé uno, yo. Por aquellos días trabajaba en una editorial, me tenía confianza y contaba con otros amigos en otras editoriales, pedí prestado, mis amigos me hicieron unos pagaré y los cambie por dinero y con eso hice la producción, un elenco medio uruguayo medio argentino de amigos, hice una cooperativa, alquilé una sala e hice mi primer espectáculo que anduvo bien. Pero bueno, vienen líos con la editorial, me deprimo y decido regresarme a Uruguay.

El teatro innecesario

Allí monto una galería de arte, hago mil cosas, realizo talleres en unos barrios, y me vuelvo a estructurar en el teatro. y en algún momento un amigo con quien había escrito la despedida de soltero me llama de vuelta a Buenos Aires, me ofrece dinero y el elenco que quiera para que dirija una obra suya. Me manda la obra y era horrible pero yo necesitaba volver porque bueno, estaban mis hijas, quería volver y creí que como la primera obra la habíamos hecho en conjunto iba poder modificarla, pero no, él la quería así, tenía dinero, tratamos de contratar buenos actores, actores conocidos, todos leyeron el libreto y dijeron que no (ríe), con razón (ríe), y yo, bueno, como necesitaba el dinero la hice. Un espectáculo en el que no creí, los actores tampoco, estrenamos y la crítica habló de cómo un buen elenco con un buen director hace un teatro innecesario. La obra se bajó a la cuarta función. Me dije, nunca en mi puta vida más hago nada que no quiera hacer y ahí es cuando justamente en la escuela de mis hijas me proponen que haga teatro, que de talleres y dije, talleres bueno, vamos a hacer talleres en la plaza con los vecinos. Como estábamos en la dictadura militar, me decían “vos estás más loco que una cabra”. Allí en la plaza del barrio Catalinas Sur empezamos a jugar.

Saltando entre dictaduras

En Uruguay y en Argentina no militaba, no tenía contactos políticos de ningún tipo entonces pensé que no corría ningún riesgo, pero tampoco quería estar en el boliche con los compatriotas que se la pasaban llorando. Igual cuando se empezaron a llevar a la cana a algunos amigos estuve a punto de irme a España, (otra dictadura, acotación) pero ponete a pensar, ya había sacado a mis hijas de Uruguay, después me di cuenta que no estaba corriendo peligro, no fui nunca guerrillero ni un héroe, era simplemente un hombre de pensamiento amplio.

Teatro Catalinas Sur

Todo empezó con una asociación de padres de la escuelita primaria, que estaba en la mitad del barrio, allí estudiaban mis hijas. Había salido un decreto de la dictadura por el cual no podían en las escuelas existir asociaciones de padres, ningún tipo de asociación, excepto que fuera una comisión de apoyo al director, o sea que no podían tener autonomía. Los padres habían sido expulsados pero siguieron haciendo cosas en el barrio, una biblioteca, se hacían compras comunitarias, que 200 litros de miel, que talleres de lo otro, se traían espectáculos al barrio y es en ese contexto que me dicen que de clase y empezamos todos en la plaza, pero ¿qué hago con esto?

La búsqueda del tesoro

Lo primero vamos a hacer una búsqueda del tesoro, es un juego donde vos pones consignas, equipo azul, equipo rojo, equipo verde, cada equipo tiene que buscar, das las claves y en cada lado vas a encontrar lo que te manda al otro lado, llegás abajo del rincón de la piedra no sé cuánto y ahí encuentras un mensaje que dice: busque abajo del árbol rojo y así hasta llegar. Te mando, conseguir 5 monedas antiguas, traer una foto de la abuela, traer un sombrero de mujer de tal. Armé toda una estructura y así comenzamos con la dinámica del movimiento y los objetos. Nos reuníamos dos veces por semana en la plaza y los vecinos se fueron acercando.

Durante la entrevista a Adhemar Bianchi

Adhemar el loco

Hacíamos juegos infantiles, con adultos de 40, 35, 40 años en la plaza, decían este está loco, ¡pero sí jugaban!, ¡lo necesitaban!, recordá que veníamos de la dictadura, la plaza siempre vacía, nunca nos juntábamos, como la dictadura estaba más floja entonces había que aprovechar para tratar de resanar las redes, volver a juntarse y bueno y ahí con juegos y con cosas empezamos con historias y luego tomamos la decisión de hacer nuestro primer espectáculo, “Los comediantes” obra de Jorge Curi y Mercedes Rey. Un texto para pocos actores lo adapto para 80 personas en una plaza.

La plaza es el escenario

Bueno, allí habían textos de Lope de Rueda, un pedacito de Los títeres de cachiporra, canciones de Juan de la Encina, textos de la censura del rey Fernando que decía no se pueden tocar, no se puede hablar de los santos, no pueden bailar, los hombres no pueden hacer de mujeres, con todas esas prohibiciones ¿qué pasaba?, ¿qué leía la gente? ¡Estábamos en medio de la dictadura! Puse a los censores afuera entre el público vestidos de negro, había uno que salía con una tijera que le decían señor Tato no se cuanto, porque Tato era un Censor de la dictadura que cortaba las películas y entonces la gente le tiraba papeles, le gritaba y eso que era un acto del siglo español se convirtió en un acto político con ochocientas personas, llegó la policía, pasó un helicóptero, había estado de sitio (ríe) entonces llegan dos patrulleros ¿y esto qué es? este, no, que estamos en una fiesta del barrio, imaginate un tipo vestido de siglo de oro español, un montón de tipos en la plaza disfrazados, (ríe) no podíamos estar ahí, pero ¡que querés! ¡no se podían llevar a ochocientas personas de la plaza!

Contra la muerte

El juego vence el miedo, es la alegría contra la muerte. Esa lectura en Argentina en ese momento era nueva y ahí empieza toda una historia, después hacemos El herrero y la muerte que es como vuestra A la diestra de Dios padre. Ya son 90 actores y meto coros. Así seguimos en la plaza hasta que en el año 97 nos hacen la autopista por ahí arriba y el ruido de los autos y los camiones entorpecen todo, ni siquiera podíamos ensayar. Un comerciante que había cerrado su negocio nos prestó un local y bueno teníamos las cosas ahí guardadas. En todos esos años yo no vivía del teatro, hacía cosas de publicidad, monté un taller de fotomecánica, también grababa metales, acero y bronce, por un sistema de aguafuerte, armábamos puertas de ascensores, lo que fuera. Si, me iba bien, pero lo fui descuidando hasta que me empezó a ir mal, por el teatro.

De la plaza a la sala

El taller era muy grande y adelante un montón de metros que no utilizaba y trasladamos el teatro ahí y lográbamos ensayar, después nos fuimos a otro taller, en malas condiciones, no tenía ventanas, pero hicimos un acuerdo con el dueño que nos lo alquilara a buen precio y nosotros lo adecuábamos, así improvisamos nuestra primera sala. La ventaja es que ya salíamos mucho, nos pedían de muchas partes con nuestros espectáculos.

La puerta abierta

Un buen día yo paso por un galpón que estaba cerrado, siempre cerrado, abandonado y había una puerta abierta me meto para adentro y veo un lugar vacío de 20 x 30 mts sin ninguna columna y 7 a 9 metros de altura…! Che, esto hay que alquilarlo! y bueno, me pongo a hablar con el tipo que estaba ahí que era medio pariente del dueño y le explico que esto y que lo otro, y que nosotros queremos ta ta, ta ta, ta ta y ta ta, al final me puso un contacto y voy al grupo y digo, este, vamos a alquilar una cosa, insistí, insistí, insistí y lo alquilamos tan de locos que lo hicimos con un compromiso de compra.

Los nuevos tiempos

Entramos. Todos los meses hacíamos una gran fiesta, venían amigos, músicos que tocaban, cobrábamos la entrada y hacíamos vaca, entraban 600, 700 personas, íbamos comprando la dotación, que si una ducha, que si pintura, que si un telón, hasta hacer un teatro para 300 personas. Ahí empezamos a cobrar entradas. Ahí inventamos las murgas en la compañía, venían las murgas de Uruguay y hacíamos cosas.

Fulgor argentino

Ahí estrenamos Fulgor argentino, que va para 14 años en repertorio, con un equipo actoral que oscila entre 124 y 80 personas. Cuando termina la dictadura el tema de la memoria comienza a ser importante para nosotros como concepto y cuando hablamos de ello estamos pensando en un teatro de la identidad. La memoria de las torturas y todo eso tan horrible nunca logramos hacer una poética real, te caía un muñeco del techo y “¿viste como los tiraban de los aviones?”, y a mí ese tipo de memoria me parecía de una resolución escénica muy elemental, como te digo, sin encontrar una estética, se quedaba en la denuncia. Decidimos hacer una cosa de la memoria pero de la memoria de nosotros, histórica, memoria afectiva, de destinos, de la gente, de su vida, de sus sueños, como vivía y ahí empezamos a investigar, éramos todos emigrantes, hicimos investigación de la familia de cada uno, allí es donde me entero que mi abuelo había sido carpintero y director de teatro y estamos como un año contándonos historias y sobre eso hacemos la obra. De ahí sale Fulgor Argentino.

Sede propia

Fue tal el impacto que en la nueva sede tuvimos llenos todo el año. Compramos la sede a punta de taquilla, un mes antes de que se declarara el corralito pagamos los últimos dólares. Lo pudimos hacer porque toda la comunidad estaba ahí. Digamos que somos capitalistas explotadores de nosotros mismos. Estamos hablando de un barrio de 10.000 habitantes que es Catalinas Sur. Pero nuestro público es ya toda la ciudad de Buenos Aires.

Grandes masas de actores

Uno de los secretos para trabajar con ese volumen tan alto de actores y actrices en escena como lo que manejamos es en primer lugar no tener un actor que se adueñe de un personaje, segundo, las obras son muy colectivas o sea hay muy pocos personajes, pocas individualidades, y aquellos personajes que resaltan son representados por aquellos más constantes, los más fieles, los que siempre están. Pero igual siempre todos tienen doble vida y a veces triple. Entonces un día sos el soldado 4º, al otro día el teniente 7º, y al día siguiente el patrón 3º. Cada uno aprende tres o cuatro personajes y entonces tengo tres o cuatro comodines que me hacen lo que sea necesario.

El teatro innecesario

Hay artistas que no tienen en cuenta en dónde viven, ni cómo viven, ni qué es lo que la sociedad tiene, solo piensan en su propio deseo. Luego se vienen a quejar, mirá, no va público, la crítica me putió, nadie me dice nada. Si no te das cuenta que vos sos un receptor público y no tenés en cuenta ese público, bueno, ¡jodete!. El teatro innecesario que casi siempre es copia de. ¿Pero para que vas a copiar si todo es parecido? Yo le tengo respeto a Eugenio Barba, pero la mitad de los barbistas me tienen puto.

El actor vecino

Una cosa es oficio y otra cosa ser artista

Buenos Aires está plagada de actores quejándose en los boliches, viven presentándose a casting, para hacer cosas que no quieren hacer. En el barrio donde viven podrían hacer cosas y compartir sus saberes con los vecinos y económicamente salir a vivir. El problema del actor de bolsa es que hace lo que le mandan a hacer y le pagan, pero eso es un oficio, lo único que saben es actuar, el concepto de artista es más amplio, es intentar elegir o hacer lo que crees que te toca hacer. No estoy diciendo que como actor profesional no lo podés hacer, está bien, trabajá, hacé esas cosas durante el día pero en la noche hacé algo que querés.

El teatro como celebración

La celebración que digo no es el rito grotowskiano, la celebración para mí es el acto de encuentro y del crear en conjunto, digamos, tampoco es como los cristianuchos celebran las cosas. La estructura individual de consumo y de la cuestión personal, es quedarte en tu casa, consumí a partir del televisor, no no no no! salí, andá a la fiesta, vení a la celebración, por eso yo tengo una parrilla con choripanes en el teatro y se toma vino, ¡celebración!. La celebración tiene que ver con un país donde la muerte, el odio y el terror nos juntan a celebrar el que podemos estar juntos, que podemos estar vivos y resistir.

El actor vecino

Toda persona tiene derecho al arte. Cuando hablamos del actor vecino no hablamos de la vieja historia del teatro amateur, actores imitando de malas maneras un teatro pastiche, innecesario, hablamos del actor vecino, de un ser humano que sube a un escenario a expresarse a partir de su necesidad, de la identidad de su territorio y de sus gustos. Si vas a Catalinas Sur verás murales que cuentan la historia del barrio.

La orquesta atípica

Cuando uno empieza a investigar descubre que a los 15 años tocaba la guitarra y que el abuelito le mandó un acordeón y te lo enseñó a tocar, pero él no toca, porque no es profesional, porque vive de otra cosa entonces hicimos un marco para todo esto y tenemos la escuela de música del barrio que atiende los niños hasta los 15 años y los veteranos que empiezan a tocar instrumentos. Los hemos juntado con gente formada, porque los vecinos no pueden quedar solos, si no hay gente formada cerca no se puede, es mentira, vos no haces una clínica en un barrio sin médicos, tampoco haces un grupo de teatro sin gente formada. Las organizaciones sociales toman el teatro y el arte como una decoración de una torta, no como un derecho de su propia gente. El resultado es una Orquesta Atípica con 60 músicos.

Contundentemente

Catalinas Sur fue el pionero de todo ese movimiento comunitario que se ha desatado en Argentina y en América Latina, si, nosotros, contundentemente, absolutamente.

Entrevista tomada de la edición No. 24 del periódico de Medellín en Escena