Mimo Carlos Álvarez
Y ahora con ustedes el inigualable, el incomparable,
el
extraordinario...
"El duende no está en la garganta;
el duende sube por dentro desde la planta de los pies."
(Un viejo maestro guitarrista)
Por Cristóbal Peláez G.
(Publicado en el periódico Medellín en escena. 2009.
Desde ya un legendario, un gran artista, con el don de la vis cómica, porque una cosa es hacer monerías -que proviene del mono, del primate- y otra es hacer mimos, o sea, realizar la mimesis, en el sentido aristotélico, en este terruño donde hay tanto insoportable -teatro, televisión, cine- eructando graciosuras. Porque las primeras las puede hacer cualquiera espontáneamente, incluso sin gracia, pero la segunda es un arte. Para Kleist la gracia sólo puede residir en el títere o en el dios mecánico, en aquellas criaturas que no tienen conciencia de sí mismas. Y Carlos Álvarez, o Carlos Mimo, o Caliche Cachivache, como gusten, es en esta franja colombiana el mejor, no sólo lo acreditan sus pergaminos internacionales y la enorme aceptación popular, el hombre posee DUENDE, esa instancia milagrosa y secreta que explota un día a fuerza de rigor, de trabajo, y de un “nosequé”.
El duende para García Lorca es un saltimbanqui que viste un traje verde y vive en las últimas habitaciones de la sangre, para alcanzarlo no existe mapa ni ejercicio.
Remite a lo clásico, sus referentes están ahí, un Chaplin, un Keaton, un Cantinflas, un Karl Valentin, un Marceau.
Es el cabaret, el circo, el varieté, el vodevil, la alegría de la plaza y de la feria. Sus cuadros que pueden sumar muchísimas horas de escenario, contienen la risa, la tristeza, el ser humano en su desolación y en su crisis, también en la posibilidad del goce. Divierte a todas las edades.
El hilo que separa al escenario de la realidad, como en el niño, se borra y es común verlo en una permanente máscara de transfiguración. Antes o después de comenzar el espectáculo el comediante está involucrado con la gente, una corbata que se eleva, una chapa de puerta que lo convierte en un fotógrafo ambulante, un coqueteo a la muchacha. “Es hiperkinético, muy cansón, hasta dormido actúa”, dice Vilma su mujer.
El mimo más llenador (no de taquillero sino de embuchador) vive atrapado en un fotograma y se proyecta a 16 cuadros por segundo.
Yo realmente no soy Carlos Álvarez
Lo mío, hermano, parece una telenovela o un cuadro dramático de los que represento. Nací y he vivido siempre en el barrio Belén. Tengo 46 años, hace 12 se murió mi mamá y hace 5 mi tía que fue mi segunda mamá, antes de morir me llamó y me dijo: “Carlitos, venga, sé que me voy a morir y no puedo irme a la tumba con un secreto, su papá no es su papá, su papá es un señor que usted conoció, se llama Fulano de Tal”. Así que en rigor no soy Carlos Álvarez sino Carlos Tal, y vengo resultando medio hermano de Peranito el famoso jugador de fútbol del Club Los Millonarios.
Ahí recordé que de pequeño ese señor Fulano de Tal era dueño de la Joyería Aquella, ¿se acuerda? Muy famosa en Medellín, y que mi mamá iba siempre a que le arreglara unos aretes (como que se le dañaban mucho los aretes) y hablaba con él por una ventanita, y me dejaba a mí lejos, él iba trabajando y me miraba, -es una imagen teatral- sacaba la cabeza y me miraba, sacaba la cabeza y me miraba, a mí se me metió que mi mamá iba por plata. Claro, algún día me contrató para cuidarle una casa, me pagaba 100 pesos, y ni me miraba a los ojos, recuerdo, calvo y orejón como yo.
Me enteré entonces que al quedar mi mamá en embarazo de mí, corrió a endosarle la criatura a su novio, un zapatero que toda la vida tomé por mi papá y que de pronto se abrió para Bogotá. Mi mamá desesperada tomó veneno, pero logró salvarse. Después el zapatero regresa, cree que yo soy su hijo y se casan. En esas circunstancias nací yo.
Un hogar muy típicamente colombiano
Mi infancia fue de llanto y más llanto, de una vida de hogar llena de golpes, peleas, platos rotos, de mi mamá tirando a mi papá por el balcón y la policía a bordo. Mi mamá era una mona alta, troza y mi papá, Ignacio Álvarez, ese que yo siempre pensé y seguiré pensando como mi papá, muy pobre, entregado siempre al alcohol, terminó por abrirse de la casa a mis 10 años. Tal vez tanto llanto me sirvió, pero a mi hermano menor sí se le jodió la vida, se volaba de la escuela, a los 12 ó 13 años empezó a consumir droga y a meter a toda la familia en problemas, ese ha sido mi otro karma, que le robó a mi mamá, que robó por allá, que lo van a matar… Toda la vida así.
Mi abuelo es mi papá
Nosotros nos quedamos viviendo con mi abuelo paterno, un zorrero, que nos dio una piececita y nos calmó el hambre. Del abuelo heredé esa manía por mantener frasquitos con tuercas, arreglar canillas, cambiar bombillos, coger goteras. Mi mamá se dedicó a coser, sobrevivía haciendo vestiditos que vendíamos por docena en Guayaquil a gente que le compraba y luego vendía en los pueblos, a mí me tocaba ir a las fábricas de confecciones a comprar bultos de retazos, luego le ayudaba a mi mamá a coser y luego a vender. Estas cosas te las cuento, hermano, porque explican los motivos por los cuales estoy en el teatro. De haber nacido en un hogar sin todas esas peleas, sin esas dificultades económicas, sin alcoholismo, sin drogadicción, sin maltrato, no sería el mimo Carlos Álvarez.
Retrato del artista adolescente
En primero de primaria estaba de moda la canción de Pablus Gallinazus: Una flor para mascar, el profesor preguntó que quién quería salir a cantarla, salí a pesar de mi timidez -soy tímido y hago teatro para equilibrarme-. En esos años estaba de moda Kalimán, y en las grabadoras de casete hacíamos dizque radionovelas, en segundo de bachillerato empecé a recuperarme del drama familiar y echaba chistes, imitaba, me disfrazaba, remedaba a los profesores y hacíamos sociodramas. Formé un comité probiblioteca, y me hacía amigo de la gente inquieta a la que le gustaba leer, escribir, pintar. Ahora que lo pienso, aquello era un compulsivo deseo de ser aceptado, de reconstruirme con los demás un hogar, una familia.
El payaso, la lora proletaria y Carlos Marx
Hice tres semestres de derecho en la Universidad de Antioquia, no pegué, discutía mucho con el profesor Carlos Gaviria que siempre me pareció muy elegante, muy mancornado, intelectual y humanista, pero nunca de izquierda. Me trasladé a estudiar historia seis semestres que no terminaban nunca por las broncas universitarias, y como a esas alturas me había casado con Vilma, mi noviecita de toda la vida, tenía ya la responsabilidad de un hijo y salí de la universidad y me dediqué a trabajar con la Corporación La Polilla.
Fui muy payaso desde bachillerato, y seguí siéndolo en la universidad, por eso me llevaban a todos los paseos, hasta gratis. Era (¿era?) muy cansón, de esos que se montaban en los buses en la banca de atrás a echar chistes y a recochar. Algún amigo de la universidad me vio payaseando y me dijo que servía para teatro, que por qué no me metía a un grupo del barrio El Pomar en Manrique, Teatro el Martillo, por lo de la hoz y el martillo, con su teatro panfletario. Ya había leído a Marx, era rebelde y tenía mucha literatura comunista en la cabeza.
¡Títeres, qué alegría!
De niño nunca vi títeres en vivo, sólo los que pasaban en Plaza Sésamo. Pero en el 83 me pasó algo extraordinario, fue en el Museo de Antioquia, donde se presentó Leonidas Álvarez, con el grupo de títeres El Caimancito Currambero, de Barranquilla. Maravilloso, como si hubiera ido a las Vegas, me parecía magia. Recuerdo que había un matrimonio, un helicóptero con alambres, títeres bailando, cumbia, ¡un tesoro de espectáculo!, eso me atrapó. Fui a El Martillo muy entusiasmado a proponer trabajar con títeres y ellos me dicen que no, que allí se hacía teatro en serio. Salí puto pensando: No quieren a los títeres, ¡Inhumanos!
Al fin te vencí maldito bazuco
Por esos días estaba entrando muy duro el bazuco y yo en esas ganas que tenía de arreglar el mundo trabajé en la formación de un grupo juvenil, Servir se llamó. Ahí compartía con Gustavo Restrepo, Elkin Múnera y fue el embrión de La Polilla. Todavía hay árboles que nosotros sembramos alrededor de la cancha, hacíamos fogatas, eventos contra la drogadicción, invitábamos otros grupos, recogíamos mercado para la gente pobre, hacíamos chocolatadas, jugábamos fútbol. Nos movíamos más que un perro con tres güevas, y uno ver ahora a estos pelaos pegados a un computador.
Teatro y cuanta revoltura caiga
Al Festival de Manizales lo reabren y eso fue la máxima bacanería, allá me iba sin un peso en peregrinación con tal de ver todo lo que se presentaba, todo lo quería aprender, si eran zancos, aprendía a manejarlos, veía tocar tambores y me metía a tocar tambores, vino Garzón Céspedes y me volví cuentero, fundé con Jota Villaza la Corporación de Cuenteros de Antioquia, incluso en el primer Iberoamericano participé no como mimo sino como cuentero. Así mismo fui al Carnaval de Pasto, al del Diablo, al de Barranquilla, y en todos veía cómo hacían los muñecos, las comparsas. Estaba ansioso y me metía a las bibliotecas a ver libros de títeres, revistas de mimos. El primer mimo que vi aquí fue Jaime Mimo, y empecé a imitarlo. También vi a Óscar Ramírez, pero el que más me gustaba era Elkin Mimo y me hice su alumno.
¡Aquí estoy vivo!
Casi veinte años en La Polilla. Y hace poco Gustavo y yo tuvimos un desacuerdo fuerte. Salí de La Polilla con un tropel de mil diablos, con policía y todo, chupé calabozo. Me dio muy duro porque yo me había entregado toda la vida a ese proyecto, descuidé a mi familia. Cuando mi esposa y mis hijos me pedían tiempo yo les daba raticos.
Además por contera eso sucede poco después de enterarme que mi papá no era mi papá y que mi mamá, a mis tres meses de gestación se había intentado envenenar. Tuve que ir a terapia con un man jungiano, el hombre me decía que las personas que han estado cerca de morir, sobre todo en esa etapa de la niñez, o del feto, y logran sobrevivir, comienzan a moverse como diciendo ¡aquí estoy vivo, aquí estoy vivo, aquí estoy vivo! Esa puede ser una razón por la cual soy mimo, yo me muevo así y por eso soy hiperactivo y trabajo aquí y allá, porque es como lo contrario a la quietud de la muerte.
Me fui de sicoanalista
Al salir de La Polilla me encerré una semana entera a llorar, no salía. Mis amigos preocupados me recomendaron ir donde un sicoanalista. El hombre me sentó en una silla y me puso a hablar, hablé y hablé. A la segunda seguí hablando y hablando y él no me decía nada, y yo con ganas de que me dijera alguna cosa y a la tercera cita tampoco, entonces no volví. Pero me acordé de una conferencia a la que había ido, sobre una cosa jungiana, entonces busqué al psicólogo que la había dictado. Me puso una terapia con objetos. Me recomendó lecturas de Alejandro Jodorowsky y de Jung, poco a poco fui saliendo de esa crisis y me alejé de La Polilla, hasta que me separé definitivamente, eso fue muy bueno para ambos.
El teatro y los mal paridos
En esa terapia descubrí que me había salvado el teatro, de lo contrario habría terminado como mi hermano que vive debajo de un puente, igual que mi papá perdido en el alcohol. Esa sicología jungiana dice que las personas en el inconsciente, saben todo. En una pareja, el inconsciente de uno sabe que el otro le es infiel, pero la vida sigue normal, según eso yo desde niño sabía que él no era mi papá, y siempre había sabido que a los tres meses de embarazo, mi mamá se había envenenado. Ahí están las neurosis de la gente, las rabias inexplicables, las depresiones o la explicación de por qué uno se mete a teatro. Esa vida del inconsciente es la que te guía y tiene mucho que ver en la vida presente y consciente para determinar la profesión, el comportamiento. Para mi hermano hay una explicación, igual que para ese jefe que maltrata a los subalternos, ese policía que patea al ciudadano, ese paraco que va y mata a diez campesinos, porque es gente que estuvo mal parida. Según Jodorowsky, tiene relación directa con el parto, desde el parto sabemos a qué vinimos a este mundo y si ya estamos jodidos. Él plantea unas cosas muy tenaces, dice que si el parto es con los pies para abajo, es un mal síntoma, “a los muertos los velan con los pies hacia fuera”. Si es cesárea, naciste como una extirpación. Si te sacan con fórceps, te joden la puta vida, a mi hermano lo sacaron con fórceps, me acuerdo que mi mamá le buscaba una explicación al hecho de que él fuera distraído en la escuela y decía que era por eso, mi hermano fue mal parido. Yo no sé si soy mal parido porque no alcancé a averiguar antes de que mi mamá se muriera.
Atarbanes en acción
Y lo duro no acaba ahí. Una tarde, hace poco, voy en el carro a un ensayo con el grupo Titiritrastos, que son como mis hijos y una moto con dos manes se pasa un semáforo en rojo y por poco me hacen estrellar. Como soy tan neurótico los insulté y ahí mismo se les acabó el afán y me persiguieron. Me dieron alcance allí arribita de las Torres de Bomboná y me agarraron a tiros. Apenas me toco y veo ese sangrero, qué cosa tan tenaz mi hermano, lo único que pienso es quién les va a dar educación a mis hijos. Logré llegar hasta la clínica, ahí me desmayé.
¡Aquí estoy vivo!
Mi vida de mimo
Yo me engomaba con todo lo que salía y eso me ayudó en la formación, pero desde el año 91 me dediqué solamente a ser mimo porque me di cuenta de que para ser bueno o aceptable en algo, uno tiene que dedicarse a una sola cosa y no a un montón. Y ahí sigue la historia que ya en Medellín se conoce. Fui payaso, y hasta director de una guardería, mesero e ingeniero acuático, es decir lavavasos en el restaurante El Chócolo. Por fin me he dedicado profesionalmente a lo mío y he tenido la oportunidad de proyectarme a nivel internacional. He estado en Miami, España, Francia, Alemania y una honrosa temporada en el Piccolo Teatro de Milán, también he estado en Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Ecuador. En Cuba me recibieron tan bien que me sentí un Marcel Marceau. Tengo muchas piezas teatrales, como para cinco horas de escenario, pero el cuadro más importante es el más sencillo, ese en el que dejo la maleta quieta en el aire, saco una cometa y juego con ella. A ese número le tengo una historia, para ponerme en contexto, la idea es conectar a un hombre con el cielo a través de la cometa. Porque cuando veo un hombre elevando una cometa, me parece una imagen muy poética. Entonces, mientras que ese hombre esté conectado con el cielo, nunca pasará por su cabeza un mal pensamiento, ese es el contexto de ese cuadro y gusta mucho. A pesar de que el que más hace gozar es el del caballo. ¿Cuántas funciones habré hecho, cuanto público? No sé hermano, yo soy tan descuidado, no llevo registros de nada, ni fotos, ni videos.
“Ahora sé que estás aquí Señor, porque el circo ha llegado a la ciudad”
(Jorge Zalamea Borda)
Ahora tengo un proyecto divino, es un sueño muy lindo desde hace mucho tiempo, el circo. Un día me llevaron a ver el circo de Bebé, como en el 74, que lo armaban en donde ahora es el Palacio de Exposiciones, ese era el circo más famoso de la televisión, Animalandia, con sus payasos Tuerquita y Pernito. ¡Imaginate un niño entrando a esa carpa multicolor, con bombillitas! Vi el paraíso en forma de circo.
Acabo de crear La Fundación Circo Medellín, elaboramos unos estatutos muy poéticos, un punto de encuentro para los niños y jóvenes, una escuela que les dé formación.
“Nadie puede ser tan pobre, tan pobre, que no tenga entre sus recuerdos haber asistido a un circo”
(Dora Alonso)
Ya estoy viendo la carpa del circo y alrededor unos vagones viejos de tren donde hay videoteca, libros, donde los pelaos puedan consultar todo el material de artes escénicas, veo una tienda de circo, donde fabriquemos, importemos, todos los productos a precios económicos, veo unas oficinas de administración y un café muy hermoso, lleno de gente, de alegría, un punto de encuentro, para hacer el Club Amigos del Circo, veo saltimbanquis, payasos, malabaristas, veo actores, músicos, miles de niños, veo una escuela de circo con un pénsum tipo circo ruso, con carácter universitario, exigente, donde podamos formar un acróbata pero a la vez un intelectual, un humanista, por eso, el pénsum va acompañado de idiomas, de cultura general, historia del arte, y música, no es que vayamos a enseñar a hacer morisquetas y malabares y ya.
“Todo aquel que tenga más noches de circo en su haber es el que entrará primero en el reino d elos cielos”.
(Ramón Gómez de la Serna)
Ahorita acabamos de comprar la carpa, vale cincuenta millones de pesos, es de segunda, tiene gradas en las que caben trescientas personas, una tarima de siete metros por cuatro, un pequeño juego le luces. Ese es el capital de arranque, todavía no tenemos lote. Fíjese y verá que las grandes ciudades que muestran un gran desarrollo siempre tienen un buen circo. Ahora empezamos porque Medellín es una ciudad que necesita y se merece el circo, fundamental en la formación de las nuevas generaciones.
Entrevista tomada de la edición No. 16 del periódico de Medellín en Escena