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ESTOS POBRES ANGELITOS DE ANDRÉS

por: Cristóbal Peláez González

Andrés Caicedo ha estado desde el año 84 dentro de nuestras lecturas de cabecera. No todo en él es de gran calidad, por supuesto, pero eso es precisamente lo que nos atrapa, una literatura que pertenece al orden de lo experimental, de lo inacabado. Como cualquiera de los clásicos - dígase un Kafka o un Flaubert- escribía desde el exorcismo, la literatura como martirio y maldición. No es exagerado afirmar en Andrés un caso insular en la literatura colombiana: A sus 25 años deja cuatro novelas (se podría hablar de 5), unos 50 relatos cortos, 9 obras de teatro, entre adaptaciones y dramaturgias propias, 21 poemas, 5 números de "Ojo al cine" y un libro voluminoso (próximo a editarse) donde se compendia su destacada labor de crítico cinematográfico. Ello sin contar su reconocida labor de hombre "práctico" que lo llevó durante años a orientar un Cine Club y a moverse como un verdadero líder de los adolescentes caleños.

Pero esto nos hablaría sólo de una compulsión, aquí el factor sorpresivo y admirable es la calidad y la cualidad de su literatura.

Sabemos que de Andrés se ha querido fabricar un mito, una leyenda. Ahora cuando se han derrumbado los parámetros -Marx, Guevara, Sartre- y sólo quedan en pie bataclanas y futbolistas, es preciso emprender la disección crítica de su obra para obligar al mito a aflojar. Esta bien que los jóvenes lo quieran -Andrés era un joven muy hermoso-, está bien el reconocimiento del rebelde que fue, como el gran escritor y fabulador que fue, está muy bien que se convierta en un acicate para la reflexión de una juventud adormecida por los rayos catódicos y el apendejamiento académico.

Nuestro teatro tiene afán por decir "cosas nuevas", pero decir cosas nuevas es lo más antiguo del mundo., deberíamos en cambio tratar por decir las cosas bien dichas, aunque sean cosas viejas expresadas bajo un nuevo punto de vista, un punto de vista que no había sido contemplado. El Amor según Stendhal es muy distinto al Amor según Balzac, porque se trata de un sentimiento nacido de la ilusión, como fenómeno psíquico y sensorial que puede ser intervenido estéticamente desde puntos diversos, desde una subjetividad. Allí reside su atractivo.

El año pasado con motivo del aniversario de Jorge Isaacs se representó en Ballet la historia de amor entre Efrain y María. ¿Es posible pensar que así como los europeos en su larga tradición poseen sus sagas idílicas, Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, Margarita y Armando, también nosotros podamos volver la mirada hacia adentro para que los angelitos, Miguel Angel y Angelita, puedan ingresar con pie de honor en las galerías de nuestro museo de lo imaginario, siendo parte de nuestras nacientes sagas literarias?.

Ellos, en verdad, ya empiezan a rondar por la cabeza de los muchachos colombianos. Allí están presentes los elementos del más puro drama: los niños burgueses con su vida muelle, las fincas, los paseos, la felicidad enlatada en la esquina del bachillerato, pero hay una voluntad haciendo crisis con el medio social -alcohol, destrucción familiar, violencia juvenil-. Angelita y Miguel Angel por un mecanismo extraño quieren defenderse de la imbecilidad del entorno ("Bienaventurados los imbéciles porque de ellos será el reino de la tierra") convertirse a una voluntad consciente. Se vuelven "progresistas", leen y escriben poemas, van al cine, y buscan a su alrededor emociones fuertes por fuera de la rumba del Norte aburguesado. Un cambio de fortuna es la muerte de los Angelitos. Muerte por azar. Si a los asesinos les preguntáramos por qué razón mataron a Angelita es posible que su respuesta pueda ser: "No lo sabemos".

Tal vez la marihuana, la complicidad delincuencial de la luna, la noche...

Es obvio que la historia, lo QUE se cuenta en el teatro, tiene un interés marcado a la hora de decidirnos por una puesta en escena. Siempre, aunque nos neguemos estamos haciendo una historia así la historia sea que no hay una historia. Allí la piedra de toque es el COMO se cuenta, con CUALES palabras, con CUAL tono. El escritor no es el QUE, es el COMO. Madame Bovary constituye el más grande ejemplo de ello, hasta el punto de que muchos afirman que allí nada sucede, salvo lenguaje. (Claro que si ocurre, amor, adulterio, suicidio...)

¿Cómo fue el proceso investigativo?

"Proyecta lo difícil
partiendo de donde aún es fácil.
Realiza lo grande
partiendo de donde aún es pequeño.
Todo lo difícil comienza siempre fácil.
Todolo grande comienza siempre pequeño.
Por eso el sabio nunca hace nada grande
y realiza lo grande, sin embargo.
El árbol de ancho tronco
está ya en el pequeño brote,
un gran edificio
se basa en una capa de tierra.
El viaje hacia lo eterno
comienza ante tus pies".
Lao Tsé. (Tao Te King)

Así de simple y de complejo es el proceso cognoscitivo y sensorial. Cuando se trata de un texto -llámese literario o dramático- el asunto presenta un axioma insalvable: conocer lo mayor posible sobre la obra y el autor, lo mayor posible sobre el contexto. En el caso de Andrés Caicedo: muchas lecturas de la obra en cuestión, muchas lecturas para que el inconsciente se vaya apoderando del asunto. Posteriormente lecturas de las obras editadas: "Destinitos fatales", "El atravesado", de la cual conocíamos incluso una versión teatral del Teatro Colectivo de Bogotá y que años atrás estuviera en temporada en nuestra propia sede, lecturas de "Qué viva la música", lecturas de documentos de crítica cinematográfica. Charlas con "testigos", entre ellos Fernando Vidal, Ramiro Arbelaez, La familia Caicedo, Hernando Guerrero, y otros que fueron emplazados en el transcurso. Visitas a la ciudad de Cali en un trabajo de "atmósfera" recorriendo el mapa caicediano: Teatro Libia, Calle sexta y sus lugares con nombre propio, el río Cali, Versalles.

Es una operación sobre el objeto que se resume así: SABER MAS, COMPRENDER MAS, SENTIR MAS. En ese orden el MAS se vuelve inagotable porque el objeto de conocimiento se dilata, abre nuevos horizontes a medida que se penetra: Poe, Joyce, Lovecraft, el vampirismo, lo gótico, la adolescencia, Cali, el cine, todas aquellas cosas que fueron las afinidades electivas de Andrés.

Con esto quisiera decir: el placer de la investigación es su naturaleza de interminable, saberlo todo es una utopía y un desencanto.

La misma puesta en escena supone un carácter investigativo que no cesa con el estreno y la proyección pública de la obra. Los actores del Matacandelas saben que esos viajes son peligrosos, que de alguna manera inmedible nos marcan y se convierten -autores, temas y personajes- estigmas para nuestra psiquis. Andrés, como Pessoa, como Tardieu, como tantísimos otros ya son compañeros de ruta inevitables. Les hemos abierto las puertas de nuestras vidas: allí se alojan y viven como duendes.

La puesta en marcha

"Angelitos empantanados" es una novela (*) escrita entre los años 71 y 72 (¡el autor era un muchacho de 20 años!). Se compone de tres monólogos: "El pretendiente", "Angelita y Miguel Angel" y "El tiempo de la ciénaga".

El llamado monólogo interior, como flujo de conciencia, adquiere carta de vida literaria en 1887 con Dujardin y es llevado a sus máximas consecuencias por Joyce y Larbaud. Y en este punto no se puede olvidar que aparte de las influencias tan marcadas de Poe, hay un libro decisivo en la vida de Andrés: El Ulysses. Viene al caso porque no se debe desconocer como en una novela posterior, de 1974, Andrés va a intentar una odisea criolla bastante atrevida con Noche sin Fortuna, que a gusto de quien esto escribe, es su más brillante creación literaria.

(*)Sandro Romero Rey, el mayor conocedor de la obra de Andrés Caicedo en el país (y por lo tanto en el mundo) sufre convulsiones cuando hablamos de Angelitosempantanados como Novela. Si, novela, Sandro, novela.

Aquí estamos hablando de un referente muy preciso. Andrés intenta una y otra vez repetir los personajes y situaciones para configurar su propio universo. Noche sin fortuna ultimiza la forma monologada de Angelitos y retoma como pretexto un suceso sin consecuencias como lo es la fiesta de los 15 de Angelita.

Ahora bien, una vez puestos a la escena todo el arsenal de conocimientos y sensaciones empiezan, - decimos "deben"-, necesariamente a operar como un reflejo consciente e inconsciente en el actor. En ese terreno se empiezan a enfrentar la contradicción entre teoría y ejecución.

El actor no está frente al texto como lo puede estar un erudito intelectual. La naturaleza histérica del actor que le empuja a crear y vivir a través de los heterónimos aporta una comprensión del relato que va más allá de una acertada interpretación linguística o científica. Sobre el actor se ha dicho mucho, casi todo cierto, pero la sociología y la crítica lo han reducido a un simple papel de farsante o de histrión sin concederle la orden mayor de artista, titulo exclusivo para pintores y escultores.

Sin actor no hay teatro posible y es necesario a la hora de "ïnterpretar" un texto que él ofrezca su propia visión del asunto; hay que liberarlo al escenario. Si no está demasiado enviciado por el "teatralismo" (algún día os hablaré de la enfermedad juvenil del teatralismo) es casi seguro que no nos defraudará.

Dela pintura hemos hecho un aprendizaje valioso: bocetar. Bocetar en lenguaje teatral es improvisar, así para el pintor significa "jugar con el lápiz", otear, atisbar, y todo aquello que significa exploración, falta de compromiso, trabajo sin garantía, error. Allí van apareciendo sin necesidad de utilizar el fórceps, imágenes, sonidos, colores, que nos pueden impulsar a lanzarnos de manera decidida por un estilo. Todo el equipo, humano y técnico, debe estar comprometido en esta aventura.

La improvisación para el teatro Matacandelas es casi un asunto de vida o muerte. En su caldero han surgido ritmos, luces, formas de actuación, recursos y soluciones escénicas que serían imposibles de hacer emerger en la imaginación de un individuo, por muy talentoso que sea, o en un proyecto trazado de antemano. Sin que tengamos algo en contra de estos últimos.

Uno improvisa por desconfianza a lo que sabe, porque no quiere cerrar la puerta al azar, porque no quiere perderse la emoción de los hallazgos, incluido el error. Y porque, valga decirlo, improvisar es un placer y porque el actor debe construir también su lenguaje, quiere expresar un contexto significativo. El hace teatro porque es parte del mundo, porque quiere escribirse a si mismo. No hay nada más gratificante y placentero para un actor que ver sus propia visión de las cosas inscritas en el espectáculo final.

Lo que poco se ha dicho del teatro Matacandelas es que aquí hay una cooperativa de talento y esfuerzo, un acuerdo de compensaciones, que sus logros no se deben a la sabiduría de un individuo, sino a la summa. Es por lo general el director quien recibe los aplausos, pone la cara responsable y finalmente recibe los créditos sociales, reflejo de una sociedad que no cree sino en gerentes, banqueros y generales. Nuestra verdad de adentro es muy otra. Aquí hay actores y actrices que ya llevan muchos años juntos creando un lenguaje y una expresión, a veces, producto de esa unidad nuestros hilos secretos se mueven por mínimas señas. No desconocemos los riesgos, el principal es el síndrome de los matrimonios viejos, que ya ni siquiera pelean: se ignoran mutuamente. Nuestra lucha es de angustia y hasta con nosotros mismos para que lo inesperado, la sorpresa y el asombro también sean una manera de enfrentar el hecho teatral (y el mundo), puesto que tantos años juntos nos han configurado en una segunda familia. (Nuestra primera familia es la natural, y la tercera: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Shakespeare, Racine, Moliere, Ibsen, Beckett, y siguen muchísimos nombres más).

En Angelitos las bondades de la improvisación están bien definidas:

  1. ESPACIO Y ESCENOGRAFIA. Las distancias entre los actores, sus interrelaciones físicas y los velos negros que en síntesis aportaron el formato final.
  2. La CRIBA LITERARIA: De los relatos las improvisaciones iban seleccionando casi de automático aquello que iba a ser esencial en diálogos y narración.
  3. VOCES EN OFF. La obra contiene 9 personajes (incluido el perrito "Bolivar") que no dan la cara.
  4. CLAQUETA.
  5. LA MAQUINA DEL TIEMPO.

Las limitaciones de espacio no darían para hacer un recuento pormenorizado de todo este proceso. Sintetizamos agregando que no existió al comienzo un texto modelo aparte de la novela, los mismos actores fueron seleccionando a partir de bloques sugeridos por el director escénico:

EJEMPLOS:

Bloque 1: ANGELITA Y EL DESPERTADOR. (El despertador es un símbolo de las relaciones edípicas de Angelita y es la mecha que produce la explosión familiar)

Bloque 2: ANGELITA Y SU FIESTA DE 15. (Bailar el vals es el fin del encanto familiar)

Bloque 3: EL DESPERTAR DE MIGUEL ANGEL. (En términos Freudianos la culpa se desplaza hacia Miguel Angel).

Y así para un total de unos 15 bloques literarios.

Se tuvieron más en cuenta las relaciones y las situaciones que los mismos conflictos dramáticos. Se siguió una estructura cinematográfica porque para el Teatro Matacandelas es claro que el cine, como gran escuela del siglo, ha cambiado los modos de percepción estética en el espectador. Desde su nacimiento el Cine se nutrió del teatro, ahora el teatro debe aprender a robarle al ladrón.

Dramaturgia

La dramaturgia, conforme a este proceso se ha hecho en la marcha. El escenario pide y el lápiz responde; a veces ala inversa, el lápiz sugiere y el escenario verifica. El itinerario se puede describir de esta manera: en la mañana se prepara escenario y atrezzo, en la tarde se ensaya y en la noche un escribidor consigna.

Al hablar de dramaturgia hablamos de selección y orden. La historia ya esta contada como libro. ¿Valía la pena contarla en lenguaje teatral? ¿O se convertiría en meras láminas de ilustración? Está claro, el teatro representa no un texto, representa un subtexto. El texto lo puede leer el espectador en casa. Como el famoso pintor de Valle Inclán no podíamos dibujar un gallo y poner debajo "esto es un gallo".

El recurso último de una representación teatral como un ensayo en el vacío de un rodaje cinematográfico, que tanto ha entusiasmado a caicedólogos y caicedófagos, fue una sugerencia entre líneas que apareció de manera accidental en la improvisación y apenas como justo homenaje al autor que gozaba de merecida fama de gomoso del cine. Angelitos Empantanados a su vez tuvo su propia versión cinematográfica bajo la responsabilidad del autor y carlos Mayolo.

Debo decir que en últimas este montaje, con todo el aplauso y el cariño que ha despertado entre los jóvenes espectadores y en los cuarentones nostálgicos representa un instante importante en nuestro trasiego y en nuestra visión del mundo y de la cosa estética, un instante repito, porque creo que el Matacandelas que durante 18 años ha encarado el oficio como una emoción y una cruel interrogación ante la existencia está un poco más allá de las menudencias del reconocimiento, la fama o el traidor prestigio. Creemos que la obra de Andrés, el más maldito de nuestros escritores, soporta la mirada crítica a despecho de las mitomanías y las idolatrías. Tomarlo ahora como la panacea de nuestra dramaturgia puede conducir a la repetición de aplicaciones; elevamos autores y escuelas para luego darnos el goce de renegarlas. Por fortuna el teatro Matacandelas sigue siendo, respecto a autores, deidades, corrientes y tendencias, un soltero empedernido.

El Arte del teatro, es un verbo en perenne conjugación.

POST-SCRIPTUM: El teatro Matacandelas trabajó durante 11 años sin contar con alguna ayuda económica oficial o privada. Desde nuestro nacimiento entendimos que el arte, este bicho que se alimenta de holocaustos, se hace a cuenta y riesgos propios. Debemos decir, nobleza obliga, que las BECAS de COLCULTURA, a las cuales hemos accedido con honor y reto en tres ocasiones, nos han aligerado el fardo.

De nuestra respuesta a ese compromiso hablan mejor las 110 funciones de Angelitos y las 175 de Pinocho, obras que continúan vivas en repertorio. La tercera Beca Colcultura, Los diplomas, se estrenará en abril de 1997.

Estos estímulos son necesarios porque aligeran una dicotomía triste que nos ocurre a la gente del teatro, huimos de un mundo que solo vive del intercambio monetario y mercantil y esta huida la pagamos a muy alto precio, vivimos pensando más en la carencia de dinero que en nuestro propio arte. Qué ironía. Qué tontería.

Las Becas, los impulsos económicos y difusores de la creación son respiración boca a boca para el teatro, proporcionan espacios para la reflexión, nos ofrecen la ocasión de combatir nuestro urgentismo, nuestro obligado tareismo.

El Teatro Matacandelas, un grupo que se aferra a la humildad sombría del escenario para no perder su última fe en algo terrenal, quiere expresarle a COLCULTURA un MUCHAS GRACIAS.

Medellín. Diciembre 9. 1996

(Especial para publicación de Colcultura)