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LOS CIEGOS

De Maurice Maeterlinck

Versión libre del Teatro Matacandelas

Sobre traducciones de G. Martínez Sierra, Antonio Villasalva y Carlos Vásquez. Año 2001.

Antiquísimo bosque septentrional, de aspecto eterno, bajo un cielo profundamente estrellado, en medio hacia el fondo de la noche, está sentado un sacerdote muy anciano, envuelto en ancha capa negra. El busto y la cabeza, ligeramente inclinados y mortalmente inmóviles, se apoyan contra el tronco de una encina enorme y cavernosa. El rostro es de inmutable lividez de cera, en la cual se entreabren los labios violeta. Los ojos, mudos y fijos, no miran ya del lado visible de la eternidad, y parecen ensangrentados bajo gran número de dolores inmemoriales y de lágrimas. Los cabellos, de blancura muy grave, caen en mechones rígidos y escasos sobre el rostro, más iluminado y más cansado que todo cuanto le rodea en el silencio atento del hosco bosque. Las manos, enflaquecidas, están rígidamente juntas sobre los muslos, a la derecha, seis ancianos ciegos están sentados sobre piedras, troncos y hojas secas. A la izquierda, y separadas de ellos por un árbol descuajado y pedazos de roca, seis mujeres, también ciegas, están sentadas frente a los ancianos. Tres de ellas rezan y se lamentan con voz sorda y sin interrupción. Otra es muy vieja. La quinta, en actitud de muda demencia, tiene en las rodillas a un niño dormido. La sexta es resplandeciente de juventud y su cabellera inunda todo su ser. Llevan, como los ancianos, vestiduras amplias, sombrías y uniformes. La mayor parte de ellos espera, con los codos sobre las rodillas y los rostros entre las manos; y todos parecen haber perdido la costumbre del gesto inútil y no vuelven ya la cabeza a los rumores ahogados e inquietos de la isla. Grandes árboles funerarios, sauces llorones, cipreses, les cubren con sus sombras fieles. Una mata grande de asfódelos enfermizos florece, no lejos del sacerdote, en la noche. Está extraordinariamente oscuro, a pesar de la luz de la luna, que aquí y allá se esfuerza por apartar un momento las tinieblas de los follajes.

Primer ciego de nacimiento: ¿Aún no vuelve?... ¿Aún no vuelve?

Segundo ciego de nacimiento: ¡Me habéis despertado!

Primer ciego de nacimiento: ¿Aún no vuelve?

Segundo ciego de nacimiento: No, no oigo venir nada.

Tercer ciego de nacimiento: Ya es tiempo de volver al asilo.

Primer ciego de nacimiento: Es preciso saber dónde estamos.

Segundo ciego de nacimiento: Desde que se fue el sacerdote hace frío.

El ciego más viejo: ¿Alguien sabe dónde estamos?

La ciega más vieja: Hemos andado mucho tiempo; debemos estar muy lejos del asilo.

Primer ciego de nacimiento: ¿Las mujeres dónde están?

La ciega más vieja: ¡Aquí!

Primer ciego de nacimiento: ¿Dónde?

La ciega más vieja: Estamos sentadas sobre piedras.

Sonido de lobo muy lejano. El primer ciego de nacimiento tantea a su alrededor.

Primer ciego de nacimiento: Hay algo entre nosotros...

Segundo ciego de nacimiento: Vale más estarse quieto.

Tercer ciego de nacimiento: ¿Dónde estáis sentadas? ¿Queréis venir a nuestro lado?

La ciega más vieja: ¡No nos atrevemos a levantarnos!

Tercer ciego de nacimiento: ¿Por qué nos habrá separado?

Primer ciego de nacimiento: Oigo rezar a las mujeres.

Segundo ciego de nacimiento: ¡No están rezando!

Primer ciego de nacimiento: ¡Digo que oigo rezar a las mujeres!

Segundo ciego de nacimiento: ¡Que no están rezando!

Primer ciego de nacimiento: Luego rezaréis en el asilo.

Tercer ciego de nacimiento: Quisiera saber al lado de quién estoy sentado.

Segundo ciego de nacimiento: Creo que soy yo.

Primer ciego de nacimiento: Sin embargo, no estamos lejos unos de otros.

Segundo ciego de nacimiento: ¡No oigo a todos; hace un momento éramos siete!

Primer ciego de nacimiento: Empiezo a darme cuenta. Preguntemos también a las mujeres: es preciso saber a qué atenerse. Las mujeres ¿Están juntas?

La ciega más vieja: Están sentadas a mi lado, en una roca.

Primer ciego de nacimiento: ¡Yo estoy sentado sobre hojas secas!

Tercer ciego de nacimiento: ¿Y la ciega hermosa dónde está?

La ciega más vieja: Aquí a mi lado.

Segundo ciego de nacimiento: ¿Dónde está la loca con su hijo?

La ciega joven: La loca esta dormida ¡No le despertéis!

El ciego más viejo: El sordo joven está conmigo... ¿Dónde está el sordo más viejo?

Una de las ciegas: En medio de nosotras. Sigue delirando. Está enfermo, no le molestéis.

Primer ciego de nacimiento: ¡Oh! ¡Qué lejos estáis de nosotros! Creí que os tenía en frente.

Tercer ciego de nacimiento: Sabemos, más o menos, todo lo que es preciso saber; hablemos un poco, esperando a que vuelva el sacerdote.

La ciega más vieja: El sacerdote nos ha dicho que le esperemos en silencio.

Tercer ciego de nacimiento: No estamos en ninguna iglesia.

La ciega más vieja: No sabemos dónde estamos.

Silencio.

Segundo ciego de nacimiento: Cuando dejo de hablar, tengo miedo.

Primer ciego de nacimiento: ¿Sabéis dónde ha ido el sacerdote?

Tercer ciego de nacimiento: Me parece que nos abandona demasiado tiempo.

Primer ciego de nacimiento: Se está haciendo demasiado viejo. Parece que también ve poco desde hace algún tiempo. No quiere confesarlo por temor a que venga otro a ocupar su puesto entre nosotros; pero sospecho que ya casi no ve.

Tercer ciego de nacimiento: Necesitaríamos otro guía.

Segundo ciego de nacimiento: Somos muchos y ya el sacerdote ni siquiera nos escucha.

Primer ciego de nacimiento: En la casa, sólo ven él y las tres religiosas, ¡y son todos más viejos que nosotros! Estoy seguro de que nos ha perdido y anda buscando el camino.

Tercer ciego de nacimiento¿Dónde ha ido?

Segundo ciego de nacimiento: No tiene derecho a dejarnos aquí...

La ciega más vieja: Habrá ido hacía el mar; creo que ha hablado seriamente a las mujeres.

Primer ciego de nacimiento: ¡Ya sólo habla a las mujeres! ¿Es que nosotros no existimos? Pero, ¿dónde ha ido?

La ciega más vieja: Estaba cansado de haber andado tanto. Creo que se ha sentado un momento entre nosotros. Está muy triste y muy débil desde hace algunos días. Desde que murió el médico tiene miedo. Está solo. Ya casi no habla. No sé qué ha sucedido. Quería a toda costa salir hoy. Decía que quería ver la isla por última vez, al sol, antes del invierno. Parece que el invierno va a ser muy largo y muy frío y que ya vienen del Norte los hielos. Estaba muy inquieto; decía que las tormentas de los días pasados han desbordado el río y que los diques han sido arrastrados. Decía que el mar le asustaba, que se agitaba sin motivo y que los acantilados de la isla no podrían contenerle. Quería ver, pero no nos ha dicho lo que ha visto. Ahora creo ha ido a buscar pan y agua para la loca. Dijo que tendría que ir muy lejos... hay que esperar.

La ciega joven: Al dejarnos el sacerdote tenía el cántaro en las manos y le oía que decía en susurros: “Alabado sea el creador del universo por la Hermana Agua, tan humilde, tan preciosa, tan necesaria”, después me ha cogido las manos, y las suyas temblaban como si él tuviese miedo. Luego me ha besado...

Tres ciegos de nacimiento: ¡Oh! ¡Oh!

La ciega joven: Le he preguntado qué había sucedido. Me ha dicho que no lo sabía. Me ha dicho: “El reinado de los ancianos va a terminar, acaso”.

Primer ciego de nacimiento: ¿El reinado de los ancianos va a terminar? ¿Qué quería decir con eso?

La ciega joven: No lo sé. El sacerdote me ha dicho: “Voy hacia el faro”.

Primer ciego de nacimiento: ¿Hay un faro?

La ciega joven: Sí, al norte de la isla, creo que no estamos lejos de él. El sacerdote me dijo que a través de la arboleda, la luz del faro llega hasta aquí. Estaba tan triste, nunca me pareció tan triste como hoy y creo que lloraba desde hace algunos días. No sé por qué, yo también lloraba sin verle. No le he oído marcharse. No le he preguntado más. Le oía sonreír muy gravemente. Oía que cerraba los ojos y que quería callarse.

Primer ciego de nacimiento: No nos ha dicho nada de todo eso.

La ciega joven: ¡No le hacéis caso cuando habla!

Una de las viejas: Cuando habla, todos murmuráis.

Segundo ciego de nacimiento: Al marcharse nos ha dicho “Buenas noches”.

Tercer ciego de nacimiento: ¡Buenas noches! Eso quiere decir que es muy tarde.

Primer ciego de nacimiento: Ha dicho dos o tres veces: “Buenas noches”, al marcharse, como si fuera a dormir. Oía que me miraba cuando decía: “¡Buenas noches, buenas noches!”. La voz cambia cuando se mira a alguien fijamente.

Sordo viejo: Y el ángel tomó el incensario, lo llenó con fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra y se produjeron truenos y estruendos y relámpagos y un terremoto.

Primer ciego de nacimiento: ¿Quién habla así, sin razón?

Segundo ciego de nacimiento: Creo que es el sordo viejo.

Primer ciego de nacimiento: ¡Callad!, no es hora de rezar.

Tercer ciego de nacimiento: ¿Pero a dónde iba a buscar el pan y el agua?

La ciega más vieja: Ha ido hacia el mar.

Tercer ciego de nacimiento: ¡A su edad no se acerca uno al mar!

Segundo ciego de nacimiento: ¿Está cerca el mar?

La ciega más vieja: Sí; callad un instante y le oiréis.

Murmullo de un mar cercano y muy tranquilo contra el acantilado. Aullido de lobos.

Ciegas: ¡Oh Dios traicionado por la suerte y privado de alabanzas!

Príncipe del Exilio, a quien se le ha hecho un agravio,
y que vencido, siempre te levantas más fuerte,

Tú que lo sabes todo, gran rey de las cosas subterráneas,
sanador familiar de las angustias humanas,

Tú que, lo mismo a los leprosos que a los parias malditos,
enseñas por amor el gusto del Paraíso,

Tú que de la Muerte, tu vieja y fuerte amante,
engendras la Esperanza ¡una loca encantadora!

Tú, que haces al proscrito esta mirada calma y alta,
que condena todo un pueblo alrededor de un cadalso,

Tú que sabes en qué ángulos de las tierras envidiosas,
el Dios celoso escondió las piedras preciosas,

Tú que, para consolar al hombre frágil que sufre,
nos enseñas a mezclar el salitre y el azufre,

Tú que pusiste en los ojos y en el corazón de las muchachas,
el culto de la llaga y el amor de los andrajos,

Bastón de los exiliados, luz de los inventores,
Confesor de los ahorcados y de los conspiradores,

Padre adoptivo de estos que en su negra cólera
del Paraíso terrestre ha desterrado Dios Padre *

* Baudelaire, Charles. Letanías de Satán.

Sordo viejo: “Piedad, piedad para mi larga miseria”.

Segundo ciego de nacimiento: ¿Quién habló?

Tercer ciego de nacimiento: El sordo viejo.

Segundo ciego de nacimiento: ¿Qué dijo?

Tercer ciego de nacimiento: No sé. Sigue delirando.

Segundo ciego de nacimiento: No escucho el mar. Sólo oigo rezar a las viejas.

La ciega más vieja: Escuchad bien y oiréis el mar a través de las oraciones.

Segundo ciego de nacimiento: Sí; oigo algo que no está lejos de nosotros.

El ciego más viejo: El mar estaba dormido; diríase que se despierta.

Primer ciego de nacimiento: El sacerdote ha hecho mal en traernos aquí; no me gusta oír este ruido.

El ciego más viejo: Ya sabéis que la isla no es grande y que se oye el mar en cuanto se sale del asilo.

Segundo ciego de nacimiento: Nací ciego. No conozco el mar. No sé cómo suena al mar.

Tercer ciego de nacimiento: Parece que está aquí mismo, no me gusta oírle tan cerca.

Segundo ciego de nacimiento: No pedimos salir del asilo.

Tercer ciego de nacimiento: Nunca hemos venido hasta aquí; era inútil traernos tan lejos.

La ciega más vieja: Hacía muy buen tiempo esta mañana; ha querido que gozácemos de los últimos días de sol antes de encerrarnos todo el invierno en el asilo.

Primer ciego de nacimiento: ¡Maldito sea el invierno! Yo prefiero quedarme en el asilo.

La ciega más vieja: Decía también que nos era preciso conocer un poco la isla en que estamos. Él mismo no la ha recorrido del todo; hay montañas a las que no ha subido nadie, valles desconocidos, y grutas que nadie ha penetrado. Decía que no siempre hay que esperar el sol bajo las bóvedas del dormitorio; quería llevarnos hasta la orilla del mar. Deberíais estar agradecidos con el sacerdote.

El ciego más viejo: Tiene razón el sacerdote; hay que pensar en vivir.

Primer ciego de nacimiento: Pero, ¡si fuera no hay nada que ver!

Segundo ciego de nacimiento: ¿Estamos al sol en este momento?

Sexto ciego: No creo; parece que es muy tarde.

Segundo ciego de nacimiento: ¿Qué hora es?

Tercer ciego de nacimiento: No lo sé.

Primer ciego de nacimiento: Nadie lo sabe.

Segundo ciego de nacimiento: ¿Es aún de día?

Sexto ciego: Debe ser de noche. Cuando hace sol veo una línea azul bajo los párpados; antes la vi, pero ahora ya no veo nada.

Primer ciego de nacimiento: Yo sé que es tarde cuando tengo hambre, y tengo hambre.

Tercer ciego de nacimiento: Levantemos la cabeza; puede que veamos algo en el cielo.

Todos levantan la cabeza al cielo excepto los sordos y la loca.

Sexto ciego: No sé si estamos bajo el cielo.

Primer ciego de nacimiento: ¡Ahhhhhhh! La voz resuena como si estuviésemos en una gruta.

El ciego más viejo: Creo más bien que resuena así porque es de noche.

La ciega joven: Me parece que siento en las manos la luz de la luna.

Levantan la mano.

La ciega más vieja: Creo que hay estrellas; las oigo.

La ciega joven: Yo también.

Primer ciego de nacimiento: Yo no oigo ruido ninguno.

Segundo ciego de nacimiento: Yo no oigo sino el ruido de nuestro aliento.

El ciego más viejo: Creo que las mujeres tienen razón.

Primer ciego de nacimiento: Nunca he oído las estrellas.

Segundo ciego de nacimiento: Yo tampoco.

Un enjambre de pájaros se acerca por encima de los árboles.

Segundo ciego de nacimiento: ¡Escuchad! ¡Escuchad! ¿Qué hay sobre nosotros? ¿Oís?

El ciego más viejo: ¡Algo ha pasado entre el cielo y nosotros!

Primer ciego de nacimiento: No conozco la naturaleza de ese ruido. Quisiera volver al asilo.

Segundo ciego de nacimiento: ¡Habría que saber dónde estamos!

Sexto ciego: No hay más que espinas a mi alrededor, no me atrevo a extender las manos.

Tercer ciego de nacimiento: ¡Habría que saber dónde estamos!

El ciego más viejo: ¡No podemos saberlo!

Sexto ciego: Debemos estar muy lejos del asilo. No comprendo ninguno de los ruidos.

Tercer ciego de nacimiento: Desde hace tiempo, estoy sintiendo el olor de las hojas muertas.

Sexto ciego: ¿Alguien entre nosotros ha visto la isla en otro tiempo y puede decirnos dónde estamos?

La ciega más vieja: Todos éramos ciegos al llegar aquí.

Primer ciego de nacimiento: Yo nací ciego.

Segundo ciego de nacimiento: No nos inquietemos tan inútilmente: esperemos, esperemos, es mejor

esperar.

Los pájaros nocturnos se precipitan bruscamente entre las hojas.

Sordo viejo: “Entonces se verán señales en el firmamento. Sobre la tierra las naciones se llenarán de angustia. Los hombres se desmayarán de terror y expectación a causa de las cosas que sobrevendrán al mundo habitado, porque los poderes del cielo serán sacudidos... así está escrito y así será".

Segundo ciego de nacimiento: De aquí en adelante no saldremos con el sacerdote.

El ciego más viejo: No podemos salir solos.

Primer ciego de nacimiento: No saldremos; prefiero no salir.

Segundo ciego de nacimiento: No queríamos salir, nadie lo había pedido.

Una de las ciegas: Era día de fiesta en la isla; salimos siempre los días de fiesta.

Tercer ciego de nacimiento: Ha venido a darme en el hombro mientras dormía, y me ha dicho: levantaos, levantaos, ya es hora; el sol está muy alto. ¿Era verdad? Qué se yo, si nunca he visto el sol.

El ciego más viejo: Yo sí, lo he visto cuando era muy joven.

La ciega más vieja: Yo también, hace años, cuando era niña; pero casi no recuerdo.

Tercer ciego de nacimiento: ¿Por qué quiere que salgamos siempre que hace sol? ¿Quién de nosotros advierte el sol? No sabemos si es de día o si es de noche.

Sexto ciego: Yo prefiero salir a mediodía; sospecho entonces grandes claridades, y mis ojos hacen grandes esfuerzos por abrirse.

Tercer ciego de nacimiento: Yo prefiero quedarme en el refectorio, junto al fuego; había buena lumbre esta mañana.

Segundo ciego de nacimiento: Podría llevarnos al sol en el patio; está uno al amparo de las murallas; no puede uno salir, no hay nada que temer estando las puertas cerradas. “Todas las desgracias del hombre, provienen de no saberse quedar quieto en su cuarto”. ¡Ah! ¿Quién me ha tocado el codo izquierdo?

Primer ciego de nacimiento: No os he tocado; no puedo alcanzaros.

Segundo ciego de nacimiento: ¡Os digo que alguien me ha tocado el codo!

Primer ciego de nacimiento: No es uno de nosotros.

La ciega más vieja: ¡Dios mío! ¡Decidnos dónde estamos!

Primer ciego de nacimiento: ¡Dios, no podemos estar esperando eternamente!

Un reloj muy lejano da doce campanadas muy lentas.

La ciega más vieja: ¡Oh!, qué lejos estamos del asilo.

El ciego más viejo: Son doce campanadas, las conté. ¡Es medianoche!

Segundo ciego de nacimiento: No, ¡es mediodía! ¿alguien lo sabe? ¡Hablad! ¡Hablad!

Sexto ciego: No lo sé, pero creo que estamos a la sombra.

Primer ciego de nacimiento: Ya no me reconozco; hemos dormido demasiado tiempo.

Segundo ciego de nacimiento: ¡Tengo hambre!

Sexto ciego: ¡Tenemos hambre y sed!

Segundo ciego de nacimiento: ¿Hace mucho tiempo que estamos aquí?

La ciega más vieja: ¡Me parece que estoy aquí desde hace siglos!

Sexto ciego: Empiezo a comprender dónde estamos.

Tercer ciego de nacimiento: Habría que ir hacia el lado donde han dado las doce campanadas.

Todos los pájaros nocturnos se alegran súbitamente en las tinieblas.

Primer ciego de nacimiento: Oíd, oíd.

Segundo ciego de nacimiento: ¿Acaso no estamos solos?

Tercer ciego de nacimiento: Hace rato que sospecho algo:

Primer ciego de nacimiento: ¿Qué?

Tercer ciego de nacimiento: Nos escuchan.

Primer ciego de nacimiento: No sé lo que es. Es encima de nosotros.

Segundo ciego de nacimiento: ¿No oís nada vosotras? ¡Siempre calláis!

El ciego más viejo: Estamos escuchando todavía.

La ciega joven: ¡Oigo alas a mi alrededor!

La ciega más vieja: ¡Dios mío! ¡Decidnos dónde estamos!

Sexto ciego: Ahora voy comprendiendo... El asilo está al otro lado del río; hemos pasado por el puente viejo. El sacerdote nos ha conducido al Norte de la Isla. No estamos lejos del río, y acaso le oiríamos si escuchásemos un momento... Sería preciso caminar hasta la orilla si el sacerdote no vuelve... Pasan por allí día y noche grandes navíos, y los marineros nos verán. Puede que estemos en el bosque que rodea el faro; pero no conozco la salida... ¿Alguien quiere seguirme?

Primer ciego de nacimiento: ¡Quedémonos sentados! Esperemos, esperemos.

Tercer ciego de nacimiento: ¿Esperar qué?

Primer ciego de nacimiento: No sabemos la dirección del río, y hay pantanos alrededor del asilo; esperemos, esperemos... El sacerdote volverá ¡Es preciso que vuelva!

Sordo viejo: “Y mis ojos contemplaron la furiosa mirada del supremo arquitecto del universo, a su lado un Ángel de horrorosa belleza que traía en sus manos la llave del abismo. Entonces cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha. El nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres perecieron a causa de ello, porque las aguas fueron hechas amargas”.

Primer ciego de nacimiento: ¡Maldito sordo!

Sexto ciego: ¿Alguno sabe por dónde hemos venido? El sacerdote nos lo ha explicado mientras

andábamos.

Primer ciego de nacimiento: No le he puesto atención.

Sexto ciego: ¿Alguno le ha escuchado?

Tercer ciego de nacimiento: De aquí en adelante hay que escuchar al sacerdote.

Sexto ciego: ¿Alguno de nosotros ha nacido en la isla?

El ciego más viejo: De sobra sabéis, hermano joven, que venimos de otra parte.

La ciega más vieja: Venimos del otro lado del mar.

Primer ciego de nacimiento: Creí morir durante la travesía.

Segundo ciego de nacimiento: Yo también; vinimos juntos.

Tercer ciego de nacimiento: Somos los tres de la misma parroquia. Hemos abordado por azar.

Primer ciego de nacimiento: Dicen que se puede ver desde aquí en días despejados; hacia el Norte. No tiene campanario.

La ciega más vieja: Yo vengo de otra parte...

Segundo ciego de nacimiento: ¿De dónde venís, señora?

La ciega más vieja: No me atrevo ya ni a pensarlo... Ya casi no recuerdo cuando hablo de ello... hace demasiado tiempo... hacía más frío que aquí...

La ciega joven: Yo vengo de muy lejos...

Primer ciego de nacimiento: ¿De dónde?

La ciega joven: No sabría decirlo. ¿Cómo queréis que os lo explique? Está allá lejos; mas allá de los mares. Era un gran país... No podría indicarlo más que por señas; pero nada veríamos... He andado errante mucho tiempo... pero he visto el sol, el agua y el fuego; montañas, rostros y flores extrañas... no las hay parecidas en esta isla; hace demasiado frío y es demasiado sombría... No he reconocido su perfume desde que no veo... He visto a mis padres y a mis hermanas... Era demasiado pequeña entonces para saber dónde estaba... Pero, ¡cómo me acuerdo de haber visto!... Un día estaba mirando la nieve que había en lo alto de una montaña... Empezaba a distinguir los que han de ser desdichados...

Primer ciego de nacimiento: ¿Qué queréis decir?

La ciega joven: A los desdichados los reconozco en la voz, a veces... tengo recuerdos que son más claros cuando no pienso en ellos.

Primer ciego de nacimiento: Yo no tengo recuerdos.

Una bandada de grandes aves migratorias atraviesa con ruido por encima de las frondas.

El ciego más viejo: ¡Algo vuelve a pasar bajo el cielo!

Segundo ciego de nacimiento: ¿Por qué habéis venido aquí?

El ciego más viejo: ¿A quién hace usted esta pregunta?

Segundo ciego de nacimiento: A nuestra hermana joven.

La ciega joven: Me habían dicho que el sacerdote sabría curarme. Me ha dicho que algún día veré; entonces podré salir de la Isla.

Primer ciego de nacimiento: ¡Todos quisiéramos salir de la isla!

Segundo ciego de nacimiento: ¡Siempre estaremos aquí!

Tercer ciego de nacimiento: El sacerdote es demasiado viejo. No tendrá tiempo de curarnos.

La ciega joven: Siento vida en mis ojos.

Primer ciego de nacimiento: Yo tengo los párpados abiertos.

Segundo ciego de nacimiento: Yo duermo con los ojos abiertos.

Tercer ciego de nacimiento: ¡No hablemos más de nuestros ojos!

Segundo ciego de nacimiento: ¿Hace mucho tiempo que estáis aquí hermana?

El ciego más viejo: Una noche mientras oraba oí del lado de las mujeres una voz que no conocía, y comprendí en vuestra voz que érais muy joven... hubiera querido veros.

Primer ciego de nacimiento: Yo no me di cuenta.

Segundo ciego de nacimiento: Yo tampoco.

Sexto ciego: Dicen que eres hermosa como una mujer que viene de muy lejos.

La ciega joven: No me he visto nunca.

El ciego más viejo: No nos hemos visto nunca. Nos preguntamos y nos respondemos pero no sabemos lo que somos... Es inútil palparnos mutuamente... Los ojos saben más que las manos.

Sexto ciego: Yo a veces creo ver vuestras sombras cuando estáis al sol.

El ciego más viejo: No hemos visto nunca la casa en que vivimos; Y siempre están ahí esas tinieblas, esas tinieblas sin fin. ¡Por mucho que toquemos los muros y las ventanas, no sabemos dónde vivimos!

La ciega más vieja: Dicen que es un castillo viejo muy sombrío y miserable; no se ve nunca luz, a no ser en la torre donde se encuentra la habitación del sacerdote.

Primer ciego de nacimiento: Los que no ven no necesitan luz.

Sexto ciego: Cuando guardo el rebaño, en los alrededores del asilo, las ovejas vuelven a casa solas al ver, por la noche, esa luz de la torre. Ellas nunca me extraviaron.

El ciego más viejo: Ya van años y años que estamos juntos y no nos hemos visto nunca. ¡No hay más que tinieblas entre nosotros! Diríase que siempre estamos solos... ¡Para quererse hay que ver!

La ciega más vieja: Yo algunas veces sueño que veo.

El ciego más viejo: Yo sólo veo cuando sueño.

Primer ciego de nacimiento: Yo no sueño más que a medianoche.

Una ráfaga de viento conmueve el bosque.

Sordo joven: ¿Quién me ha tocado las manos?

Primer ciego de nacimiento: ¡Es algo que cae entre nosotros!

El ciego más viejo: Viene de arriba, no sé lo que es...

Sordo joven: ¿Quién me ha tocado las manos? ¡Me había dormido! ¡Dejadme dormir!

El ciego más viejo: Nadie os ha tocado las manos.

Sordo joven: ¿Quién me ha tocado las manos? Responded en voz alta; soy un poco duro de oído.

El ciego más viejo: Ni nosotros mismos lo sabemos.

Sordo joven: ¿Ha venido alguien?

Primer ciego de nacimiento: Es inútil responder; no oye nada.

Tercer ciego de nacimiento: ¡Hay que reconocer que los sordos son bien desgraciados!

Sordo joven: ¿Estamos en el asilo? ¿Han encendido la lumbre? ¿Ya repartieron la comida?

El ciego más viejo: Me canso de estar sentado.

Sexto ciego: ¡Me canso de estar aquí!

El ciego más viejo: Quisiera estar en otro lugar.

Segundo ciego de nacimiento: Me parece que estamos muy lejos unos de otros. Intentemos acercarnos un poco; empieza a hacer frío.

Tercer ciego de nacimiento: No me atrevo a moverme; más vale que nos quedemos en nuestro sitio.

El ciego más viejo: No se sabe lo que puede haber entre nosotros.

Sexto ciego: ¡Ah! Creo que tengo sangre en mi mano; he intentado ponerme en pie.

La ciega loca solloza.

Primer ciego de nacimiento: Oigo además otro ruido.

Segundo ciego de nacimiento: Creo que es la loca con su hijo.

Tercer ciego de nacimiento: Está loca; nunca dice nada.

La ciega más vieja: No ha vuelto a hablar desde que tuvo el niño, parece que siempre tiene miedo.

Sordo viejo: “Sucederá en aquel tiempo que yo estaré entre los hombres y escudriñaré la tierra con lámpara. El patrimonio de ellos será saqueado, y sus casas quedarán desoladas. Edificarán casas, pero no las habitarán; plantarán viñas, pero no beberán el vino de ellas.”

Primer ciego de nacimiento: Es que no hay forma de callar este sordo.

El ciego más viejo: ¿No tenéis miedo ahora?

Primer ciego de nacimiento: ¿Quién?

El ciego más viejo: Todos.

Todas las ciegas: ¡Sí, sí tenemos miedo!

La ciega joven: ¡Tenemos miedo desde hace mucho tiempo!

Primer ciego de nacimiento: ¿Por qué preguntáis eso?

El ciego más viejo: No sé por qué lo pregunto... Me parece que oigo llorar entre nosotros...

Primer ciego de nacimiento: No hay que tener miedo. Es la loca con su hijo...

El ciego más viejo: Ahora siento que estáis más palidos que muertos; hay además otra cosa, estoy seguro de que hay otra cosa, no es sólo de eso de lo que tengo miedo.

La ciega más vieja: Llora siempre cuando va a dar de mamar al niño.

Primer ciego de nacimiento: Nadie llora como ella.

La ciega más vieja: Dicen que aún ve en algunos momentos.

Primer ciego de nacimiento: No se oye llorar a las demás...

El ciego más viejo: Para llorar hay que ver...

Llora la loca.

Una de las ciegas: “Estamos esperando y Dios todavía no ha dicho una palabra”.

Silencio. El mar brama violentamente contra el acantilado.

Primer ciego de nacimiento: ¿Qué es eso? ¿Truenos?

Segundo ciego de nacimiento: Creo que se avecina una tormenta.

La ciega más vieja: Creo que es el mar.

Primer ciego de nacimiento: ¿El mar? ¿Es el mar? Pero si está a nuestro lado, le oigo en derredor mío, es preciso que sea otra cosa.

La ciega joven: Estoy oyendo a mis pies el ruido de las olas.

Primer ciego de nacimiento: No, creo que es el viento en las hojas secas.

El ciego más viejo: Creo que las mujeres tienen razón.

Tercer ciego de nacimiento: ¡Va a llegar hasta aquí!

Primer ciego de nacimiento: ¿De dónde viene el viento?

Segundo ciego de nacimiento: Viene del mar.

El ciego más viejo: Viene siempre del lado del mar; nos rodea por todas partes. No puede venir de otro lado.

Primer ciego de nacimiento: ¡No pensemos más en el mar!

Segundo ciego de nacimiento: ¡Hay que pensar en él, puesto que va a alcanzarnos!

Primer ciego de nacimiento: ¡No sabéis si es el mar!

Segundo ciego de nacimiento: ¡Oigo las olas como si fuera a sumergir en ellas las dos manos! ¡No podemos quedarnos aquí! ¡El agua quizá empieza a rodearnos!

El ciego más viejo: ¿A dónde iremos?

Segundo ciego de nacimiento: ¡A cualquier lugar! ¡A cualquier lugar! ¡No quiero oír más el ruido del agua! ¡Intentemos hacer algo! ¡Levantémonos y caminemos!

Primer ciego de nacimiento: ¡Quedémonos sentados!

Tercer ciego de nacimiento: ¡Escuchad! Me parece que oigo además otra cosa.

Primer ciego de nacimiento: Sí, yo tambien lo escucho. ¡Algo se acerca!

Segundo ciego de nacimiento: Viene, ¡Viene! ¡Es el sacerdote que vuelve!¡No le hagamos reproches hoy!

Ladridos de perro muy lejanos.

Una de las ciegas: No es el sacerdote. ¡Escuchad!

Tercer ciego de nacimiento: Reconozco esos ladridos, es el perro guardián del asilo.

Todos los ciegos ríen excepto los sordos y la loca.

Todos: ¡Yaco! ¡Yaco!

Tercer ciego de nacimiento: Está cerca, ¡nos busca!

El ciego más viejo: Puede que venga alguien detrás del perro.

Primer ciego de nacimiento: No, no, viene solo. Nadie más le sigue. No necesitamos otro guía; no le hay mejor. Nos guiará a donde queremos ir. Nos obedecerá...

La ciega más vieja: Yo no me atrevo a seguir al perro.

Primer ciego de nacimiento: ¿Por qué no? Yaco sabe el camino, ve mejor que nosotros.

Segundo ciego de nacimiento: No hagamos caso a las mujeres.

Entra el perro entre ellos.

Tercer ciego de nacimiento: ¡Está ahí! ¡Viene por nosotros!

Segundo ciego de nacimiento: ¡Estamos salvados!

Silencio. El perro olfatea. Ladra espantado y huye.

Segundo ciego de nacimiento: ¡Aquí estamos!

Primer ciego de nacimiento: Se ha ido.

Segundo ciego de nacimiento: Se ha ido...

Una ráfaga de viento frío pasa por el bosque.

La ciega joven: El olor de las flores llega hasta nosotros...

Primer ciego de nacimiento: ¡Yo sólo siento el olor de la tierra!

La ciega joven: ¡Hay flores, hay flores en derredor nuestro!

Segundo ciego de nacimiento: ¡No siento más que olor a tierra!

La ciega más vieja: He sentido flores en el viento...

Tercer ciego de nacimiento: ¡Yo no siento más que olor a tierra!

Sexto ciego: ¿Dónde están las flores? Iré a cogerlas.

La ciega joven: A vuestra izquierda. Levantaos.

El sexto ciego se levanta lentamente y adelanta a tientas, tropezando con las ramas secas,
que troncha y aplasta a su paso.

La ciega joven: ¡Oigo que rompéis ramas verdes! ¡Deteneos! ¡Deteneos!

Primer ciego de nacimiento: ¡No os ocupéis de las flores, pensad sólo en el regreso!

Sexto ciego: No me atrevo a volver atrás.

La ciega joven: ¡No os mováis! Esperad. (Se levanta) ¡Oh! ¡Qué fría está la tierra! Va a helar. (Adelanta sin vacilación hacia los extraños y pálidos asfódelos)

Sexto ciego: Creo que las alcanzo.

Coge a tientas las flores que han quedado y se las ofrece.

La ciega joven: Me parece que he visto estas flores en otro tiempo... no me acuerdo bien de su nombre... Pero, ¡qué enfermas están y qué blando es su tallo! Casi no las reconozco... Creo que son asfódelos; la flor de los muertos...

El ciego más viejo: La flor de los muertos. Me parece que oigo el ruido de vuestros cabellos.

Se prende los asfódelos en los cabellos.

La ciega joven: Son las flores... Me he puesto los asfódelos en los cabellos.

El ciego más viejo: ¿Para qué os ponéis flores? No podemos verte.

La ciega joven: Yo tampoco me veré... pero me agrada sentir las flores en mi pelo... ¡Tengo frío!

Sexto ciego: Esperad, os recogeré más flores... (Tropezando) ¡Ah! esperad... He tocado algo muy frío... ¡Creo que he tocado un rostro!...

Ciego viejo: ¿Un rostro?

Sexto ciego: (Tantea) ¡Creo que hay un muerto entre nosotros!

Ciego viejo: ¿Un muerto en medio de nosotros? ¿Dónde estáis joven? ¿Dónde estáis?

Sexto ciego: ¡Creo que hay un muerto entre nosotros! ¡Hemos estado sentados junto a un muerto! Sin duda, uno de nosotros ha muerto de repente, ¡Hablad, que yo sepa quiénes son los que viven!

Todos los ciegos: ¡Aquí! ¡Aquí!

Sexto ciego: ¿Dónde estáis? ¡Responded! ¡Responded todos!

Los ciegos responden sucesivamente excepto la ciega loca y los ciegos sordos.

Sexto ciego: ¡Ya no distingo vuestras voces!... Habláis todos lo mismo.

Tercer ciego de nacimiento: Hay tres que no han respondido... ¿Dónde están?

Sordo joven: Estaba dormido. Dejadme dormir.

Una de las ciegas: El sordo viejo está aquí con nosotras.

Primer ciego de nacimiento: No es ninguno de los sordos; puede que sea la loca.

La ciega más vieja: Está sentada a mi lado; la oigo vivir.

Sexto ciego: Creo... sí, creo que es el sacerdote...

Ciego más viejo: ¿El sacerdote? ¿Dónde está?

Sexto ciego: Está acá entre las hojas.

Primer ciego de nacimiento: ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Qué va a ser de nosotros?

La ciega más vieja: ¡Padre mío! ¡Padre mío! ¿Sois vos, padre mío? ¿Qué ha sucedido? ¿Qué tenéis? ¡Respondednos! ¡Estamos todos aquí!

El ciego más viejo: ¡Agua! Dadle agua... Acaso está vivo todavía...

Segundo ciego de nacimiento: Quizá podría volvernos a llevar al asilo.

Sexto ciego: Es inútil; ya no le oigo el corazón; está frío... es una cadáver.

Primer ciego de nacimiento: ¡Ha muerto sin decir nada!

Tercer ciego de nacimiento: ¡Hubiera debido avisarnos!

Segundo ciego de nacimiento: ¿Estaba muy viejo? ¿Cómo es su cara?

Sexto ciego: Es mucho más viejo que nosotros. Es un santo. Es la primera vez que toco el rostro

de un muerto. Tiene los ojos abiertos de par en par; ha muerto con las manos juntas...

Primer ciego de nacimiento: Ha muerto así, sin motivo...

La ciega más vieja: ¡Dios mío! ¡Nadie sabía todo esto!... Estaba enfermo desde hace tanto tiempo... ¡Lo que ha debido sufrir hoy! No se quejaba sino estrechándonos las manos... No siempre se comprende... ¡No se comprende nunca! ¡Vamos a rezar en derrredor suyo; poneos de rodillas! ¡Poneos de rodillas!

Primer ciego de nacimiento: Yo no me atrevo a ponerme de rodillas...

Segundo ciego de nacimiento: No sabe uno sobre qué se arrodilla...

Tercer ciego de nacimiento: ¡Cuánto debió padecer sin decirnos nada!

Segundo ciego de nacimiento: Ahora lo recuerdo... al dejarnos me pareció oírle hablar en voz baja con nuestra hermana joven. ¿Qué le habrá dicho? Hermana joven, ¿Qué os ha dicho el sacerdote?

Sordo viejo: Piedad, piedad para mi larga miseria.

Primer ciego de nacimiento: No quiere responder.

Segundo ciego de nacimiento: ¿Dónde estáis Hermana joven? ¡Responded!

La ciega más vieja: El sacerdote ha sufrido demasiado. Le hemos hecho sufrir... No queríais andar más; queríais sentaros en las piedras del camino para comer; os habéis pasado el día murmurando... Yo le oía suspirar... ha perdido el ánimo...

Primer ciego de nacimiento: Estaba enfermo y no lo sabíamos.

La ciega más vieja: No sabíamos nada... no le hemos visto nunca... ¿Cuándo supimos algo por nuestros pobres ojos muertos?... No se quejaba... Ahora es demasiado tarde... ¡Con éste, han muerto tres sacerdotes desde que estoy aquí, pero así, nunca! Ahora la muerte nos toca a nosotros...

Ciego viejo: Vamos a morir aquí.

Tercer ciego de nacimiento: Ha muerto yendo a buscar agua para la loca...

Primer ciego de nacimiento: ¿Qué vamos a hacer? ¿A dónde iremos?

Tercer ciego de nacimiento: ¿Dónde está el perro?

Primer ciego de nacimiento: Se ha ido.

Segundo ciego de nacimiento: ¡No podemos estar esperando junto a un muerto!... ¡No podemos morir aquí en la oscuridad!

Tercer ciego de nacimiento: Estemos todos juntos; no nos separemos unos de otros, no nos movamos de aquí... permanezcamos sentados sobre estas piedras... hace mucho frío.

La ciega joven: ¡Oh, qué frías están mis manos! Me he puesto las manos sobre los ojos; creí que iba a ver de pronto.

El ciego más viejo: Vamos a morir todos aquí.

Segundo ciego de nacimiento: Vamos a morir todos en las tinieblas.

La ciega más vieja: Puede que venga alguien.

Primer ciego de nacimiento: Creo que las religiosas saldrán del asilo.

La ciega más vieja: No salen nunca de noche.

La ciega joven: No salen nunca.

Segundo ciego de nacimiento: Creo que los hombres del faro nos verán.

La ciega más vieja: No bajan de su torre.

Tercer ciego de nacimiento: Puede que nos vean.

La ciega más vieja: Los hombres del faro nunca nos verán. Siempre están mirando hacia el mar.

Tercer ciego de nacimiento: ¡Hace frío!

Segundo ciego de nacimiento: Tengo frío. No puedo ya abrir las manos.

Tercer ciego de nacimiento: No oigo al niño.

La ciega más vieja: Creo que está mamando todavía.

El ciego más viejo: ¡El niño!¡El niño es el único que puede ver dónde estamos!

La ciega joven: ¡Algo viene hacia nosotros!

Silencio.

La ciega joven: ¡Algo viene hacia nosotros!

Segundo ciego de nacimiento: Es el viento ¡Oíd!

Primer ciego de nacimiento: Sólo es el viento en las hojas secas.

Segundo ciego de nacimiento: ¡Sólo es el viento del Norte!

La ciega más vieja: Oigo un ruido de pasos muy lentos...

El ciego más viejo: ¡Creo que las mujeres tienen razón!

La ciega joven: Ruido de pasos que se acercan. ¡Se acercan! ¡Se acercan! ¡Escuchad!

El niño de la ciega loca llora súbitamente.

El ciego más viejo: Llora el niño.

La ciega joven: ¡Si el niño llora, es que ve algo! ¡Oh! ¡Cómo llora! ¿Qué tiene?

La ciega joven coge en brazos al niño y adelanta en la dirección de donde parece venir el ruido.

El ciego más viejo: ¡Tened cuidado con el niño!

La ciega joven: ¿Qué tiene? ¿Qué ve? No llores. No tengas miedo. No hay nada que temer; estamos todos aquí, estamos en derrededor tuyo. ¿Qué ves? ¡Tú eres el único que puede ver! No temas nada. ¡No llores así! ¿Qué ves? Di, ¿qué ves tú?

La ciega más vieja: Los pasos se oyen aquí mismo. ¡Escuchad! ¡Escuchad!

El ciego más viejo: Oigo el roce de un vestido contra las hojas secas.

Sexto ciego: ¿Será una mujer?

El ciego más viejo: ¿¡Es ruido de pasos!?

La ciega joven: ¡Son pasos! ¡Son pasos! ¡Repito que son pasos!

La ciega más vieja: Pronto se sabrá; escuchad las hojas muertas.

La ciega joven: ¡Los oigo, los oigo casi a nuestro lado! ¡Oíd! ¡Oíd! ¿Qué ves tú niño? Di, ¿qué ves?

La ciega más vieja: ¿Hacia dónde mira?

La ciega joven: ¡El niño sigue el ruido de los pasos! ¡Mirad! ¡Mirad! Cuando le vuelvo del otro lado, se vuelve para ver... ¡Ve! ¡Ve! ¡Ve! ¡Es seguro que ve algo extraño!...

La ciega más vieja: Levantadlo por encima de nosotros para que pueda ver.

La ciega joven: (Levanta al niño) ¡Se ha detenido entre nosotros!...

La ciega más vieja: ¡Están aquí! ¡Están en medio de nosotros!

El llanto del niño se detiene en la oscuridad.

La ciega joven: ¡El niño ha visto algo!

Silencio.

Primer ciego de nacimiento: Decid, ¿quién está ahí?

La ciega joven: ¿Quién sois?

Segundo ciego de nacimiento: ¿Quién sois?

La ciega más vieja: ¡Tened piedad de nosotros! Somos ciegos.

Una estampida de búfalos gime fuertemente.

Fin