7 al 15 de NOVIEMBRE. 2004
IX ENCUENTRO NACIONAL COMUNITARIO DE TEATRO JOVEN
Por: Cristóbal Peláez G
Barrio se llama aquel sitio donde se vive y no donde se trabaja. Georges Perec
EL BARRIO
Dicen los expertos que el término ciudad se ha convertido en sinónimo de Exclusión. Encaramados en las comunas que bordean como en pendientes de batea el centro de la urbe, se descubren aquellos rastros del atraso y del hastío que todavía se respiran en los pueblitos. Los gritos y las correrías infantiles nos sitúan de una manera especial en el barrio. Mirar a Santa Cruz, por ejemplo, es pasar a una franja donde no hay posibilidad para el paseo sino para el cruce, para el atajo rápido de un ciudadano que hoy se puede homologar con una franquicia: asustado. Salvo en el apretujamiento de los buses y del metro estas gentes no se encuentran en ninguna parte porque hay pocos lugares donde reconocerse. Los cines barriales desaparecieron hace mucho, hay muy pocas áreas deportivas y muy pocos espacios públicos en los cuales se pueda gravitar en función del espíritu. Casas más casas, cantinas más cantinas, tienduchas más tienduchas, lo que llamamos barrio es una multitud de fragmentos, de sucesos dispersos y azarosos, que se prolongan en el devenir pero sólo se juntan en el concepto. ¿Dónde están las alamedas? ¿Dónde el parque? ¿En qué lugar pasean los amantes? ¿Dónde el primer y el último beso? El repetitivo sonsonete del vallenato anega todas las arquitecturas delatando a una humanidad sombría. Casi toda nuestra música pública -la que altisonante y caóticamente se pasea por las calles- es una evidencia de amarguras, de las hondas decepciones de existir que padece un pueblo derrotado.
NUESTRA GENTE
Allí mismo, en ese hormiguero de adobes, Santa Cruz, con su conocido lema de construir artistas para la vida, está desde hace mucho la casa amarilla de la Corporación Cultural Nuestra Gente, un lugar distinto, un epicentro, donde un grupo de personas encarretadas con las artes escénicas, la música y la recreación se apresta a realizar en noviembre, por encima de todos los obstáculos, la novena edición del ENCUENTRO NACIONAL COMUNITARIO DE TEATRO JOVEN. Durante nueve días la población barrial estará disfrutando las comparsas callejeras, el teatro, las chirimías y las distintas jornadas pedagógicas.
LOS GOZOSOS
Los primeros en llegar son los niños. Alrededor de monstruos y arlequines, tras las cintas y tambores, giran, gritan, se desbordan. Después se apretujan porque saben que en el pequeño auditorio sólo habrá espacio para 100 y es posible que les toque asiento sobre las rodillas de un adulto, así serán 150. Los ventiladores crujirán y no alcanzarán a despejar el sopor. Nadie quiere perderse la función. El año pasado fue un grupo de Brasil y entre el calor y el hacinamiento actores y niños terminaron hablando un castellano portugués. La casa amarilla es pequeña pero misteriosamente en el festival se ensancha: pasan trajes, pasan zancos, pasan rostros, pasan gritos, ruedan por todas las bocas pasteles y hamburguesas, truenan los teléfonos. El hervidero de jóvenes venidos desde diversos puntos del país exuda ánimos y vida. El barrio entonces se llena de otra cosa, lo extraordinario se alza sobre la monótona existencia.