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Teatro Matacandelas estrena
La casa grande, de Cepeda Samudio

Por John Saldarriaga Londoño
El Colombiano - 03 de marzo de 2016

La casa grande -FOTO Donaldo Zuluaga

En 1932, cuando el Flaco Álvaro Cepeda Samudio se trasladó con su madre, Sara, de Barranquilla a Ciénaga, tenía cuatro años.

Eran tiempos de bonanza bananera en Ciénaga, La Zona, Aracataca, Fundación y otras poblaciones. Según cuenta Víctor, el Chimila, personaje muy popular en el pueblo de la letra a en todas las sílabas de su nombre —fue celador de la casa natal de García Márquez—, en ellos despilfarraban la plata. A cada uno de esos lugares llegaba los viernes un hombre con una mochila llena de dinero para pagarles a los trabajadores de las bananeras. “Y no faltaba quienes, en el baile de la cumbia, liaran las espermas encendidas con billetes”.

Historias como esta encontraron los integrantes del Teatro Matacandelas, cuando fueron, hace más de un año, a Ciénaga, tras las huellas del Flaco, para documentar su montaje de La casa grande, la única novela de ese escritor, centrada en la Masacre de las Bananeras.

“Llegamos bajo un sol de dos de la tarde —evoca Cristóbal Peláez González, el director de la puesta en escena—. Entramos a una cantina a refrescarnos con alguna bebida. Le preguntamos al cantinero si sabía quién podía hablarnos del lugar, de su cultura, su historia, su folclor. Sin pensarlo dos veces, nos remitió a Guillermo Henríquez Torres, un hombre dueño de un conocimiento inmenso y de una generosidad enorme. Es nada más y nada menos, el autor del libro Ciénaga en las claves de Cien Años de Soledad”.

Con tal estudio, Guillermo ganó el premio Ana María Agüero Melnyczuk a la investigación 2014, concedido en Argentina por Limaclara Ediciones.

Habitante del viejo edificio del Teatro Barcelona, Henríquez Torres les habló de la primera mitad del siglo XX. Ese municipio era “la otra capital de Colombia”. Contó que allí llegaban chinos, árabes, europeos... Y llegó también la ideología bolchevique, primero que a cualquier otra parte del país.

En las calles, la fiesta se hacía con la célebre música cienaguera, como La piña madura, Helado de leche y El caimán, del compositor Eulalio Meléndez.

Con él entendieron por qué, según Cepeda Samudio en su novela, los cienagueros mandaban a los muchachos a estudiar a Bruselas. “Porque les quedaba más cerca la capital de Bélgica que Bogotá”. Mientras la ciudad europea les quedaba a 15 días en barco, la capital colombiana estaba a tres meses. “Además, porque Bruselas era barata”.

La Masacre de las Bananeras, ocurrida entre el miércoles 5 y el jueves 6 de diciembre de 1928, se dio por orden del presidente Miguel Abadía Méndez, quien decidió, presionado por el Gobierno de Estados Unidos, enviar al ejército colombiano a poner fin a una huelga de obreros sindicalizados, que protestaban contra la United Fruit Company, reclamándole mejores salarios, atención en salud, reducción de la jornada laboral y descanso dominical. El ejército llegó en el tren. Los soldados acabaron el paro con sus fusiles. Fueron cinco minutos disparando.

En la novela, la masacre sucede sin hacer visible un solo muerto, pero sin restarle tristeza a la tragedia.

“¿Dónde está la poesía? Nos preguntábamos —dice Cristóbal—. Escarbamos y nos dimos cuenta de que estaba ahí, escondida en la misma obra”.

Álvaro Cepeda Samudio
Escritor

La producción literaria de Álvaro Cepeda Samudio comprende tres obras: Todos estábamos a la espera, Los cuentos de Juana y La casa Grande.

Nació en 1926, en Barranquilla. Fue periodista y realizador de cine. Integró el Grupo de Barranquilla, con García Márquez, Alejandro Obregón y otros personajes. Murió en Nueva York, en 1972.