Espejos del Perú y metafísica colombiana
Por: AMELIA DUARTE DE LA ROSA
Para los que por primera vez nos enfrentamos a elencos teatrales latinoamericanos de vasta experiencia, la primera noción que se activa es la admiración, no solo porque ha sido un teatro capaz de sobrevivir a las confrontaciones políticas y avatares económicos de la región, sino porque ha formulado —durante años— lenguajes estéticos identitarios, opciones éticas y presupuestos artísticos ricos en matices diversos y puntuales a la misma vez.
FERNANDO GONZÁLEZ. VELADA METAFÍSICA, DE MATACANDELAS, EN LA SALA COVARRUBIAS DEL TEATRO NACIONAL.
Dos espectáculos ha traído este Mayo Teatral que tienen la capacidad de imponerse con un trazado certero en la memoria teatral: Hecho en Perú, de Yuyachkani; y Fernando González. Velada metafísica, del colombiano Matacandelas, obras que denuncian las problemáticas sociales y exponen las grandes creencias colectivas de sus países. Ambos grupos, con más de tres décadas de trabajo en nuestro panorama, apropian su discurso al lenguaje de las tablas y entregan, a través de un estilo extrovertido, vehemente y corpóreo, reflexiones comprometidas.
Hecho en Perú (vitrinas para un museo de la memoria) desarrolla un proceso abierto de retroalimentación con el público al romper con la estructura tradicional de teatro y mostrar historias simultáneas relacionadas con la violencia del país andino durante las últimas dos décadas. A manera de feria popular o galería de arte, la puesta aparece con seis escenarios heterogéneos donde tienen lugar distintas acciones dramáticas vinculadas a la migración, explotación, represión, corrupción, discriminación de género, la religiosidad y la producción nacional. El Dorado, La Madre Patria, La Mano Poderosa, Pieles de Mujer, Embarque-Desembarque y El Asesor son los nombres de las vitrinas o cajas gigantes montadas para que el espectador descubra e indague a su antojo la realidad peruana contemporánea.
Yuyachkani percibe en su propuesta performática, lúdica y reflexiva, una pieza donde la funcionalidad de las metáforas va más allá de la meticulosa escenografía y el vestuario. Entabla un proceso plural entre la miseria y la esperanza, lo satírico y lo absurdo, lo real y lo simbólico, y pone en marcha un collage vivo de teatro dentro del teatro valiéndose del histrionismo de sus actores.
La obra resulta más que una denuncia, un testimonio austero para abrir nuevas dimensiones a la búsqueda de las raíces y la nacionalidad.
En este sentido, atravesada también por el sarcasmo y la crítica mordaz, llega de Medellín, Fernando González, puesta en escena que recoge textos y aspectos de la vida del filósofo, cronista y humorista colombiano. Es la velada metafísica una concepción de teatro realista, y por momentos panfletario, con una desgarradora y agónica poesía interna perfectamente acoplada a la atmósfera densa y simbólica del hombre cotidiano.
La pieza, apuntalada escénicamente en las excelentes intervenciones de diez actores, permite una lectura filosófico-religiosa de la realidad nacional, desnuda la habilidad y sensibilidad, insinuaciones y significados del pensador pletórico de esperanzas, reclamos, amores y rechazos. González (1895-1964) vive en la escena o en su granja de Otraparte, poético y comprometido, trágico y metalingüístico, excéntrico y obsesivo por su lúcido pensamiento que de la misma forma lo libera y lo condena.
Merecedor del Premio Nacional de Dirección, el montaje entrama una compleja creatividad expresiva y logra una coherencia conceptual del diseño al integrar todos los recursos teatrales con una armonía total. Aunque existen abarrotamientos de sentidos —parodia, ironía, metáforas—, su director Cristóbal Peláez logra concentrar, en casi dos horas, la existencia y personalidad dramática del personaje con quien explicó tenían una deuda espiritual.
"Todas mis energías las dedico a escucharme y expresarme", dice en uno de sus parlamentos Fernando, magistralmente interpretado por Juan David Toro, y es esta, sin duda, una de las premisas —desde una perspectiva netamente latinoamericana— que sustenta la praxis teatral de Matacandelas.
El punto final aún no llega, Mayo Teatral continúa hasta el 16 de mayo en diversos escenarios del país. De todas formas, ya nos queda el placer sustantivo de haber sido partícipes de una experiencia teatral enriquecedora.
Publicado en http://www.granma.cubaweb.cu