EL "PRIMER AMOR" DE MATACANDELAS: LUCIDO Y TRANSGRESOR.
Por Claudio Rivera
Presenciar una puesta en escena del mítico grupo colombiano, es presenciar una lección de buen teatro. Un grupo que ha hecho de la escena su territorio esencial y lo ha sabido defender a sangre, capa y espada.
En el marco del XII FITE 2025, anoche presenciamos su versión de "Primer Amor", basado en el texto de Samuel Becket, donde un personaje marginal, sin techo, sin hogar, un desplazado, un "Home les", un desarrapado, un desplazado, un "Nadie", un "chopo", desconectado de sus propias emociones, disfuncional, despojado de su capacidad para insertarse en la realidad, despojado de todo, menos de su dignidad y su lucidez poética que le otorga un extraño sano juicio, revive con crueldad y dolor, su in-capacidad para a-mar, y desde esa condición entonces, ama. Nos entrega su experiencia de "primer amor" a pesar de su pesimismo e incapacidad para disfrutar la vida. Sólo lo salva su descarnado humor, consecuencia de su frustración y descreimiento en lo humano, y su desesperado aferramiento a una poesía dura, cruda pero que el Matacandelas sabe otorgar hermosura.
La construcción tan teatral y a la vez tan orgánica de este personaje tan extraño y tan de este mundo a la vez, es un ejercicio ingenioso de este grotesco tan paradógico, tan contradictorio, tan nuestro, que se encuentra y se cimenta en las pequeñas acciones estiradas.
Presenciamos un actor eficaz que sostiene los hilos de una teatralidad que se amalgama con una organicidad-visceralidad, que se agradece. Puesta en escena que disocia el discurso y la acción y le resignifica con imágenes perturbadoras y contundentes. Inolvidable la imagen de la lluvia, el paraguas desolado, el orinal cuasi infinito, la campana ensordecedora que reverbera en perturbaciones y asociaciones personales.
Mi Primer Amor es una lección de buen teatro. Matacandelas continúa siendo fuente de inspiración, divina y amorosa.