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Una chica que quería ser Dios

Por: Óscar Jairo González Hernández
Profesor e investigador

La actriz Ángela María Muñoz habla sobre su oficio, sobre su formación y participación en el Teatro Matacandelas, y su interpretación de Sylvia Plath en la obra “La chica que quería ser Dios”.

La chica que quería ser dios

La decisión de ser y hacer, lo más insolente y soberano, llevar una vida en el teatro, para y en el teatro, es realmente una decisión bastante e inabarcablemente extraña, cuando no se sabe de dónde y cómo se dio en quién la decide y se decide lucidamente y como un drama más del deseo insaciable del conocimiento de sí mismo. Pero cuando se sabe de dónde deviene la provocación de esa decisión, la hallamos extraordinaria y excesivamente hermosa. Esto es lo que hallamos tras hablar con la actriz Ángela María Muñoz, del Colectivo Teatral Matacandelas, con quien nunca habíamos tratado de su vida en el teatro y de la visión que ella tenía del mismo. Y cuando nos hemos atrevido a hacerlo, esto es lo que hemos hallado para todos nosotros y más concernidamente hacia su Sylvia Plath, en “La chica que quería ser Dios”.

-¿Dónde se ha formado, en qué teatro se ha desarrollado como actriz?

“Me formé o me deformé en el Teatro Matacandelas. Porque con el paso del tiempo, a medida que envejecemos, vamos perdiendo frescura, tranquilidad, pues uno se va volviendo complicado, hay que prepararse más, se tiene menos intuición. Yo creo que a mí me ha quitado frescura, se pierde la frescura, pero se gana fuerza, fortaleza, temple, carácter y decisión. Fuerza en el carácter, en el comportamiento de toda la vida, de lo que forma mi vida. El teatro es mi vida. Fortalece el dolor y por eso cuando uno está actuando aflora en la escena. Y se transmite al público, porque está mostrando una verdad que uno esta vivenciando en el momento de la representación. Porque el teatro es una mentira que nos hace ver la verdad. No sé si la verdad de mí misma, es la verdad de la inmensa humanidad, pues el teatro somos todos y todos hacemos teatro todo el tiempo. Entonces es una verdad. Por eso los buenos actores son buenos, porque te están hablando de verdad, así no estén viviendo ese personaje, así no estén afectados por el personaje, te están mostrando al personaje”.

- En el teatro, cuando la vemos actuar, en usted hay lo que llamo un extraordinario y maravilloso exceso dramático: ¿Por qué tiene tanto esa tensión dramática en sí misma, de qué se trata?

“Eso depende del autor, el texto, el tipo de representación, si es un drama, una comedia o una tragedia o una obra infantil, eso influye a veces porque no es lo mismo un texto dramático que uno cómico, y en el caso del Matacandelas, montamos más autores dramáticos y nos mueven mucho: Pessoa siempre está planteándonos una cantidad de cosas, a veces uno no entiende las palabras pero las está escuchando, y eso le produce a uno determinadas sensaciones, emociones, dolor, admiración, desagrado, incomodidad, depresión y esa mezcla interviene el texto, la música que se coloca a la escena, la voz, las luces, todo eso da una obra de teatro.

Es un engranaje muy dramático, las obras que montamos son siempre muy dramáticas o muy trágicas, porque yo creo que el ser humano por naturaleza es así, porque hay más dolor en el mundo. Somos muy variables, y del dolor también cosas muy hermosas, buena música, buena composición. Eso es lo que irradio como tensión dramática. No es que lo quiera o no lo quiera, es la que debo mostrar, porque estoy representando a alguien, porque soy un canal entre el poeta y el espectador. No somos tanto actores, si no que somos medios para transmitirle algo al espectador o a la inmensa humanidad, porque hay un subtexto, una historia, un estudio previo del texto, hay una propuesta ideológica, musical, literaria, luminosa. Hay una propuesta de todo un colectivo para representar. El colectivo pasa a ser un apoyo para representación, para teatralizar esa tensión dramática desde mí”.

-¿En qué momento se decidió que usted haría el papel de Sylvia Plath?

“Esa fue una decisión del director, en el año 98-99, y una vez llegó Cristóbal con el poema de “Morir es un arte”, en donde Sylvia Plath dice: “Como todo, yo lo hago excepcionalmente bien”.

Cuando lo escuché y lo leí fue para mí como si eso ya lo hubiera leído en otra parte. Es una frase que nos marca a todas las mujeres, no sé porqué, de pronto a los hombres también, pero en mí esa frase me pareció algo muy fuerte, por el significado dentro de la misma existencia de esta poeta y de la mía.

Yo en esa época era muy temperamental, ahora lo soy también, pero más controlada, trato de controlarlo. En ese entonces tenía momentos de mucha alegría y entusiasmo desbordante y luego una profunda depresión. Era más o menos consciente de esos estados de ánimo, y el director se dio cuenta de eso, y a partir de eso empezó a hacer una relación con Sylvia Plath, para llevarla a la escena, que yo la mostrara . Porque soy muy parecida a ella, en el temperamento, en las exigencias con uno mismo, en la forma de mirar a los otros con un sentido crítico morboso; mi rostro ovalado un poco semejante al de ella. Para mí fue una cosa tenaz. Me pasó lo mismo que a un actor masculino cuando le dicen que va a representar a Hamlet, es de mucha altura, inalcanzable, un personaje muy complejo. Plath es un genio de la literatura.

Representar a una mujer que es una poeta, escritora, una genialidad, una enferma hermosa y un problema ya para el resto de la humanidad. Su literatura no es sencilla de asimilar, porque violenta. Así la siento yo”.

-¿Qué sintió cuando se le comunicó que interpretaría a Sylvia Plath? ¿Se cumplía uno de sus sueños, deseos o intenciones como actriz?

La chica que quería ser dios

“Yo creo que terminó una época de mi vida en el aspecto de mi femenino.

Extrañamente cuando estábamos montando esta obra, murió mi papá. En las improvisaciones que hicimos, un actor sacó un muñeco vestido con un frac azul, era para hacer el poema de “Papi”, y yo casi no pude hacerlo, me puse a llorar, porque era igual al frac que mi padre tenía cuando lo estábamos velando. Y yo en ese momento, cuando lo estábamos velando no tenía ganas de llorarlo, era algo muy extraño.

Tuve una buena relación con él, me entendía y fue mi apoyo masculino. Al morir mi padre, murió también una parte de mi masculino, y al montar a Sylvia Plath estaba metida en un caos entre mi femenino y mi masculino. Al morir mi padre, pues perdí el masculino y empecé a valorarme a quererme y aceptarme como mujer, a querer el cosmos que llevo, porque creo que las mujeres tenemos el cosmos, la vía láctea, la matriz, la madre. La obra me sirvió como catarsis”.

-¿Usted sabía en ese momento que Sylvia Plath se había mostrado interesada por el teatro, y que en su escritura existe lo que ella llamó una “teatralidad escritural”? ¿Desde dónde y como la intuye usted?

“En el momento que empezamos el montaje, yo no pensé mucho en eso, en que fuera actriz o se sintiera atraída por el teatro. Más que eso, me dediqué a leerla, leer todo lo que le gustaba. Me dediqué, si puedo hablar así, a ser la fan número uno de Sylvia Plath. Leía todo lo que ella había escrito, los diarios, los poemas, las cartas, las críticas, porque para uno representar a alguien tan inmenso y genial, complejo, tiene que meterse en todo sobre ese personaje: las fotos, los gestos, cómo mira, cómo se ríe, cómo viste y todo eso muestra su personalidad.

Capto de Plath sus partes luminosas. No solo muestro su oscuridad, también muestro su luz, porque si escribió lo que escribió, era porque estaba iluminada, porque estaba resolviendo su vida, su escritura, ante ella misma. Le importaba tanto su entorno, su familia, sus hijos, su esposo, que por eso decide ocultarse. La muerte es ocultarse. Su fuerza de ocultarse reside en su decisión radical de hacerlo, en sentido real y simbólico”.

-¿Qué fue para usted lo más problemático, lo más obstaculizante en esa relación, y qué fue lo más exaltante?

“Yo creo que me obstaculizaba ese perfeccionismo, querer ser perfecta como Dios, ser omnisciente como ella decía. Esa constante depresión me irritaba. Porque yo quería salirme de esos altibajos, quería estar bien.

Al leerla, al estudiarla, al memorizar sus textos, al vivir sus poemas, volvía yo a caer en mi depresión. Yo me enfermé de la matriz. En el momento en que montamos la obra fue el final de una época, detestaba a las mujeres, no me gustaba la tierra, la luna, lo doméstico en lo que me formaron. Porque nuestras madres siempre han querido que seamos las mujeres de la casa y no del teatro, ni del mundo, ni del arte y de otras cosas más esenciales y sublimes a nuestra vida de mujer.

Plath no me parece feminista, pero su experiencia como mujer hace que ella pase a ser una mujer diferente, se sale de todos los parámetros sociales, no se identifica con ningún movimiento político, ni toma ese tipo de partido. Toma partido por el arte, la poesía, la belleza, la literatura. Finalmente es lo que la salva, porque la salva, porque si estás hablando de ella en este momento pasa a ser parte de la historia de la humanidad, como una diosa: Medea, Lilith. Entonces eso es lo que yo agarro de ella, para finalmente asimilar mi femenino”.

-¿Qué puede decirnos de la formación y preparación que usted ha desarrollado y realizado en el Teatro Matacandelas, qué se ha transformado en su teatralidad, en su teatralización?

“Mi voz ha evolucionado mucho, por el canto, por la música, por los autores que hemos abordado, no es lo mismo Lorca que Pessoa. Ya por lo menos puedo salir un poco más tranquila al escenario. Es un riesgo cuando empieza la obra, porque se puede uno caer de la cuerda floja. Me preparo de otra forma diferente, siempre necesito más tiempo para cada obra, porque hay muchas cosas que hay que analizar, antes de que empiece la obra, repasar un texto, no hacerlo mecánicamente, es un preensayo, todos los días porque hay que asimilar bien el texto, todos los días somos distintos y ello hace que la representación sea distinta y hay que estar preparado para ello, es una concentración total”.

-¿En qué momento basa y apoya su máxima tensión teatral cuando está actuando, cómo es eso y dónde la proyecta?

“Me pasa en algunas obras más que otras, dependiendo de mi estado de ánimo y de cuánto logre distanciar eso de lo que estoy hablando. Es muy extraño porque a veces estás demasiado efusivo, entusiasmado para hacer una obra de teatro y por cualquier circunstancia emocional esa efusividad y ese entusiasmo desaparecen, se van cayendo, sin que uno sea muy consciente del porqué.

El momento más frenético para mí en el teatro es cuando hay una comunión, una común unión con el espectador, y el actor es un espejo, entonces cuando se da esa común unión se da independiente de Y o X obra. Ahí surge algo indecible, como que se ilumina la escena y ese es un breve momento de felicidad para uno, porque hubo esa común unión entre uno y el espectador. Como cuando está amaneciendo y uno ve la oscuridad y la luz, o el atardecer, cuando la luz del sol se está yendo y de pronto sale la noche y la luz de las estrellas, es un instante muy efímero, porque no puede ser muy grande. La felicidad no puede ser tan larga ante tanta belleza.

En una obra que me pasa eso, que es el momento perfecto, el ritual se dio, la común unión. Es algo que nos pasa a todos los que sentimos demasiado, porque se siente la respiración del espectador, la luz, los compañeros en la escena, la música, y se está compenetrado con todo lo que está alrededor de uno.

En el momento de la actuación todos los sentidos se abren, la piel, los oídos, la voz, el cerebro y ese es un momento completamente impresionante, y eso hace que a uno le guste actuar, porque más que un acto de narcisismo es un acto de sensibilidad. Creo que es también un acto amoroso, o sea, me supongo que el espectador finalmente lo conoce a uno. No debe haber máscaras. Al estar todos los sentidos abiertos, si uno está mostrando a otro, los otros están en uno mismo y uno está en los otros”.

-¿Qué actriz teatral le ha interesado, ha estudiado?

La chica que quería ser dios

“Me han gustado algunas actrices, me gustan mucho las actrices inglesas. Hace poco murió una de ellas, Liz Taylor, que era una actriz muy épica y muy contenida, una mujer que irradia demasiada fuerza

Irene Papas, porque su mirada es de una hermosa violencia interna, se ve que lo que muestra es ella misma, ella muestra a otras humanidades, por el sentido de la verdad en la actuación.

Louise Brooks, por la expresión de su rostro y del cuerpo, era bailarina; es para mí una actriz muy minimalista, porque con pequeños gestos mostraba algo muy grande, y siendo actriz del cine mudo, que es algo todavía más difícil.

Yo no soy como ellas, me gusta como actúan, pocas veces imito actuaciones, generalmente me busco mis propios monstruos o ángeles para sacarlos de mi cosmos de adentro hacia afuera. De mi mundo interior, de mi visión interior, como decía Stanislavski”.

-¿Para usted el teatro es una forma de vida o de muerte, de cielo o de infierno?

“El teatro para mí es la combinación de toda mi existencia, de mi sensibilidad auditiva, de mi inteligencia desarrollada en la actuación. Es la diversidad del alma. El teatro es mi vida, con sus problemas, fisuras, heridas, dolores. Y estéticamente es un manifiesto”.


Sylvia Plath

Sylvia Plath

Nació en Boston en octubre de 1932. A pesar de que la faceta de su trabajo que más reconocimiento le ha dado ha sido la de poeta, también escribió prosa.

Durante su infancia fue considerada una niña prodigio por su talento para escribir.

Su padre fue una de las personas a la que más amó, aunque él murió cuando ella era muy pequeña, lo que la marcó profundamente, incluso esta se considera la causa de los múltiples intentos de suicidio que tuvo, el primer intento se dio durante su adolescencia, por lo que fue recluida en un hospital psiquiátrico.

Conoció en sus años de universitaria al también escritor Ted Hughes, con quien tuvo dos hijos, aunque se divorció de él.

Plath es una de las autoras más importantes del género de la poesía confesional. En su obra quedó retratada la visión que tenía de su vida, su cotidianidad y la percepción personal que tenía de sí misma.

Su obra fue editada por su esposo Hughes después de que esta se suicidara.

Publicado en: http://www.elmundo.com