O marinhiero teatro para noctámbulos y soñadores
Por Carlos Enrique Sierra
domingo 15 de diciembre de 1991- El Colombiano Dominical. Medellín.
Teatro estático, como lo define Pessoa; escultura viva, ensamblaje, son muchas las definiciones para nombrar la reciente producción del Colectivo Teatral Matacandelas O marinheiro, el controvertido poema dramático de Fernando Pessoa, que escrito en los albores del presente siglo se erige como una obra visionaria de las tendencias que más tarde caracterizarían el arte moderno.
La propuesta estética de O marinhiero, denominada como "drama estático", se adelanta al teatro del absurdo de Ionesco y a la misma "comedia" beckettiana, sin que pueda afirmarse que constituyen una misma línea formal; mas es posible hallar una vinculación esencial que instaura una nueva poética del arte caracterizada por la ruptura de los esquemas clásicos y el sincretismo que hace que las artes desborden sus límites, se unifiquen y pluriparticipen para crear sentidos estéticos, con vida en independencia propias, más que objetos de este u otro arte. Pero eso sí, para hablar del montaje de una obra tan hermética y onírica como O marinheiro, lo mejor sería quedarse callado. No hay por dónde meterle el diente a un trabajo cuyos efectos parecen estar totalmente justificados de principio, tanto por el autor al momento de escribir el drama (1914), como por quienes lo llevaron a escena.
Jamás se había visto que para disculpar la dificultad (o el peligro del escaso disfrute) de una obra se tenga que recurrir prácticamente a prerrequisitos que entran a condicionar la actitud de los espectadores de una representación que es abierta al público.
Se ruega por ejemplo un cierto estado espiritual. Cristóbal, el codirector, advierte que "si en esta versión del Teatro Matacandelas el asistente lograra entrar en un asomo de trance hipnótico, la intención de la puesta en escena se habrá cumplido"...
"Nuestro punto de partida, vale decir, nuestro espectador modelo, lo pedimos distendido, ritual, esotérico, sin prisa, seres predispuestos a la otredad, más cercanos a las huellas improbables del más allá que a las palpables voces y figuras de la realidad"...
Sin duda más de un prototipo del medroso y metafísico hombre de fin de siglo se habrá sentido homenajeado con esta descripción.
Pero dónde nos quedamos los incautos espectadores que no hacemos parte del grupo de los elegidos y nos dormimos o salimos malhumorados porque simplemente lo único que deseamos es ver un buen espectáculo aún a costa de ser ungidos en pleno trance por las sutiles esencias de la obra.
Sin ánimo de exagerar, ocurre lo mismo que en el cuento del Rey Desnudo. Hacemos el mono tratándose de pasar por inteligentes cuando en realidad aparecemos como tontos al digerir un montaje cuyo valor radica en el texto... mejor leerlo.
Sin embargo, hay algunos aspectos destacables del montaje que dan cuenta del buen nivel por el que pasa en la actualidad el Colectivo Teatral Matacandelas. Uno lo constituye el sólo hecho de atreverse a montar una obra como O marinheiro. El segundo es el de haberse constituido en un hito teatral en Medellín al realizar formalmente una función a la medianoche y llenar completamente la sala cuando en ese mismo día, y a horas menos paganas, otros grupos cancelaron por falta de espectadores. El tercero corresponde al excelente nivel técnico del montaje, en lo que se refiere al manejo, y a la propuesta misma, del sonido y las luces.
Sonidos y luces, componen otro texto no menos complejo que el de Pessoa, que se integra con limpieza y calidad a la poética de la obra, en lugar de ahogarla y colocarla en segundo plano como ocurre muchas veces cuando este aspecto juega un papel importante.