O marinhiero
Por Judith Nieto López,
domingo 19 de enero de 1992
El Colombiano Dominical. Medellín.
Inmediatamente se ingresa a la casa que alberga en el fondo el teatro donde se representa el poema estático del poeta lucitano Fernando Pessoa, el espectador puede sentirse en un momento de la escena. Toda la ambientación deja sentir la atmósfera de la obra, no se encienden las lámparas eléctricas y su brillo es reemplazado por velas que dispuestas en lugares estratégicos de la casa, dirigen con sus llamas tenues a los espectadores que silenciosos van llegando; no hay voces en alto, el teatro aún no se ha abierto y los asistentes oyen en otra voz que no es la del poeta, pero que pareciera que fuera la suya; poemas y fragmentos de sus escritos, con los que se anuncian los tres llamados para ingresar a la sala y en los que también se deja sentir ese sueño del "marinero" que de manera asombrosa, por su belleza e impactante por su perfección representativa, dentro de un cuadro de quietud, narran tres veladoras mientras acompañan el cadáver de una doncella muerta.
El ingreso de los espectadores a la sala se hace a tientas, a penas dos velas colocadas en dos extremos del lugar guían tenuemente los pasos de quienes se disponen a presenciar el teatro del sueño. Todo queda en completa oscuridad y un telón invisible por su negruitud se levanta. La escenografía y sus estáticas actrices-veladoras empiezan su actuación con las palabras. Voces multiformes y unos gestos en los rostros que apenas se ven, hacen la escena viva en la que los mismos actores representan las distintas piezas que conforman el poema que tiene como único fondo el sueño.
El cuerpo de las veladoras ataviado en prendas negras que van de la cabeza a los pies, dejando al descubierto únicamente el rostro, parece estar evocando esos nombres ligeros con los que el autor jugó en sus fantasías de niño. Fernando Pessoa y los variados rostros, los que inventaba con cuerpo y alma, tal vez para hacerse compañía, pues él era un misterio con numerosas caras.
Desde su cuerpo de veladora que ilumina con la palabra, tres de las mujeres que actúan en la obra, siempre tienen algo que decir, tienen un sueño que quieren bordear, anhelan un recuerdo en el que quisieron ser y desde un leve relato que hace sencillo el inicio de la obra, incursionan con sus voces y a su turno con los gestos, impresionantes gestos que se hacen transparentes en la oscuridad de la sala. Hablan y piden lo que quieren escuchar, lo que quieren conocer de cada una, lo que pudieron haber sido.
"Habladme de la muerte del fín de todo, para que sienta una razón de recordar...", pedía lentamente la tercera veladora, evocadora como las otras dos del genio, de su inspirador.
" O marinhiero ", el sueño de un marinero que construye su propio país, es un poema dramático-estático, en el que la representación se desarrolla a la espera del día, en medio de una noche lenta y sin horas. Podría pensarse que esta característica del drama, refleja la vida de su autor, singular por su tono desgarrado y por sus hondas preocupaciones. Dramaturgo de una sola obra gestada en forma de poema.
Poco a poco, el relato del sueño del marinero vuelve fuerte el tono de las voces, confunde sus palabras en el paso por la garganta, hace aparecer una "voluntad feroz de miedo", una veladora revienta quieta en su llanto y la música de la obra se torna en la intensidad que urge la palabra.
Todo, todo es acción en la quietud de " O marinhiero ", una doncella muerta y tres veladoras que dejan escapar la palabra desde su llama oscura, el todavía sueño, desde su rigidez expresiva que choca con la conmoción, un barco esperado que llega cuando no hay marinero, un amanecer que finaliza en su intento vital.
Amigo lector, a los 44 años de la muerte del poeta de la copa incontenible y del ejercitante de la grafomanía que le consolaba su desolación, vale la pena recordar o conocer a ese "monstruo" de las letras portuguesas, presenciando su drama lírico, el mismo que navega entre la desolación y la quietud, volviendo activa la palabra desde un sueño sin después...
"¿Después? ¿Después de qué? ¿Después de algo?..."
El poeta que gustaba de "palabrear", más que de decir, deja dentro de su prolija obra, un poema titulado por el mismo "El Marinero" o "Drama estático de un cuadro", escrito en 1913 y hoy representado exitosamente en Medellín por el Teatro Matacandelas, bajo la dirección de Cristóbal Peláez y Gustavo Díaz.
Notas: Pessoa, Fernando, el poeta es un fingidor.
Antología Poética, Espasa Calpe 1982 - Madrid.