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BERENICE, MORELLA, LIGEIA Y ELEONORA DE EDGAR ALLAN POE POR EL MATACANDELAS

Por: Miguel González

Cuando Edgar Allan Poe tenía veintiséis años se casó con Virginia Clemm, ella había cumplido trece de edad.  Pero su más intensa relación con las mujeres fue a través de los textos.  Pesadillas y horror “que llegan del alma”, según su propia afirmación.  Luigi María Musati, el director italiano huésped del Matacandelas trabajo en dos obras de Poe:  La Caída de la Casa Usher y ésta que nos ocupa titulada Cuatro Mujeres. Él afirma que concibió la dramaturgia ordenando los personajes por la fecha de aparición de los textos, para así “entender la dinámica del pensamiento del autor”.

La propuesta del Matacandelas es un gran drama de dos horas intensas con un texto barroco y música que potencia la acción.  Es un gran funeral donde se incineran las personalidades de estas damas que son descritas por los hombres que las padecen.  Se podría pensar en algún momento que son ellos el verdadero centro de las tragedias entrelazadas.

En la puesta en escena los actores parecen emerger del corazón de las tinieblas, alegoría de todos los conflictos que se revelan en este laberinto de pasiones.  Como Poe, sus personajes también son lastimeros y sucumben ante la adversidad.  El color dominante es el luto y los espejos hacen reflejar a los espectadores para que se incorporen al conmovedor réquiem que se va ofreciendo en la pieza.

El uso del inglés y del griego me recordó la electrizante pieza montada por Robert Wilson en 1998 en Bogotá:  Perséfone.  Los personajes velados y el coro potencian en Cuatro Mujeres, el curso romántico del relato, al tiempo que restablecen la estética de la tragedia griega.

En ese claro oscuro, más oscuro que claro, se debaten los personajes recitando los textos y armando un relato enriquecido con otros escritos de Poe, del cual el más conocido es el poema El Cuervo, con su sentencia implacable “nunca más”.  La música compuesta por Julián Henao no es la única que se escucha.  El director incluyó el valse triste del finlandés Jean Sibelius y también la intensa melodía de Wagner para su obra Tristán e Isolda, drama insondable y pasional que el compositor alemán convirtió en sonidos,  cuando él estaba padeciendo el amor imposible de Mathilde Wesendonk.  Los acordes del preludio son el clima sicológico para Ligeia que es seducción y ensoñación.  La obra del Matacandelas se aprecia también como una ópera devastadora en prosa con historias desconcertantes, como aquella de Los Cuenstos de Hoffmann de Jacques Offenbach, también dedicado a heroínas con adversos destinos.

Debo anotar que el autor predilecto de Andrés Caicedo era Poe.  Sus desventurados personajes lo influyeron y la misma personalidad del escritor neurótico y solitario. Igualmente con estimulantes capaces de trasportar a otros estados de conciencia.  Como el Matacandelas se ha movido en el círculo obsesivo de la narrativa caicediana estos tributos a Poe parecen reafirmar de alguna manera ese circuito.  Poe se fue minando hasta padecer de alcoholismo en un hospital de Baltimore a los cuarenta años.  Caicedo tras varios intentos se suicidó, finalmente usos pastillas licuadas y fue más rápido.  Se mató antes de cumplir los veintiséis años.

Los actores salen tocando sus instrumentos en una marcha inicial a dar cuenta de los destinos desolados de Berenice, Morella, Ligeia y finalmente Eleonora.   Cuando termina el último episodio se retiran de la sala también en procesión y obligan al público a abandonar el recinto e interpretan la melodía final introduciéndose solos nuevamente en el teatro.  No hay saludos por parte de los actores.  Como en Los Ciegos de Maurice Maeterlinck, también montada por ellos.